Deportes

3 noviembre, 2020

Deporte previsible: voto cantado

El compromiso de jugadores multimillonarios de la NBA con las manifestaciones antiraciales en EEUU no se quedó ahí. Negociaron con los dueños no suspender la Liga a cambio de usar esa plataforma de difusión para militar a favor del empadronamiento, la participación ciudadana y el voto. ¿Cuál fue el resultado? ¿Será de utilidad?

Hernán Aisenberg

@Cherno07

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Supongamos que un sindicato organiza una campaña pública para crecer en afiliación entre los y las trabajadoras de su gremio. Imaginemos que ese mismo sindicato que tenía una adhesión de alrededor de un magro 20%, con esta campaña masiva logra la adhesión de un 96% de los suyos. Siguiendo esta simulación, digamos que el gremio al que nos referimos ya era uno de los más poderosos del país por la tarea que realizan, la visibilidad que tienen sus trabajadores y los salarios que se perciben que son de los más altos del país.

Ahora agreguemos a nuestro juego que dicho gremio no tiene prácticamente reclamos de tipo salarial ni gremial, que no está buscando mejores condiciones laborales, sino que más bien está generando adhesión ideológico-política. Que con dicha campaña no están buscando nada particular para ellos mismos, sino como parte de un colectivo social más amplio, más representativo, que generaría en el país una verdadera transformación social que incluiría una gran parte de la sociedad más vulnerable que obviamente no se dedica a lo que hacen ellos y por supuesto, no tienen sus privilegios.

Seguramente me dirían que esto que imagino es imposible, que ningún gremio con salarios altos, en la punta de la pirámide social y sin precarización laboral se involucraría en una pelea colectiva que los exceda. Jamás pondrían en riesgo su reputación de esa manera. Si de verdad creen esto último: fueron cooptados por la desesperanza, han sido derrotados por la indiferencia o simplemente son parte de aquellos poderosos que no están dispuestos a ceder ni un centímetro de sus privilegios.

Está claro que el ejemplo es bastante reduccionista, simplista o quizá hasta ridículamente optimista. Pero hay algo que es seguro: está mucho más cerca de la realidad de lo que muchos y muchas se animan a creer. Esto es bastante gráfico de lo que pasó en este año pandémico con el gremio de jugadores de la NBA en los Estados Unidos. (NPBA por su sigla en inglés)

Podríamos decir que todo empezó a fines del mes de mayo con el asesinato de George Floyd, aunque seguramente para muchos de estos jugadores empezó al nacer, en el barrio, en la escuela, en la universidad, en todo orden de la vida donde tuvieron que convivir con el racismo estructural que subyace en la sociedad yanqui y que se vio multiplicado desde la campaña y la victoria de Trump en 2016. 

El empresario racista, machista, xenofobo y anticomunista sostuvo su campaña con el slogan “Make America great again” (Hacer America grande de nuevo) reforzando todos los estereotipos de superioridad “racial” norteamericana que hacia el interior del país se figuraba en los varones, blancos, heterosexuales, católicos, en edad laboral. 

Pero ganó las elecciones principalmente por el descrédito de aquella sociedad en que las elecciones podían cambiar las cosas. Después de sucederse varios gobiernos de distinto signo político y que el status quo se mantuviera, sumado a un formato electoral donde el voto no es obligatorio, la participación democrática venía siendo cada vez más exigua, y Donald se aprovechó de las Fake News y de un ataque sistemático a la “casta política” para llegar a la presidencia. 

Volviendo a la muerte de Floyd que marcó un antes y un después en la comunidad afroamericana y en todos los EEUU que empezó a manifestarse en las calles y en las redes sociales y que contó desde el principio con el apoyo de muchisimos deportistas, especialmente de la NBA que cuenta entre sus filas una gran cantidad de jugadores negros.  

Pero este conflicto fue escalando, con una crisis económica y sanitaria mundial nunca antes vista, con nuevos asesinatos cada vez más violentos y nuevas manifestaciones que terminaban en represión y en manifestaciones aún más grandes haciendo crecer un movimiento que ya no solo incluía afrodescendientes, que ya no distinguía entre clases sociales y que tenía un responsable político claro: el presidente de los Estados Unidos. Mientras tanto, el básquet volvía a Disney, en una burbuja de aislamiento y con leyendas en la camiseta exigiendo justicia, equidad y el fin del racismo.

Para fines de agosto la pandemia ya había hecho estragos pero el capitalismo estadounidense había resuelto continuar la vida con la mayor normalidad posible. Los deportes estaban regresando sin público y la NBA en la burbuja sanitaria ya entraba en su etapa definitoria. Pero el asesinato de Jacob Blake, un joven de 29 años de Wisconsin, uno más de tantos, volvía a resonar el parquet

Un paro y suspensión indefinida apoyada casi por unanimidad e impulsada por los principales candidatos al título como LeBron James, hizo temblar el desenlace pero apareció un negociador secreto, con un as bajo la manga “La protesta es útil en términos de crear conciencia, pero mi sugerencia fue que usaramos esa plataforma para empezar a exigir” dijo Barack Obama, ex presidente de los EEUU que reconoció haber hablado con LeBron y con Chris Paul, el presidente del gremio de jugadores. “Tengo la suerte de tener un amigo, el 44avo presidente, que nos permitió a mi a CP (por Chris Paul) hablar por teléfono con él para recibir una orientación”, reconoció el último campeón y jugador más valioso de las finales, cosa que pudo lograr por haberle hecho caso a Obama.

Dos días después de la charla teléfonica de algunos jugadores con el ex presidente el gremio y la NBA acordaron armar una coalición por la justicia social compuesta por jugadores, entrenadores y dueños de los equipos que se dedicara a aumentar el acceso a la votación, promover el compromiso cívico y militar por una reforma significativa de la policía y el poder judicial. Black Lives Matter (la vida de los negros importa) fue la consigna, todas las transmisiones de los partidos de Play Off tenían publicidad que promovían la participación ciudadana y el empadronamiento para ir a votar contra Trump. 

Si el macrismo reclamó por la publicidad oficial que había en el Fútbol Para Todos, es porque no vio estas campañas de empadronamiento orquestadas por la NBA. Los equipos ofrecieron sus estadios como centro de votación para mañana. La campaña fue enorme. Incluso Chris Paul había dicho que estaba preocupado porque ni los jugadores estaban empadronados para votar.

Pero la campaña surtió efecto. De un pequeño 20% de jugadores de NBA que tuvieron derecho a votar en la elección del 2016, mañana estarán en los padrones un 96% de ellos. Además la fundación de LeBron James More Than a Vote (mucho más que un voto) ha reunido más de 40000 voluntarios y voluntarias para trabajar en los centros de votación. Hoy trabaja en sociedad con la fundación de Michelle Obama, la ex Primera Dama y militante feminista y antiracista. 

La NBA es la competencia yanqui que mejor vende en el exterior. Por eso la militancia del Black Lives Matter recorrió el mundo a través de la televisión y la pelota naranja. Aunque puedan votar solamente los y las que tengan documento norteamericano, no hay forma de ser indiferente. El mundo estará expectante. Se sabe que puede pasar cualquier cosa, en cualquier lugar, menos en el parquet. Ahí las cosas son claras, previsibles. Ahi, Black Lives Matter.

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