Batalla de Ideas

17 diciembre, 2020

Una derrota legislativa que fue victoria política: el día que empezó a caer el macrismo

El 18 de diciembre de 2017 iba a ser una jornada tensa. Ese día se había convocado a la sesión para tratar la reforma previsional luego de suspenderla cuatro días antes en medio de la represión. La movilización popular no pudo frenar la sanción de la ley, pero marcó un quiebre en la historia del gobierno neoliberal.

Crédito: Bárbara Leiva

Santiago Mayor

@SantiMayor

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Habían pasado dos meses de la victoria electoral de Cambiemos en las elecciones de medio término. Una victoria que sorprendió a gran parte del campo popular que creyó que el ajuste económico sería suficiente para “corregir” el voto popular. 

Ese triunfo le dio al gobierno de Mauricio Macri la fuerza para decidir dejar de lado el gradualismo y avanzar en las reformas estructurales que siempre fueron parte de su proyecto. La primera prueba era la reforma previsional.

Sin embargo, la sociedad argentina volvió a sorprender. El apoyo electoral demostró no ser un cheque en blanco y se hizo sentir en la calle.

El macrismo, probablemente con la tranquilidad de que la idea dosmilunesca de que diciembre era un mes “caliente” para la movilización popular había quedado en la historia, se jugó a aprobar la ley en sesiones extraordinarias. 

Cuando el 14 de diciembre hizo su primer intento, la brutal represión antes de que comience la sesión y la presión de los bloques opositores dentro de la Cámara de Diputados, no dieron margen. Se levantó y se volvió a convocar para cuatro días después.

Así se llegó a un 18 de diciembre donde todos y todas sabían a qué iban. El Congreso apareció vallado en un perímetro mucho más amplio y el despliegue de las fuerzas de seguridad en los alrededores fue mucho más grande.

También las columnas de las organizaciones sociales, sindicales y políticas fueron mejor preparadas. Pañuelos, limones, agua.

La represión no tardó en desatarse y la determinación del gobierno a aprobar la ley se vio reflejada en la saña de las fuerzas de seguridad. Trabajadores de prensa baleados, legisladores y legisladoras gaseadas, personas detenidas aleatoriamente, adultos y adultas mayores golpeadas, persecución de las columnas que se retiraban de la Plaza del Congreso hasta la 9 de julio y más allá también.

Adentro del recinto, el oficialismo continuaba como si nada. No vieron o no quisieron ver, que ese día se empezaba desplomar su proyecto político.

A la represión del día le siguió una inesperada y espontánea manifestación nocturna. Un cacerolazo se extendió por toda la Ciudad de Buenos Aires y de pronto, desde distintas esquinas, se comenzó a marchar de nuevo hacia el Congreso. Esa gente, que no era la misma que se movilizó a la tarde, dio cuenta de un movimiento subterráneo. Había cuestiones, como sucedió con el 2×1 a los genocidas, en las que la sociedad argentina no estaba dispuesta a retroceder.

Durante la madrugada hubo una nueva represión y la ley fue aprobada. Pero algo había cambiado.

El discurso de legitimidad total que el macrismo había intentado construir a partir de su victoria en el ballotage de 2015 por poco más de un punto porcentual se había fracturado. La reforma laboral -el siguiente proyecto a impulsar- quedó trunca. No estaban dadas las condiciones.

En aquellas jornadas de diciembre se evidenció que un sector importante del pueblo no estaba dispuesto a seguir tolerando más ajuste, más represión y más neoliberalismo. Fue por eso que, a su tiempo, distintos sectores políticos -por convicción u oportunismo- comprendieron que ya no era redituable jugar su propio juego, ya sea como oposición colaboracionista o irreductible.

Ese convencimiento vino de los piedrazos denunciados como “funcionales” por cierto progresismo tibio y conformista, y de las cacerolas políticamente correctas. De los trabajadores y trabajadoras de prensa que pusieron el cuerpo a los gases y las balas de goma para dar testimonio y de los compañeros y compañeras de seguridad de las columnas que resistieron los embates de los carros hidrantes para garantizar una retirada ordenada de la movilización.

Ese día se perdió una votación en el Congreso, per se consiguió una victoria social y política que comenzó a derrumbar el modelo neoliberal.

La unidad que desembocó en el Frente de Todes no se hubiera logrado sin la voluntad política de sus principales figuras. Pero su condición de posibilidad, la certeza de su necesidad histórica, nació una calurosa jornada de diciembre de 2017. 

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