Nacionales

9 noviembre, 2020

El día que el agua se devoró a Villa Epecuén

El 10 de noviembre de 1985, el centro turístico bonaerense Villa Epecuén, al borde del lago del mismo nombre, fue arrasado por el agua y se mantuvo inundado por dos décadas. Desde entonces, se convirtió en una especie de Pompeya en plena llanura pampeana.

Foto: Erica Porris
Foto: Erica PorrisLa población y los bomberos advertían de la catástrofe pero desde los gobiernos la minimizaban. «Los funcionarios municipales y provinciales habían jurado que cualquier desborde no superaría los diez centímetros y que esta villa del suroeste de la Provincia de Buenos Aires seguiría siendo uno de los principales centros de salud del país», escribió la periodista Josefina Licitra en su libro «La mala agua».

Pero las fuertes lluvias desde 1980, que hicieron crecer a un ritmo de entre 30 y 40 centímetros al año la altura de la laguna, y la fatal inundación de 1985 que desbordó el Río Salado, le dieron la razón a las y los habitantes. El agua subía un centímetro por hora. El terraplén de cinco metros de ancho que contenía a la Laguna Epecuén, en pleno partido de Adolfo Alsina, cedió. La población de 1500 personas fue evacuada en los siguientes 15 días. Nunca volverían.

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El agua siguió entrando al pueblo lentamente. Una semana después ya había metro y medio de agua en las calles. Hasta el cementerio tuvieron que trasladar. «Como todo estaba tapado por el agua los cajones empezaron a aparecer en la superficie y por eso les decíamos ‘los flotantes’ en lugar de féretros”, contó a Télam Miguel Ángel Sottovia, fundador de los Bomberos Voluntarios del pueblo. Los llevaban en una lancha y la municipalidad luego los derivó al cementerio de Carhué, la localidad más cercana, a unos ocho kilómetros.

Los habitantes perdieron todo y Epecuén quedó bajo el agua durante dos décadas. En 1993 todavía había 10 metros de agua. Lo único que zafó fue la estación de tren, firme desde 1903.

Naturaleza viva

Epecuén es la última de ocho lagunas encadenadas naturalmente, es decir, interconectadas entre sí (las otras siete son Inchauspe, Alsina, Cochicó, Del Monte, Del Venado, Rolito, La Paraguaya, y el Alpataco).

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Foto: Erica Porris

En la década del ’60 estaban secas, lo que hacía peligrar al turismo y las actividades productivas. Por ese motivo se abrió un canal que llevaba agua desde los arroyos de la cuenca del Salado. «Hasta que las obras hidráulicas se terminaron pasaron unos 20 años y la naturaleza ya había llevado a las aguas a su nivel: el canal ya no hacía falta pero no se previó como cerrarlo», explicó David Hirtz, actual intendente de Adolfo Alsina.

Centro turístico

Desde la década de 1920 la laguna de Epecuén se empezó a desarrollar como destino turístico. Era famosa en el mundo entero por la salinidad de sus aguas (más de 100 gramos de sal por litro), solo superada por el Mar Muerto. Llegó a recibir más de 25 mil visitantes por temporada, que iban en busca de las propiedades curativas de la laguna, beneficiosa para quienes padecían artritis, artrosis, reuma o enfermedades de la piel.

Con el impulso de dos líneas de ferrocarriles que llegaban una al pueblo y la otra al cercano Carhué, en 1921 se inauguró un completo termal privado en la zona. En 1933 fue por un lado declarado de uso público y, por otro, prohibido su acceso libre y gratuito.

El lugar, en ese momento privado, tuvo muchas críticas debido al manejo arbitrario. En el año 1933 fue declarado de uso público y se levantó el alambrado para impedir el acceso libre y gratuito. Luego, durante el peronismo, las instalaciones fueron expropiadas y, como en Mar del Plata, Necochea o Chapadmalal, empezaron a arribar colonias de vacaciones, hoteles sindicales y veraneantes asalariados a una zona anteriormente reservada para las élites. Fue la misma época en la que el gobierno de Juan Domingo Perón llevó a cabo una serie de expropiaciones de estancias por esa zona del oeste bonaerense.

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Foto: Erica Porris

El complejo termal quedó en manos de la Provincia hasta la llegada de la dictadura cívico – militar de 1976, cuando se formó una cooperativa para administrarlo. «Había un Estado que, durante la dictadura, dio beneficios personales, como la gente que compró campos inundados a muy bajo precio y presionó para construir el canal Ameghino para desagotarlos y que se revaluaran», cuenta Licitra en una entrevista.

En 1980, Villa Lago Epecuén contaba con 5 mil plazas hoteleras, 250 emprendimientos entre comercios y hotelería, más de 100 hectáreas de camping y una población estable de entre 1.300 y 1.500 personas. También un Balneario Municipal.

Las ruinas

El agua recién terminó de bajar en la última década. El paisaje es desolador. Donde hubo risas solo quedan ruinas. Y un único morador, Pablo Novak, que se niega a abandonar la ciudad que lo vio nacer en 1930.

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