29 diciembre, 2020
¿En qué pasaje de la biblia dice «no abortarás»?
Una católica creyente cuenta su historia en primera persona, y demuestra que no existe contradicción alguna entre la religión y el derecho a decidir.

Cuando el Ángel Gabriel se acerca a María y le anuncia que quedaría embarazada de Jesús, es ella la que finalmente le dice “hágase conmigo conforme a tu palabra” y da la aprobación a todo esto (Lucas 1:26-38). Pensarlo desde este lugar logró sacarme toda duda, no hubo más debates. Con el tiempo, y mucho amor de mis compañeras, entendí que si a la Virgen María le habían preguntado si quería ser madre, si ella había elegido ese camino viviendo en una sociedad donde las mujeres que no estaban casadas y quedaban embarazadas eran apedreadas hasta la muerte: ¿Por qué nosotres no podemos elegir lo que va a pasar con nuestros cuerpos?
Toda mi educación preescolar, primaria y secundaria transcurrió en dos escuelas católicas, una de monjas italianas y la segunda un colegio parroquial con fuerte trabajo social. Además, desde que tenía 6 años participaba en un grupo scout católico, por lo que mi vida estaba rodeada de misas, retiros espirituales, curas y trabajo en los barrios. Arranqué mi militancia política allá a fines del 2011 cuando pisé los primeros pasillos de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, a mis 18 años. Mi primer acercamiento fue a una organización que en ese momento se denominaba de la izquierda independiente, con elles participé de mi primer asamblea estudiantil. Al final de todo, cuando ya estábamos votando las mociones, leyeron una que quedó resonando en mi cabeza: Apoyar un pañuelazo a favor del aborto que se haría en Congreso. Mis compañeres levantaron las manos, todes las levantaron. Yo me quedé pensando: ¿Cuál era el lugar de una católica apostólica romana en este debate?
Me llevó mucho tiempo saldar esa discusión interna, no fue un recorrido fácil ni cómodo. En todo momento estuve acompañada de grandes compañeras y referentas políticas pero también de situaciones reales. Los mensajes cada vez que una amiga, conocida, necesitaba que la acompañen por un posible embarazo: “¿Qué hago? ¿Podés ayudarme?”. Y pese a no tener saldada mi discusión interna mi respuesta siempre fue sí, con la profunda convicción de que tenemos que poder decidir qué hacer con nuestros cuerpos, y que siempre lo urgente va sobre lo importante (y nuestra salud siempre será urgente).
El aborto es vida, pero cuando es clandestino significa muerte. Muerte de nosotres desangrades en cualquier lugar, con infecciones, con dolores insoportables. El aborto es un tema de salud pública, y sobre eso no hay fe ni institución que valga. Pero hace unos días escuché una intervención que, como siempre, decía: «Qué hubiera pasado si María abortaba a Jesús?», dando a entender el fin de los tiempos. Llevándolo a ese lugar donde nosotras somos culpables y pecadoras por querer elegir. Yo me pregunto en respuesta a eso: ¿Qué hubiera pasado si las instituciones reconocieran que desde hace 2020 años elegimos qué hacer con nuestros cuerpos?
Se nos acusa de pecadoras, de asesinas, de no cumplir con los mandamientos, de no ser hijas de Dios y una larga lista de cosas tremendas. Lo que no termina de quedar claro es en qué parte la biblia dice “No abortarás”. Porque, claro, no hay ni una sola página dentro de la ley mosaica ni en el período neotestamentario que condene o considere al aborto como un crimen o un pecado. Si hablamos del 5° mandamiento y el famoso: “No matarás”, entonces les invito a pensar por qué se podía matar a les extranjeros, a les enemigues del pueblo de Israel, a les niñes, a las mujeres adúlteras (que Jesús defendió), etc. Bienvenides, entonces, al patriarcado eclesiástico, que durante siglos nos hizo creer a las mujeres que no teníamos autonomía ni decisión sobre nuestros cuerpos, que nos catalogó como asesinas por estar a favor del aborto, que nos hizo morir apedreadas por “adulterio”, que nos hizo abortar con “aguas amargas” cuando les convenía realizar el ritual de la ordalía.
Pero estamos acá, después de años de lucha, de hermanarnos, de tejer redes abortistas y sororas. Estamos acá después de muchos golpes, de compañeres muertes por abortos clandestinos. Ya no hay más tiempo, ya pasaron 2020 años: Queremos y tenemos que decidir sobre nuestros cuerpos. Tenemos que poder desear la maternidad, o no desearla y que eso sea acompañado por la salud pública, en ambos casos. Lo dijo la diputada Hilda Aguirre en el debate en la cámara baja: “Con total honestidad, en mi calidad de católica, mi voto será afirmativo. Y que Dios, que ve mi corazón, me lo demande”. Entonces, senadores, dejen de opinar cosas terribles justificándose en nuestra fe, dejen de generalizar que todes les católiques apoyamos al sector que ustedes dicen defender. Ya lo dijo Jesús en Juan 8: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Yo tampoco te condeno”.
Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.