21 octubre, 2020
«El proceso de cambio, como el feminismo, llegó para quedarse»
América, portavoz del movimiento Feminismo Comunitario de Bolivia, analiza el rol de las mujeres en la resistencia a la dictadura de Jeanine Añez y las tareas que quedan pendientes de cara a una nueva etapa que se abre en el país luego de las elecciones del último domingo.

“Desde las calles hemos construido la esperanza de Bolivia”, se lee en una pared del Mercado de Las Brujas en La Paz. Durante el gobierno de facto que empezó su retirada en las elecciones del último domingo el movimiento feminista tuvo un rol activo para organizar, resistir y enfrentar las violaciones de derechos humanos.
A pocos días de la recuperación de la democracia en Bolivia, desde Notas entrevistamos a América, portavoz del movimiento Feminismo Comunitario, para recuperar su experiencia, pero también su mirada hacia adelante en el marco de la continuidad del Proceso de Cambio iniciado en 2005.
– ¿Quiénes son las feministas comunitarias?
– Somos integrantes de la Alianza de Movimientos Sociales de Mujeres en Bolivia. El frente se compone por distintas organizaciones: “Madres de Familia”, “Mujeres Mineras”, “Bartolinas”, entre otras. Estamos juntas en la defensa del proceso de cambio. Somos un movimiento orgánico nacional, donde planteamos y apelamos a impulsar políticas.
Somos como 36 organizaciones, a nivel mundial. Nuestra lógica de organización comunitaria se basa en que rotemos cierto tiempo por cada tarea y responsabilidad que tenemos. Somos una red internacional que se construye a partir de los tejidos, estamos también en Colombia, Brasil, México, Chile, Suecia y España, conformada por migrantes en algunos países. Esto conforma el movimiento.
– ¿Qué significa para vos el “proceso de cambio”?
– El proceso de cambio nos ha traído una reivindicación social identitaria como pueblo, y también la posibilidad de plantear, desde una posición política desde nuestro feminismo específicamente, pero también como la alianza desde las mujeres. Históricamente los varones plantearon propuestas, tanto de derecha como de izquierda, y era fundamental abrir el otro ojo: el otro lado de la comunidad. Ese otro lado son nuestras experiencias, nuestras opresiones, sensibilidad: las cosas que ellos no viven. Hablan de opresiones coloniales y raciales, pero nosotras también hablamos de eso, y también de la opresión específica por ser mujer.
Estas opresiones que sufrimos muchas veces son reproducidas por ellos mismos. De tu mismo hermano, a ti misma. De tu misma compañera, a ti misma. Hay que cambiar nuestras formas de base.
– ¿Cuáles fueron las tensiones entre el feminismo y el gobierno del Evo?
– Hubo muchas tensiones. Otros movimientos, que no se posicionaron en favor de la existencia de golpe, ven al Evo como cualquier otro presidente. Con Evo hay una diferencia de clase, hay una diferencia cultural. ¿Que si es un machista? Sí. Lo hemos dicho y lo sostenemos, pero eso no lo hace un patriarca. No tiene los medios para explotar un grupo de personas, no es un racista, no es un genocida, como lo es Jeanine Áñez.
“Lo que te garantiza que vas a hacer tu proceso revolucionario es tu posicionamiento político en el sistema”
Ser feminista o ser indígena no te garantiza nada. Lo que te garantiza que vas a hacer tu proceso revolucionario es tu posicionamiento político en el sistema. Apostamos a una organización del pueblo, y no podemos vivir por fuera de lo que está pasando. Se ha resignificado ser indígena. No terminamos con el patriarcado, es un sistema mundial pero sí que hubo avances, y sí seguirá siendo una forma de caminar. Nunca se ha avanzado tanto en términos de derechos, y tirarse en contra de eso me parece un gran error histórico que el feminismo va a tener que asumir.
– ¿Cómo vivieron la inquisición de Añez y Camacho?
– Sostengo que el golpe estuvo muy bien articulado. Fueron varios los intentos. Vivimos semanas de acoso y de violencia. No sólo un día, fueron meses, te diría años desde que gestó desde adentro. El acuartelamiento de la policía fue un hecho clave para que lleguen al poder. Fue una articulación entre sectores evangélicos, corporaciones, militares, EE.UU. Así opera la derecha.
Nosotros apoyamos un instrumento, no a un partido político. No sólo se ve en lo identitario, de verse representada la población en un presidente indígena, sino a una esperanza, a una posibilidad de construir otro mundo: otras formas de relacionarnos, una forma de construir otras formas de vida. Es utópico pero es real. En el proceso de cambio se jugaba la esperanza, también para la región, y eso les costaba. La derecha no lo soportaba.
Surgió desde esta intención de crear una nueva Constitución y refundar un país con los pueblos originarios dentro, teniendo en cuenta el patriarcado ancestral también, refundándonos teniendo en cuenta a donde no queremos volver como pueblo.
– ¿Qué implica la vuelta a la democracia para el feminismo?
– Nuestra esperanza permaneció intacta. La lucha continúa desde nosotras, las mujeres. La dictadura quiso cortar el proceso revolucionario, pero el pueblo está movilizado y organizado. Somos un pueblo político, como todo el Abya Yala. Dimos avances en los derechos de las mujeres que ahora van a profundizarse: contra la violencia a las mujeres, que pueda reconocerse la figura del feminicidio en la justicia, posibilitar el acceso y los medios para realizar un aborto en los casos legalizados. No ha sido el Evo, hemos sido nosotras. Pero gracias a que había un compañero con el cual podíamos entablar otro tipo de relación. La lucha sigue.
– ¿Qué pensás del “feminismo blanco” en Bolivia?
– Es un movimiento que cuesta armarse, así lo que está, esté bien consolidado. El feminismo liberal sí está puesto de moda como un copiar y pegar: un feminismo blanco, institucional y burgués. Estas organizaciones feministas blancas no han sido parte del proceso de cambio. No conozco organizaciones sociales que sean feministas que hayan sido parte del proceso de cambio. El feminismo institucional ha jugado un rol sistémico, euro-occidentales. Busca relación de privilegios de ciertas mujeres que quieren los derechos de los varones burgueses. Ejercen su relación de poder por su blanquitud. Lo vimos muy claro en la Añez.
A la derecha le duele el proceso de cambio. Les duele es que las sirvientas e indígenas hayan ganado espacios de liberación y de poder. El proceso de cambio, como el feminismo, llegó para quedarse.
* Lic. en Trabajo Social, maestranda en Género, Sociedad y Políticas Públicas
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