Batalla de Ideas

1 diciembre, 2020

La actualidad del pensamiento de Manuel Ugarte

En otro aniversario de su muerte, recordamos a Manuel Ugarte, pensador antiimperialista latinoamericano cuyas ideas fueron poco difundidas tanto por la historiografía nacional-popular como por la de las izquierdas.

Andrés Silvestri

@andresilvestri

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Olvidado, ocultado y maltrecho por la historia, Ugarte constituye un punto clave que el pensamiento antimperialista no debe fugar de su formación, ya que este escritor es uno de sus propios fundadores. Si bien ya Artigas hacía uso del término “Patria Grande”, es Manuel Ugarte quien lo difundirá en su libro homónimo en 1922.

Ugarte, nacido en Buenos Aires en febrero del 1875 y fallecido el 2 de diciembre de 1951 en Niza, perteneció a la misma generación de hombres de tal calibre como Leopoldo Lugones, José Ingenieros, Macedonio Fernandez, Ricardo Rojas, Manuel Gálvez, Alfredo Palacios, entre otros dotados de la pluma a los cuales Ugarte no tenía nada que envidiarles. Este pensador no solo dejó importantes escritos políticos: su profusa obra abarca desde libros de viajes, novelas, cuentos y poemas, hasta ensayos literarios, artísticos y sociopolíticos, muchos de los cuales fueron traducidos al francés, inglés, italiano y ruso.

Desde el vamos, así de importante es Ugarte, el que le puso nombre y apellido al largo camino de lucha y resistencia antimperialista: Patria Grande. Con ese libro donde reúne discursos pronunciados en diversos países, promoviendo la idea de unidad hispanoamericana, Ugarte propone un sueño que aún en nuestros días sigue intacto. También así de magno es el ostracismo intelectual que cayó sobre su figura, y con tan solo leer algunas de sus vastas reflexiones podemos arriesgar porqué: su pensamiento fue y sigue siendo la piedra angular de la comprensión para la construcción de una posible unidad latinoamericana y contrahegemónica.

Norberto Galasso dice que: «Un silencio total ha rodeado su vida y su obra durante décadas convirtiéndolo en un verdadero ‘maldito’, en alguien absolutamente desconocido para el argentino medianamente culto que ambula por los pasillos de las Facultades”. Y agrega: “No es casualidad, por supuesto. La causa reside en que, de aquel brillante núcleo intelectual, sólo Ugarte consiguió dar respuesta al enigma con que los desafiaba la historia y fue luego leal a esa verdad hasta su muerte. Sólo él recogió la influencia, nacional-latinoamericana que venía del pasado inmediato y la ensambló con las nuevas ideas socialistas que llegaban de Europa, articulando los dos problemas políticos centrales de la semicolonia Argentina y de toda la América Latina: cuestión social y cuestión nacional».

Este gigante invisible de la historia fue cuantiosas veces una espina incomoda en los zapatos de cierta izquierda de cafetín. Luego de su participación en el Congreso de la Segunda Internacional de 1907 realizado en Stuttgart, que contó con la presencia de nada menos que Lenin y Rosa Luxemburgo, Ugarte profundizará el tema de la cuestión nacional y ampliará sus diferencias con la conducción del Partido Socialista de la Argentina para finalmente romper con ellos en 1909. La Vanguardia, el órgano partidario, lo atacó abiertamente. Es el mismo año de la aparición del libro Teoría y práctica de la Historia de Juan B. Justo donde éste defiende las ideas del libre-mercado, así como el carácter civilizador del imperialismo: no muy distinto que cierto socialismo argentino cien años después.

Ugarte planteará la clara diferencia entre el patriotismo de un país imperialista o colonialista y el patriotismo de los países oprimidos por el imperialismo, como ocurría (y ocurre) con los países latinoamericanos. Para él, el socialismo en Latinoamérica debía tener un carácter nacional que opusiera resistencia al imperialismo anglosajón. Así aulló en un discurso en la Federación Obrera de El Salvador en 1912: «Debemos preservar colectivamente, nacionalmente, continentalmente, el gran conjunto común de ideas y tradiciones y de vida propia, fortificando cada vez más el sentimiento que nos une, para poder realizar en el porvenir entre nosotros y de acuerdo con nuestro espíritu, la democracia total que será la Patria Grande de mañana. Yo creo en los momentos por que atravesamos, que el Socialismo tiene que ser Nacional».

Y es en este punto donde Ugarte intenta tejer al bohemio internacionalismo con el mal oliente nacionalismo para dar luz a una posible amalgama superadora y pragmática. Se atreve incluso a retrucar a Carlos Marx: «Hasta los espíritus más elevados, que no atribuyen gran importancia a las fronteras y sueñan con una completa reconciliación de los hombres deben tender a combatir en la América Latina la influencia creciente de la América sajona. Carlos Marx ha proclamado la confusión de los países y las razas, pero no el sometimiento de unas a otras» (Diario «El País», octubre de 1901).

José Martí fue uno de los primeros en presentir el venidero crecimiento imperial de Estados Unidos, pero fue Ugarte el que más claramente lo vislumbró. Abelardo Ramos en Introducción a la América Criolla, resalta cómo este en numerosas oportunidades repitió las palabras de William Taft, mientras era ministro del Presidente Roosevelt, pronunciadas en un discurso en 1906: “Las fronteras de los Estados Unidos terminan virtualmente en Tierra del Fuego”.

Veinte años más tarde otro gran olvidado, José Ingenieros, contestaría a Taft: “Los latinoamericanos deben tender a formar una confederación contra el panamericanismo, porque Río Grande no solamente es la frontera de Méjico sino de la América Latina”.

 

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