Batalla de Ideas

4 noviembre, 2020

Tosco presente, 45 años después

Se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento de Agustín Tosco. Una llama que sigue ardiendo, echando luz sobre nuestro presente y mostrando algunas sombras de la actualidad del sindicalismo argentino.

Tiempo antes Tosco había dicho sobre la posibilidad de su propia muerte: «Condenados a muerte estamos todos por la propia naturaleza de la vida. El problema es si llega antes o después y eso, si estamos en el cumplimiento de nuestro deber, en defensa de los grandes ideales del pueblo, no puede engendrar ningún tipo de temor».

Agustín José Tosco nació en Coronel Moldes, provincia de Córdoba, el 22 de mayo de 1930, hijo de una familia de inmigrantes de origen italiano. Corrió la misma suerte que muchos trabajadores rurales de aquella época: emigró a la ciudad de Córdoba en busca de estudio y trabajo. Lo hizo a mediados de la década de 1940, en una provincia que se estaba industrializando y que estaba dando nacimiento a una joven y combativa clase trabajadora. Un par de años más tarde Tosco comenzó a trabajar en una empresa como ayudante electricista y poco después ingresó como obrero a la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC).

Sus inquietudes políticas ya se observaban en su época de estudiante secundario, pero al ser electo en 1952 como delegado de la EPEC -con 22 años de edad- comenzó su papel dentro del Sindicato de Luz y Fuerza. Allí llegó a ser secretario General y se volvió protagonista de las grandes luchas del gremio.

En su juventud fue simpatizante del peronismo, pero luego se volvió cada vez más crítico de ese movimiento y en su lugar desarrolló una perspectiva marxista, clasista y revolucionaria. Si bien las masas trabajadoras de aquel momento se identificaban ampliamente con el peronismo, la consecuencia y claridad de Tosco le permitieron ser reconocido y valorado por la mayoría de los obreros cordobeses.

Sin ser miembro de ningún partido político, propuso construir un «sindicalismo de liberación». Es decir, un sindicalismo que buscara mejorar las condiciones laborales, los salarios y los derechos socio-económicos de los trabajadores, pero que al mismo tiempo luchara para cambiar las estructuras sociales, para lograr que el poder sea ejercido por el pueblo. Sin desentenderse de las reivindicaciones inmediatas y urgentes, para Tosco los sindicatos debían luchar también contra el imperialismo y buscar una transformación revolucionaria, promoviendo la propiedad social y estatal de los medios de producción.

Esta propuesta de construir un sindicalismo de liberación entusiasmó a buena parte de los trabajadores, pero también a la juventud. La nitidez conceptual del dirigente lucifuercista y su capacidad para construir un discurso amplio que llegara a otros sectores, le permitió ser un referente también para el movimiento estudiantil. De este modo fue artífice de la unidad obrero-estudiantil, que creció a lo largo de la década de 1960 y que continuó en la siguiente.

Su concepción lo distanció de lo que se denominaba -y se denomina aún- como «burocracia sindical», la utilización de la herramienta gremial por parte de los dirigentes para obtener poder mediante la administración de los derechos y beneficios sociales de los trabajadores. Esto le trajo la enemistad de muchos dirigentes peronistas, siendo famoso su enfrentamiento con José Ignacio Rucci, por entonces secretario General de la CGT.

A pesar de sus claros principios ideológicos, Tosco también supo unir esfuerzos con dirigentes de distintas tendencias y concepciones. Fue protagonista del Cordobazo, en donde coincidió con peronistas de izquierda, como Atilio López (del gremio de colectiveros), y con otros más ortodoxos como Elpidio Torres (secretario general del poderoso SMATA local). Con Atilio López su alianza fue más allá y en el año 1971 compartieron la conducción de la CGT Córdoba.

Su protagonismo en el Cordobazo fue indudable, al igual que su papel en las luchas populares de su época. La dictadura encabezada por Onganía (y luego continuada por Levingston y Lanusse) lo persiguió y encarceló en reiteradas ocasiones, confinándolo en 1972 al penal de Rawson, del que fue liberado por la lucha popular en septiembre de ese año. A pesar de todo esto, aquella dictadura no logró debilitar su corriente sindical, tanto al interior de Luz y Fuerza como en el movimiento obrero cordobés.

Esta situación comenzó a revertirse y empeoró en 1974, con la destitución del gobernador provincial Ricardo Obregón Cano por un golpe de Estado policial (que fue conocido como «Navarrazo»). Desde ese momento el Comando Libertadores de América (versión local de la Alianza Anticomunista Argentina), junto a la Policía de Córdoba y al Tercer Cuerpo del Ejército, desató una persecución feroz hacia las organizaciones y dirigentes populares. Persecución que crecería hasta el golpe militar de 1976 y que se cobraría numerosas y valiosas vidas.

Amenazado de muerte por las fuerzas parapoliciales y con su gremio intervenido, Tosco pasó a la clandestinidad a fines de 1974. A pesar de esto, continuó editando el «Electrum», órgano de prensa de su sindicato, e incluso se impuso (desde la clandestinidad) en las elecciones de Luz y Fuerza. Su ocultamiento le impidió cuidar de su salud y al sufrir una enfermedad que en principio no revestía gravedad, no pudo recibir los cuidados médicos necesarios. Su condición fue empeorando hasta que finalmente, tras ser llevado a una clínica en la provincia de Buenos Aires, sufrió una infección generalizada que puso fin a su vida el 5 de noviembre de 1975.

Ante las amenazas de muerte que recibía, en 1973 había afirmado: «Por más atentados, secuestros o asesinatos que consumen, las masas laboriosas y el pueblo trabajador seguirán luchando». Cada persona era, para Tosco, «una partícula que puede ser destruida físicamente, que la propia naturaleza tarde o temprano destruirá. Pero somos una partícula de esa dinámica progresiva que en general no será anulada».

Aquella partícula llamada Tosco, sigue apareciendo en nuestro presente. Cada 29 de mayo, cuando se recuerda un aniversario del Cordobazo, su figura vuelve inevitablemente. Y lo hace rodeada de interrogantes, tan actuales como incómodos para nuestra realidad: ¿Cuál es el papel del movimiento obrero hoy? ¿Qué pasa con la clase trabajadora? ¿Qué rol tienen los representantes gremiales? ¿Cuál es la vinculación entre sindicalismo y política? ¿Qué modelo sindical tenemos y cuál es el que queremos?

Juan Santillán

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