Batalla de Ideas

4 diciembre, 2020

La memoria en movimiento: rescatate con los pibes

“Rescatate con los pibes” es el segundo documental de Mariano Corbacho, en codirección con Marcos Coria. La película reconstruye las luchas de estudiantes secundarios de la Ciudad de Buenos Aires contra la Nueva Escuela Secundaria de la Ciudad y la Secundaria del Futuro entre 2015 y 2017.

Ian Naiquen Quiñones

@iannaiquen

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Mariano Corbacho es realizador cinematográfico, egresado de la Escuela de Cine de Avellaneda y actualmente está terminando sus estudios universitarios en la Universidad Nacional de las Artes. Es uno de los directores de “Rescatate con los pibes”, su segunda realización luego de “70 y Pico” (2016). Ambas películas reconstruyen distintas etapas y territorios del movimiento estudiantil argentino.

Más allá de que en 70 y Pico hay un fuerte componente biográfico, sobre el rol de tu abuelo en el decanato de la Facultad durante la dictadura, en ambas películas reconstruís del rol del movimiento estudiantil. ¿Por qué cubrir el movimiento estudiantil de la Ciudad y por qué en general?

-Yo creo que las dos películas están conectadas por un sujeto social que puede ser el sujeto estudiantil universitario, por un lado, en “70 y Pico” y en “Rescatate con los pibes” es el sujeto estudiantil de los secundarios de Capital Federal. Creo que indagar sobre la experiencia de la discusión pedagógica en torno al movimiento estudiantil universitario me fue acercando a pensarme a mí como estudiante cuando estaba ocupando la silla de alumno.

Yo estudié en el Normal n°5, un colegio público de CABA. Toda mi formación ha sido en espacios públicos. Al reconocerme a mí dentro de mi instancia secundaria en el que no hubo un proceso de diálogo con mi centro de estudiantes o al no haber atravesado un momento fuerte de organización en aquellos años – yo me egresé en el año 2004 – nos disparó una pregunta con Marcos Coria, el codirector de la película, sobre qué herramientas nos faltaban a nosotros al pensar la educación en general, la especificidad de nuestras carreras, los procesos de organización que se dan de una forma totalmente horizontal.

Nos parecía que era un gran ausente dentro de la cinematografía local ese proceso que se estaba dando desde abajo y que, entendemos, también es transversal a todas las escuelas, no sólo a casos testigos en particular. Hay películas, no tantas, dentro del documental argentino que trabajan sobre tal o cual espacio educativo secundario: “La toma”, de Sandra Guggliotta, por ejemplo; “Después de Sarmiento”, de Márquez, o “Escuela Normal” de Celina Murga, pero trabajan sobre universos acotados.

A nosotros nos parecía que el movimiento estudiantil secundario tenía un perfil transversal, y desde ahí es donde empezamos a querer construir una unidad de todos esos conflictos que atañen más a la juventud, al ser estudiante, y al querer organizarse en toda la disputa de la educación.

¿Qué rol ocupó y ocupa ahora el movimiento estudiantil en la movilización popular?

-Nosotros agarramos un periodo de 2010 a 2018, pero hay parte de reconstrucción porque que no estábamos filmando desde aquel momento, sino que nos pusimos a filmar fuertemente entre 2015 y 2017. 

Veíamos que en ese momento previo a la asunción nacional del macrismo el movimiento estudiantil secundario de Capital Federal tenía un dinamismo muy grande. Lograba generar movilización entre 3.500 y 4.000 estudiantes secundarios; pibes y pibas de 14, 15, 16 años que lograban hacer movilizaciones de masas en defensa de la educación pública. Un movimiento sumamente dinámico que en la Capital Federal a veces era más complejo ver. El macrismo desvirtuó todo este fenómeno porque después las movilizaciones que se dieron desde la asunción de Macri a finales de 2015 a su salida fueron casi todos los días, sistemáticas, aumentando a niveles descomunales en número.

Y el rol que ocupa hoy el movimiento estudiantil secundario me parece que sigue siendo ese primer espacio de encuentro de los jóvenes, de reconocimiento de una identidad de sector. Somos, de mínima, estudiantes; y eso nos hermana, nos iguala, y cualquiera sea el lugar de donde uno provenga cuando está en la escuela afronta de forma transversal e igual las mismas dificultades y virtudes que propone el sistema educativo público. En ese lugar me parece que es el primer punto de encuentro de diversas realidades que convergen en un mismo espacio, y que pueden proponer proyectos comunes.

Desde ahí, toda esa potencialidad puede devenir en procesos que son específicos de su escuela, de su sector, y que lo trascienden: como puede ser el caso de la discusión de las pibas en torno al derecho al aborto, legal, seguro y gratuito en el hospital. Tiene la potencia de transformar radicalmente la sociedad en un periodo de tiempo muy efervescente de la vida.

¿Cómo reconstruyeron la agenda de distintos años de lucha en dos horas? ¿Cómo eligieron qué historia contar?

-Es importante pensar la dificultad que tiene abordar el movimiento estudiantil secundario, por parte de su esencia, que es la dificultad de construir su historia por la velocidad con la que se dan los procesos. Podría ser incluso la falta de atención dentro de la historiografía o de los análisis más académicos en torno al movimiento estudiantil secundario de la Argentina.

Hay una gran falta de acceso a la información porque el movimiento estudiantil emerge en picos de organización que se dan en momentos específicos donde es explosivo y hasta mediático; y de repente eso merma en demasía. Queda una base muy delgada que se sigue organizando y sigue proponiendo diferentes agendas, pero más delgada de lo que pasa en momentos de auge como los momentos que nosotros retratamos dentro de la peli, que son estos avances de la política macrista en la educación.

Hay una compañera que lo referencia muy bien, Ofelia Fernández, quien dice que en 2007 hubo un cambio en la defensa de la educación pública porque el macrismo venía a avanzar directamente sobre este espacio. Eso se fue convirtiendo en diferentes políticas públicas que impulsó el Gobierno de la Ciudad y el Ministerio de Educación de la Ciudad, que fueron la Nueva Escuela Secundaria; luego su fórmula de la Nueva Escuela Secundaria de la Ciudad; y eventualmente en 2017, la Secundaria del Futuro.

En dos, tres años, el movimiento crece, se masifica, y se planta organizadamente. Y vemos esa curva de organización, no como un caso testigo de tal o cual momento, sino como un movimiento vivo que va adquiriendo herramientas y que cada vez sale más fortalecido de esos momentos incluso sin poder cantar victoria definitivamente o poder levantar las banderas de un triunfo concreto.

El mayor triunfo que tiene este movimiento me parece que es dar una demostración al conjunto de la sociedad, de defensa en la educación pública, pero también una capacidad organizativa. Hay un acumulado por parte de este movimiento que veremos cómo resulta en el próximo momento de ebullición.

¿Cómo fue elegir quiénes iban a ser las voces?

-Primero, fue una idea de seleccionar las diferentes áreas en las que se divide el sistema educativo público de la Ciudad. Hay diferentes especialidades dentro de la CABA que se dividen en comerciales, artísticas, técnicas. Si nosotros queríamos mostrar – no un caso testigo como podría haber sido hacer los conflictos de las escuelas artísticas – teníamos que darle una trasversalidad. Y después, sin duda alguna, la notoriedad pública que iban tomando los diferentes actores en el desarrollo de los procesos también fue un factor determinante.

Eso para nosotros era importante, como también su procedencia de organizaciones y agrupaciones, una amplitud ideológica para que tuviéramos un abanico de miradas que finalmente, sin evidenciar cuál esa procedencia partidaria, pudiéramos encontrar un denominador común y demostrar que hay una vocación de unidad dentro del movimiento estudiantil secundario.

Más allá de la intención historiográfica o sociológica, ¿qué significó para vos acercarte a esta experiencia y trabajar con chicos?

-En los primeros registros yo esperaba encontrarme con un discurso menos elaborado y más prefabricado. Para sopapo de mi realidad, me encuentro con todo lo contrario. Me encuentro con pibes y pibas que les tirás un cascote y te hacen un edificio. Tenían la capacidad y la oratoria, y también las convicciones, como para poder formular conceptos complejos, ponerlos de una forma muy sencilla, y de una manera crítica.

Si lo comparamos incluso con “70 y Pico”, donde la gran mayoría de los entrevistados son sexagenarios para arriba, nosotros nos plantamos de la misma forma a la hora de entrevistar. Nos parecía que poner un encuadre donde fuera una entrevista tradicional, formal, jerarquizaba el testimonio. Les daba un lugar de autoridad de la misma forma que lo podían tener un exdecano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo.

Nos parecía importante que fueran construidos desde la puesta de cámara como unos sujetos que tienen una autoridad y no un registro casual, callejero, que uno está esperando una conversación a que surja. No es que estábamos conviviendo en su cotidiano esperando a que se dijera la frase para agarrar de costado, como si fuera más espontáneo y natural. No. Son pibes y pibas que están acostumbrados a este nivel de oratoria y de exposición, con mucha complejidad.

¿A quién te gustaría que llegue la película?

-El tema de la circulación de los productos audiovisuales tiene sus esquemas propios: salas de cine, ahora tenemos plataformas on-demand; y festivales, que es lo que estamos apostando en este primer momento.

La pandemia ha retrasado la propuesta inicial de producir una película para llevarla hacia los espacios de estudio, poder acercárselas a los centros de estudiantes, promover un debate dentro de las escuelas secundarias y que sean las nuevas generaciones de pibes y pibas que se están empezando a organizar los que se apropien de este material.

Y también pensamos que su mayor potencialidad de distribución es en los momentos de conflicto. Cuando uno atraviesa un conflicto que se extiende en el tiempo puede devenir en una forma de lucha como puede ser la toma, que tiene un desgaste enorme para quienes la asumen, pero también tiene momentos de mucha circulación de expresiones culturales. Nosotros creíamos que contribuir con un material podría al menos, en una horita y monedas, dinamizar un debate, historizar el proceso de un movimiento. Hacía que el piso de discusión pudiera subirse un pelín así con el aporte que pudiéramos hacer.

Y volviendo a la película, ¿por qué decidieron contarla como documental y no con una ficción?

-Nos interesaba que ese documento fuera un documento vivo, traído de la realidad, que pudiera emparentar a los pibes que hoy están cursando dentro del sistema educativo público con referentes, referentas de tiempos atrás. Que ese proceso empático, ese proceso de identificación fuera generacional y político también por una cuestión de pensarse a sí mismos como sujetos políticos, como actores sociales. Que sea un documento cargado de contenido, sin despreciar ningún chiste ni chascarrillo que sea oportuno, pero que estuviera cargado de un nivel de seriedad en términos discursivos.

En el fondo, lo que sostiene la película es esa voluntad de cambio de las cosas que están mal en la sociedad. Como ciudadanos, tenemos la capacidad de plantarnos y de plantear alternativas a modelos que nos imponen de arriba: rechazarlos, o modificarlos, transformarlos y esa voluntad sale en organización desde abajo. En una ficción puede estar, pero siempre se sostiene ese distanciamiento que lo que te puede atar con ese proceso más cercano.

La película se puede ver el domingo 13 de diciembre en el marco del XVI Festival Transterritorial de Cine Underground, a las 20hs, con un link en streaming para seguir desde el Festival o desde las redes de Colorín Colorado. La película va a estar disponible 48hs para verse hasta la próxima fecha.

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