1 noviembre, 2020
Guernica y la cinematografía del orden
Mientras se cobija y alimenta la violencia simbólica contra los sectores populares con recursos estatales, también se multiplican iniciativas del Estado que buscan educar en una perspectiva de derechos. Pero en las producciones audiovisuales de Berni el Estado también está educando.

Las imágenes de las casillas incendiadas el pasado jueves en la represión en el predio tomado de Guernica comenzaron a llenar los portales de noticias y de distintas organizaciones que realizaron una cobertura colaborativa desde la temprana mañana donde comenzó el operativo.
El desenlace represivo de un conflicto que se habia iniciado meses antes, fue narrado desde el Estado desde la supuesta responsabilidad de agrupaciones vinculadas a corrientes de izquierda antes, durante y después del operativo represivo a cargo de cuatro mil efectivos. Más allá de las prácticas de estas organizaciones, distintos organismos de derechos humanos documentaron inconsistencias con este relato de los hechos, ademas de la elocuencia de las imágenes televisadas y reproducidas en las redes sociales sobre una represión que echó por tierra salidas no represivas a la toma.
El punto aquí es detenerse en una de las tantas aristas de interpretación de lo sucedido: cómo las narrativas securitarias de la provincia de Buenos Aires y su despliegue simbólico -a un año de asumido el nuevo gobierno- a cargo del ministro de Seguridad, Sergio Berni, son incompatibles con perspectivas de derechos y principios de no discriminación que por otro lado son parte activa de las marcas de identidad que producen diariamente la gestión nacional y provincial.
Una vez asumidas, estas gestiones comenzaron a avanzar desde distintas áreas del Estado en un perfil marcadamente afirmativo de la ampliación y el reconocimiento de derechos, así como de lucha contra la discriminación. Como definición amplia, en muchos documentos oficiales la discriminación se entiende como un fenómeno complejo y tanto interpersonal –entre personas- como estructural –implica posiciones desiguales para los grupos discriminados en la estructura social-. En muchas ocasiones se reconoce también que los actos discriminatorios están muy vinculados a formas de lenguaje de odio, a la difusión de distintos tipos de prejuicios (sexistas, clasistas, imaginarios de jerarquías raciales etc.).
Además de las perspectivas de derechos en materia de respeto a la diversidad, por otro lado muchas concepciones que se disputan en el debate público sobre las mujeres beneficiarias de la Asignacion Universal por Hijo, los imaginarios morales sobre la predisposición de los pobres al trabajo y el esfuerzo, tambien forman parte de aquellos fenómenos a los que el trabajo pedagógico antidiscriminatorio alude (o debería aludir).
Mas allá de los nombres institucionales, los conversatorios, iniciativas, medidas acertadas y medidas erradas, lo que se avanza y lo que se adeuda en materia de derechos, existe una contracara de la acción estatal que ni es nueva ni contradictoria sino complementaria con políticas de asistencia social, y es la cara represiva. La doble cara del Estado que se juega en cada barrio, especialmente en cada barrio popular y no se detiene en un contexto de despojo acelerado por la pandemia y las consecuencias aún mas agudas en las economías informales.
Lo que interesa comprender aquí es que en este hecho represivo no solamente se jugó la expectativa de interrupción con el gobierno anterior sino también la escenificación del goce ideológico del ministro de Seguridad. En sus redes sociales, se filmó en los momentos previos del despliegue policial con una leyenda que decía “al frente”. Con posterioridad al hecho, publicó un corto donde destaca con letras blancas lo que afirma sobre hacer cumplir la constitucion nacional, la propiedad privada y la libertad. Y la vida. Allí, la cámara se pliega detrás del avance policial; se avanza con la mirada desde el cuerpo uniformado hacia ese terreno semi vacío, con casillas de chapa dispersas, personas desparramadas, familias, hombres pobres, mujeres y niñes llevándose lo puesto. La niñez pobre fue completamente borrada en el episodio represivo –como en muchos otros- y en las demandas por vivienda, aquello a lo que las políticas de transferencia de ingresos como la AUH, si bien de alto impacto positivo, no llegan a reparar.
Recordemos que en los documentos oficiales sobre la discriminación, se enfatiza el peso de la reproducción de discursos e imaginarios estigmatizantes, que se han difundido históricamente contra grupos en desigualdad de poder y que tienen consecuencias muy concretas en la formación de perfiles devaluados, versiones dominantes de ciertos “otros”. Un aspecto aún no debatido lo suficiente es que la discriminación no se reduce a determinados “actos” accesibles directamente a la percepción; sino que lo discriminatorio de un discurso puede ser sutil, no evidente, y ser inteligible sólo a partir de una lectura de la memoria conceptual que se logra interpretar en lo dicho.
Cuando el ministro de Seguridad dijo hace unos meses, que buscaba una policía profesional contrastando que “no somos indios con boleadoras”, ¿en qué alcance social se habrá captado el sentido histórico de esa frase?
La frontera con el indio, el indio cortado de la razón, en estado de naturaleza violenta, el Estado frente a los malones, son nociones evocadas en esa idea, que desde luego es mucho menos explícita y evidente que una reivindicación abierta del genocidio conocido como la “conquista del desierto (tal como pidiera el ministro de Educacion Bullrich en la gestión anterior), pero que participa activamente de la reproducción cultural de la inferiorización de los indígenas y su “desalojo simbólico” del imaginario nacional. Alude a ese nosotros nacional que día a día repensamos en una clave democrática y de respeto a la diversidad en las escuelas.
La narrativa securitaria sobre la represión en Guernica evoca una memoria conceptual densa de contraste estético de una civilización que avanza hacia la barbarie, y esto no es posible de ser pensado sin conceptualizar las formas más sutiles e indirectas en las cuales el lugar de enunciación discriminatorio y el punto de vista del poder se dispersan y estabilizan en el sentido común. En las producciones audiovisuales de Berni, el Estado también está educando.
Esta reflexión no es traer como novedad lo sabido, es decir que ninguna gestión es compacta, lisa y uniforme por aquello del Estado como expresión de intereses en disputa -inclusive en el sentido mas institucionalista en que pueda pensarse-. Pero sí se trata de que, en esta perplejidad por lo acontecido, se vuelva más claro cómo se cobija y alimenta la violencia simbólica contra los sectores populares con recursos estatales, al mismo tiempo que se multiplican las iniciativas que buscan educar en una perspectiva de derechos desde la gestión que conduce el Estado. E implica preguntarse qué horizontes y promesas de futuro ello supone.
Esa mañana de jueves circuló la foto de un juguete tirado, un bebé de plástico delante de una casilla en llamas. Cuando se difundieron los testimonios de niños pequeños asustados o jugando con casquillos de bala, la conmoción se neutralizó rápidamente por el sentido común instalado que privatiza las responsabilidades en la familia y la figura de “los padres” respecto del bienestar de la infancia pobre. El bebé de plástico no apareció en la cinematografía del orden.
*Dra. en Antropología. UNIPE Universidad Pedagógica Nacional – CONICET
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