Nacionales

25 noviembre, 2020

Imposible de asumir

Tantas veces te mataron, tantas veces te moriste, tantas resucitaste que nos empezamos a creer tu inmortalidad. Cómo se hace para asumirlo, para confirmarlo, para pensarlo como una realidad. Hace 30 años que tu vida fue muerte y resurrección constante, la mitad de tu vida demostrando que no iba a hacer ahora, que la parca iba a tener que esperar, que vos le podías ganar.

Hernán Aisenberg

@Cherno07

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En el Olímpico de Roma tu llanto nos aseguraba que estabas vivo, que habías sufrido la injusticia, que la estabas sintiendo, que eras de carne y hueso, que el dolor tenía cara de Codesal. Cuatro años más tarde en Dallas el dolor Codesal se volvió FIFA, Havelange, EEUU, Bush. Tu dolor se volvió el dolor del pueblo. A todos nos habían cortado las piernas ese 30 de junio de 1994, pero sabíamos que era un fin que iba a tener un nuevo comienzo.

Imposible no pensarlo hoy, imposible no recordar cada muerte, cada regreso, cada día que nos dijeron que teníamos que llorarte sólo por un rato, para que tu alegría volviera a levantarnos. Juro que no puedo asumir que esta vez es para siempre. Evito leer los mensajes, prender la tele. Lloro.

Intento escribir sin llorar, intento escribir sobre tus épicos despertares a ver si lo logro, si pudiera pensar que es mentira, que es otra caída de las tantas, que en un rato vas a salir como siempre, sonriendo, caminando chueco, echado para atrás, abrazado de Dalma y de Giannina que públicamente vuelven a criticar a tu entorno, a esos que no te cuidan, que te dejan caer y que cuando hay que reconstruir se borran. Lloro porque nosotros estuvimos ahí, siempre viendo levantarte. En cada clínica, en cada hospital, en cada internación. Esperábamos que salieran otra vez ellas, tus hermosas hijas, a decirnos que ya pasó el susto, que podemos volver a nuestras vidas y nuestras rutinas. No somos los que nos quedábamos horas en la puerta de tu casa haciendo guardia por una declaración, ni los que te mandamos el drone a sentarte a tu mesa, ni aquellos que conseguían el permiso de algún médico que se quiso hacer unos mangos para dejarnos pasar hasta terapia intensiva para sacar esa foto que nadie quería ver. No somos aquellos que vivimos de tus miserias para no poner sobre la mesa las nuestras.

Lloro sin parar porque a mi me tocaba estar en la multitud que te abrazaba cada vez que te caías, que te ayudaba a volver a levantarte. Lloro recordando aquel día en la Bombonera en la que juramos con vos que este amor no se iba a terminar jamás. De aquel día algunos seguro recuerdan que “la pelota no se mancha”. Muchos de esos la usaron en tu contra, te desafiaban, te acusaban de mancharla, buscaban tus contradicciones, te las enrostraban, querían demostrar que no eras único ni especial, que eras igual que los demás, o quizá peor.

Pero la multitud que te fue a ver ese día, que te fue a despedir, se quedó con otra frase. Se quedó con ese llanto, con ese abrazo y con tu pedido cariñoso. “Por favor les pido, que este amor que tienen no se termine nunca”. Nos pedías por favor, nos necesitabas. Porque vos sí tuviste que convivir con tus miserias, porque sabías que detrás de aquel Pelusa que salió de Fiorito y terminó en París, no eran todas tapa del Gráfico. Nosotros también lo sabíamos, por eso decidimos amarte para siempre, era nuestra forma de agradecerte y abrazarte.

No estábamos para complacerte, para decirte todo que si, para recordarte que dentro de una cancha fuiste único e inigualable. Pero tampoco estábamos ahí para juzgarte, para condenarte, para destruir el mito que habíamos construido juntos. Vos y nosotros, y el amor eterno que nos atravesó fueron reales, aun sin conocernos, aún sin vernos, sin tocarnos, sin sentirnos. 

Intento repasar en mi mente qué cosas deberíamos estar diciendo hoy, qué cosas deberíamos recordar, mencionar en un obituario. Pero no puedo hacer una despedida normal, no con vos. Porque no entran todas tus historias, desde los Cebollitas para adelante. Porque no alcanzan las palabras para enumerar tus logros, desde aquella venganza a la reina por los pibes de Malvinas hasta la rendición a tus pies de la Italia rica.

Pero todo lo que sube, baja y la vida tuvo que seguir girando. Apareció la derrota del mundial 90, los primeros positivos, las primeras sanciones, las primeras distancias de la cancha. Te sacaron de tu hábitat y te costaba respirar. Te costaba ser. Tus primeras peleas con los paparazzi, con los que te querían sacar el cuero. “A muerte con los jubilados”. Ahora me rio de pensar en esa frase, y sigo llorando. Porque así sos vos, risa y llanto todo junto, todo mucho, todo siempre, todo ya.

Fuiste y volviste tantas veces como quisiste, tantas veces como pudiste volver. Incluso cuando el fútbol se terminó y todos pensábamos que tu figura también. Más hospitales, más clínicas, más rehabilitaciones. Gente que nunca te había visto jugar te lloraba. Después llegó Cuba, Fidel y Kusturika. El tren de la contracumbre, Mar del Plata, “Fuera Bush” y el ALCA rajo. Chávez, Evo, la UNASUR y los gobiernos populares. Ese era el nuevo resucitado: el que podía elegir sentarse en la Casa Blanca, pero prefería el tren del pueblo. El que podía besarle la mano al Papa, pero prefería decirle que venda el oro del techo para los pibes que tienen hambre. El primero en criticar a Macri cuando era presidente de Boca.

Fuiste tantos Diegos, tantas muertes y tantas vidas que es imposible contarlas todas. Y más imposible es pensar que se acabó, que ya no va a haber más. Otra vez el llanto que se va con los recuerdos. ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿De qué vamos a escribir? ¿Cómo nos acostumbramos a que ya no haya nuevos comienzos? 

Un 25 de noviembre del 2016 aprendimos que la inmortalidad era imposible, que si Fidel no la había alcanzado ya no era para nadie más. Pero teníamos esa ilusión vigente, que fueras vos quien nos desmintiera, y todavía no puedo creer que estamos frente a otro 25 de noviembre, como si hubieses elegido la fecha, como si hubieses decidido tu propia muerte, como si fuese tu única salida para que te dejaran en paz con tu vida y con tu muerte. Cómo deseo que haya sido así, cómo deseo que todo esto sea por un rato. Que salgan Dalma y Giannina a desmentir al periodismo una vez más. Como deseo que todo esto sea un mal trago y que lo vamos a volver a superar juntos, Diego. Una más y no jodemos más.

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