El Mundo

7 noviembre, 2020

El argentino que estuvo en la Revolución Rusa y se reunió con Lenin

Durante el convulsionado año de 1917 y hasta septiembre de 1918 hubo un argentino que fue testigo privilegiado de la primera revolución socialista triunfante de la historia. Se trata del entonces Ministro Plenipotenciario del país en Petrogrado (hoy San Petersburgo), Gabriel Martínez Campos.

Un movimiento que vino a «cambiar la faz política y social de Rusia»

«El viernes 9 del corriente la clase obrera de la capital declárese en huelga como protesta de la escasez de alimentos, principalmente de pan». Así comenzó el diplomático su carta al gobierno argentino, fechada el 17 de marzo de 1917, en la que relataba los hechos de la llamada ‘Revolución de Febrero’ que terminó con la caída del zar Nicolás II.

Martínez Campos añadió: «A la protesta de los obreros siguió la de la población en general, produciéndose entonces graves desórdenes que durante el viernes y sábado la Policía pudo a duras penas reprimir».

El funcionario argentino relató, no sin cierto pavor, «la incapacidad que mostraba el Gobierno para hacer respetar el orden». En ese sentido explicó que «el domingo los acontecimientos se precipitaron, pues, el ejército haciendo causa común con el pueblo abandonó los cuarteles trabando sangrientos combates con la Policía, única fuerza que permanecía fiel al Gobierno».

«Las tropas que fueron llamadas de los alrededores fraternizaron enseguida con las amotinadas, quedando éstas desde esa noche, dueñas de la situación», informó.

El texto del diplomático continúa explicando como la Duma (Parlamento) rechazó el decreto emitido por el zar para disolverla. Mientras tanto «las fuerzas amotinadas se apoderaban de algunos edificios públicos enarbolando la bandera roja, destruían otros como la Policía y el Palacio de Justicia, arrestaban a los ministros de la Corona, a los ex jefes de Gabinete y a varios personajes del régimen que caducaba».

«Ensoberbecida la soldadesca, entregáse al saqueo y al incendio, ofreciendo Petrogrado un espectáculo terrorífico durante dos días», subrayó el delegado argentino en Rusia.

Fue entonces que se creó un Gobierno Provisorio bajo la Presidencia del príncipe Lvov y «acto continuo, la Duma, después de expedir un manifiesto (…) en el que esboza el programa del nuevo Gobierno, pidió la abdicación del Zar».

Martínez Campos concluyó su carta con citas de la renuncia del zar y también de quien éste había nombrado sucesor, el gran duque Miguel. «A este estado de cosas ha llegado la situación, Señor Ministro, en el momento en el que escribo estas líneas, habiendo desaparecido, felizmente, la gravedad que inspiraban tales acontecimientos», dijo.

«Me limito en la presente nota a la simple exposición de los hechos ocurridos, prometiéndome más tarde y con mayores detalles, informar a V.E., sobre el proceso de este movimiento que ha venido a cambiar la faz política y social de Rusia», concluyó la misiva.

La propiedad privada «ha desaparecido»

El ministro plenipotenciario continuó viviendo en la Rusia revolucionaria hasta casi un año después de la toma del Palacio de Invierno por parte de los bolcheviques el 7 de noviembre (25 de octubre en el calendario juliano) de 1917.

En ese período debió guardarse y probablemente destruir el reconocimiento oficial enviado por el presidente argentino, Hipólito Yrigoyen, al gobierno provisional de Kerensky. Es que la misiva oficial se expidió el 18 de septiembre, pero llegó luego de que Lenin asumiera la presidencia del Consejo de Comisarios del Pueblo.

Lenin 2

Martínez Campos se reunió con Lenin, en el marco de un encuentro con varios representantes diplomáticos, el 18 de enero de 1918. Las delegaciones internacionales reclamaron entonces al gobierno soviético por la detención del embajador de Rumania.

Finalmente en septiembre de 1918 el funcionario consiguió que las autoridades argentinas le permitieran abandonar ese país convulsionado. No obstante debido a la Primera Guerra Mundial y los movimientos revolucionarios que se vivían en toda Europa, recién logró llegar a Montevideo el 29 de enero de 1919.

Ese día un corresponsal del diario La Nación lo abordó en el puerto y le hizo una breve entrevista sobre la situación en la intrigante Rusia de los soviets. Martínez Campos declaró entonces que «la propiedad privada inmueble y hasta casi también mueble ha desaparecido, puesto que ésta última ha sido limitada por el Estado, único verdadero propietario hoy en la Rusia de los soviets». «La tierra y los edificios pertenecen al Estado, el que igualmente se ha apoderado de todas las industrias y comercios», explicó.

«Se ha limitado el número de objetos que cada ciudadano puede poseer. Nadie tiene derecho a más de un traje y un par de botines. La limitación rige igualmente para los alimentos. Es tan severa la aplicación del régimen comunista que hasta se ha llegado a reglamentar el número de cigarrillos que cada ciudadano pueda fumar durante el mes», añadió.

En relación a Lenin, según la reconstrucción hecha por el propio diario pero sin citar textuales, el embajador argentino lo describió como a «un hombre verdaderamente original, de gran cultura, que producía la impresión de un iluminado por la convicción y fe con que hablaba acerca del triunfo de los ideales marxistas». Otra característica del líder bolchevique, según Martínez Campos, era la de «ser particularmente amable con los miembros del cuerpo diplomático».

Mientras que el funcionario fue designado en 1923 ministro plenipotenciario en Finlandia y Polonia, en Rusia quedó como representante primero un vicecónsul llamado Poul Piate y luego el extravagante J. Naveillán de orígen armenio, con ciudadanía chilena y que había realizado el servicio militar en Francia.

En su libro El oro de Moscú. Historia secreta de la diplomacia, el comercio y la inteligencia soviética en Argentina, el ex jefe de la agencia TASS (soviética) en Buenos Aires, Isidoro Gilbert, recuerda que el particular diplomático ¿argentino? tuvo un rol destacado en el apoyo a la contrarrevolución.

Como también ejercía como representante rumano, en la sede de esa misión diplomática, se encontró «un cañón de artillería escondido por los enemigos del poder soviético». Tiempo después fue encontrado en la embajada de Persia (hoy Irán) teniendo una reunión con miembros de la oposición. En 1920 el gobierno radical lo cesó en sus funciones rompiendo todo tipo de relación con Moscú.

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