20 enero, 2021
Asumió Biden: empieza la tibia restauración
Aunque es imposible negar la importancia del fin de la presidencia de Trump, resulta muy difícil encontrar una línea política que ilusione. Apenas tibios cambios a nivel de política interna, continuidad en lo externo y una apelación discursiva a la unidad.


Nicolás Zyssholtz
“Con unidad podemos hacer grandes cosas. Podemos enseñarles a nuestros hijos en escuelas seguras, podemos superar el virus mortal. Podemos traer justicia racial y podemos hacer de Estados Unidos de nuevo una fuerza líder para el bien en el mundo”. Con ese acto de homenaje -probablemente inconsciente- a aquel eslogan alfonsinista que rezaba que “con la democracia se come, se cura y se educa”, Joe Biden marcó el punto de partida de su presidencia.
Aunque reconoció los grandes problemas del país, muy pocos de ellos generados por Donald Trump pero sí en muchos casos exacerbados por el ya ex presidente, la receta que propuso Biden fue la nostalgia. Habló de “un grito por justicia racial desde hace 400 años”, de “un grito de supervivencia del planeta” y explícitamente del “ascenso del extremismo político, el supremacismo blanco y el terrorismo doméstico”.
Pero como solución propuso retroceder el reloj. Así como Trump apelaba a un Estados Unidos pujante y productivo que no existe desde al menos medio siglo, Biden apela a un Estados Unidos pacífico y sin divisiones que, en la práctica, no existió nunca. Mucho menos desde 2016 para acá.
Más allá del recurso discursivo, ¿qué se puede esperar del 46º presidente? Desde lo económico, un keynesianismo tibio pero reparador para intentar sanar parte de las heridas causadas por la crisis actual. Desde el aumento del subsidio universal que se votó en el Congreso hasta la cancelación de parte de las deudas por préstamos estudiantiles (aunque sin ninguna perspectiva hacia la gratuidad del sistema universitario).
Desde lo sanitario, seriedad. Más de 400 mil estadounidenses murieron a causa del Covid-19 y en las últimas semanas el promedio fue de casi 3 mil por día. Barbijo obligatorio, al menos en edificios oficiales, un plan de vacunación ambicioso y prudencia discursiva a la hora de referirse a la pandemia. ¿Reforma del sistema sanitario, garantizar el acceso gratuito a la salud? Nada apunta en ese sentido.
La ya anunciada decisión de suspender la ampliación del oleoducto Keystone es muy importante en lo que respecta al medio ambiente, aunque no resulta fácil imaginarse a quien desde 2008 hasta 2016, fue parte de la administración que amplió a niveles extraordinarios la práctica del fracking en territorio estadounidense.
A nivel de política interna, deberá encarar las problemáticas que mencionó en su discurso. Sin expectativas de que sea Biden quien resuelva el problema racial en Estados Unidos, al menos tendrá que esforzarse para reducir la violencia policial contra la población afroestadounidense. El terrorismo supremacista blanco ya es el principal problema de seguridad que afronta el país, aunque todavía está por verse cómo las milicias armadas se acomodan a la caída en desgracia de su líder.
Y hablando de Donald Trump, los primeros 100 días de iniciativas parlamentarias de Biden estarán atravesados por el segundo impeachment contra el ya ex presidente, que podría dar comienzo la próxima semana.
¿Política exterior? No hay que negar la importancia global del triunfo de Biden, que significa un durísimo golpe para las aspiraciones de las ultraderechas. Más allá de eso, podemos esperar el menú habitual. Por caso, Anthony Blinken, futuro secretario de Estado, ya anunció que la nueva administración continuará alimentando la farsa de la “presidencia” del ex diputado venezolano Juan Guaidó, y que no dará marcha atrás con la decisión de Trump de reconocer Jerusalén como capital de Israel y mudar la embajada.
Es tradición en Estados Unidos respetar el período de 100 días antes de emitir juicio sobre un presidente. Pero Biden no tiene 100 días. Está al mando de un gigante herido después de cuatro años de Trump. Hasta ahora, como mucho, la propuesta es la “vuelta a la normalidad”.
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