Derechos Humanos

30 noviembre, 2020

Ni muertas ni presas: vivas, libres y deseantes nos queremos

Natalia Saralegui, abogada y docente de la UBA, coautora del libro “Dicen que tuve un bebé”, nos cuenta sobre mujeres condenadas injustamente por hechos de obstetricia.

Florencia Alarcón*

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Natalia Saralegui forma parte del proyecto de investigación de la UBA “doctrina penal feminista”, que tiene por objetivo pensar desde los feminismos el sistema penal. Es en ese contexto que junto a sus compañeras escribieron un artículo sobre mujeres criminalizadas por eventos obstétricos, que más adelante se convirtió en un libro.

-¿Cómo eligieron el tema de su investigación? ¿De dónde surge la inquietud sobre las mujeres penalizadas por eventos obstétricos?

-En el 2018 seguimos muy cerca las sesiones del Congreso atravesadas por el debate sobre la legalización del aborto, los argumentos y comisiones. En agosto de ese año hice un curso gratuito en la red ALAS que se dicta en toda Latinoamérica, “La trama legal del aborto”, conectando lo que se había discutido en el congreso y lo académico me encontré preguntandome: “¿Belén, que aparece en el discurso como ‘la chica tucumana criminalizada por aborto’, es la única?”. ¿Por qué esta pregunta? Porque, por ejemplo en El Salvador, que es uno de los paises mas prohibitivos respecto al aborto, a las mujeres se las condena por homicidio. Cuando veo la sentencia que condenó a Belén también decía homicidio. Entonces, ¿por qué dicen en las sesiones del congreso que no hay presas por abortar? 

Ahí utilicé herramientas abiertas de Google usando palabras claves. Por ejemplo: “aborto-homicidio”. La realidad es que tendrían que excluirse, porque si hay aborto no hay persona, entonces no hay homicidio, pero me encontré con una noticia de Infobae sobre una mujer presa por aborto en la unidad 47 de San Martín. Una entrevista a Patricia. 

Ahí comencé hacer trámites para poder visitarla, y recién pude hacerlo en Mayo de 2019. El primer mail fue en noviembre, y en ese tiempo comencé a encontrar más y más casos. Ahí es cuando les digo a Maria y a Gloria (las otras coautoras del libro) que trabajemos juntas. 

¿Cómo lograste llegar a Patricia? 

-En las autorizaciones me presenté con una solicitud en el marco de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires para entrevistar a Patricia, porque estaba investigando sobre mujeres condenadas por homicidio agravado por el vínculo. Yo blanquee la carátula de lo que investigaba, pero no dije que a mi me interesaba a quien supuestamente habían matado. 

¿Cómo fue el encuentro con Patricia después de esos meses de investigación? 

-En la facultad de derecho no tenemos ninguna materia que nos enseñe a investigar. Yo no tenía conocimiento para hacer una entrevista, saber cuáles son las discusiones, ordenar criterios, establecer prioridades, jerarquizar. No tenía ninguna herramienta y salió bien porque ella era una genia. 

Había estudiado mucho su proceso porque había conseguido la sentencia que la había condenado, y le creí. Entonces comencé a pensar: ¿cómo puede ser que haya mujeres que no saben que están embarazadas, que no les crezca la panza? Efectivamente hay montones de investigaciones de mujeres que niegan los embarazos y sus cuerpos no expresan los embarazos. Desde ahí pensé una guía para la entrevista. Estuvimos cuatro horas charlando. Yo le conté que estaba investigando mujeres que estaban condenadas con la carátula de homicidio por hechos que en realidad habían sido producto de su embarazo. 

La sala donde hicimos la entrevista era una salita del servicio penitenciario. De a momentos entraba, y ahí Patricia se callaba. Ahí construimos un vínculo. Porque tenía muchas ganas de contar su historia, y ahí el Centro Universitario de San Martín (CUSAM) tiene un rol fundamental porque, en las propias palabras de Patricia, le dio herramientas para poner en palabras toda la violencia que sufrió a lo largo de su vida. 

¿Quiénes son las mujeres que son criminalizadas y acusadas de homicidio por causas vinculadas a hechos de obstetricia? 

-En primer lugar, las siete historias del libro son todas mujeres cis, que vivian en distintos puntos de Argentina. Esto es importante decirlo para que no parezca que sucede sólo en Tucuman. De hecho, hay un caso que no está incluido en el libro, que es de Villa Mitre, Saavedra, Capital Federal. Es un problema transversal. Por otro lado, son mujeres que no hicieron controles médicos durante la gestación. Al momento de vivir ese evento obstétrico estaban o solas o con hijes menores. Tuvieron que atravesar estas situaciones en soledad, y son mujeres que son pobres. 

Por ejemplo, Patricia no tenía baño en la casa, tenía un tacho donde hacía sus necesidades. Tenía que salir de su casa. Ese es un factor que muestra una situación de clase. Después, por ejemplo, una chica en Salta que solo cobraba la asignación por hije. También una chica de Rosario que estaba en una situación económica desfavorable. En general hay mucha vulneración de derechos respecto a la educación. 

En las entrevistas preguntamos si recibieron educación sexual, aunque parezca una obviedad. Para nosotras esa pregunta es importante porque nos ayudaba a construir nuestro argumento, porque en la idea en la sentencias es: ¿cómo puede ser que no sepa? ¿Cómo puede ser que no sepa que si la violaron tenía acceso a la interrupción del embarazo? ¿Y dónde tendría que haberlo aprendido? ¿Cómo no sabe cortar el cordón umbilical?  Ahí hay cuestiones que responden a un estereotipo de que por ser mujeres tenemos que saber de obstetricia. Ahí es importante hablar de la educación sexual, porque creemos que hay una responsabilidad del Estado que tiene que garantizarla. 

¿Qué sentido común aparece en las causas? ¿Con qué lentes mira la justicia a esas mujeres? Partiendo de que sabemos que la justicia es poco objetiva. Más allá de los derechos vulnerados, ¿qué puntos tienen en común sus condenas, además de la carátula de homicidio agravado por el vínculo?

-Lo primero que aparece es lo que en derecho conocemos como “la mujer que miente”. Estas mujeres sufren una devaluación total de su palabra, jamás se investigaron líneas de defensa en función de sus experiencias de vida. Por ejemplo, una chica de San Juan cuya condena es perpetua, explica que la violaron cuando tenía 17 años y nadie investigó ese hecho. Uno de los médicos dijo que “para él es mentira”. Ante la duda, mentirosa.

Por otro lado, hay un estereotipo de la mujer que todo lo sabe y todo lo puede. Tendríamos que saber todo lo que pasa con nuestro cuerpo cuando la medicina hegemónica nos dice hace años que no sabemos nada y no nos explica. Pero, por otro lado, hay una exigencia de que vos tendrías que saber todo.

Y la que todo lo puede es interesante también. Por ejemplo, una chica se desmaya y en el hospital le transfieren dos litros de sangre (la mitad del cuerpo) y le reprochan que no logró que su hije viva, sin decirle qué es lo que debería haber hecho. Una idea de “Super mujeres”. Esos tres estereotipos son los que más aparecen.

¿Qué criterios utilizaron a la hora de decidir el recorte del libro y por qué? Sabiendo que hay más de 70 mujeres judicializadas y en esa línea 

-Para decidir qué hacer pensamos a dónde queríamos llegar con el libro, elegimos tener un tono amigable a lectoras y lectores que no vengan del mundo del derecho. Quisimos construir una herramienta que logre llegar masivamente para poder retratar de forma más integral lo mejor que podíamos hacer era poner la palabra de las protagonistas y de la gente que intervino en sus defensas. Abogades, organizaciones feministas o de derechos humanos. Teníamos ganas de construir eso, elegimos entonces aquellas que teníamos mejor herramientas para contar con esa profundidad. 

A propósito de esos casos íbamos viendo cuestiones significativas al debate. Mostrar medidas machistas y sin perspectiva de género. También decir que las mujeres no están presas en cualquier cárcel, sino en cárceles que están en emergencia habitacional. Además, quisimos ejemplificar el problema que hay respecto a la educación sexual, ir construyendo las historias, pero también los problemas que son comunes pero quizás en cada caso se veían más claros. 

¿Por qué es importante hablar de esto?

-Es importante porque hace dos años Federico Pinedo (que ofició como presidente de la cámara), en una nota en el diario La Nación dijo: “No pasa nunca que haya una mujer presa por esto”. Como si no tuviera ningún costo punitivo que el aborto esté en el codigo penal, aunque esta investigación muestra que sí lo hay. Es cierto que la mayoria de las mujeres no estan presas por aborto, pero hay muchas que estan por hechos obtetricios, casos que están caratulados como “homicidios”, entonces sí existe un costo punitivo. El libro es un esfuerzo para sumar un argumento para discutir por qué el aborto tiene que ser legal, seguro y gratuito.

*Integrante de Atrapamuros – Organización en cárceles

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