5 octubre, 2020
“Queremos un Estado con iniciativa, moderno, ágil y libre de corrupción”
El 25 de octubre se llevará a cabo el plebiscito chileno, donde se definirá si se va a elaborar una nueva Constitución Nacional. Luis Jaqui, quien sería candidato constituyente del Frente Amplio si la votación resulta afirmativa, reflexionó sobre el rol de la izquierda y sus reivindicaciones en el proceso político que atraviesa el país hermano.


Santiago Mayor
En octubre del año 2020, en Chile se desató una rebelión popular y política en contra del gobierno de Sebastián Piñera. La reforma de la Constitución proclamada en 1980 durante la dictadura de Augusto Pinochet es uno de los principales reclamos de este levantamiento popular ante el gobierno de turno, aunque abarca a todo el modelo de transición democrático instalado desde 1990.
Finalmente, gracias a la presión de los movimientos sociales, se programó un plebiscito para reformar la Constitución el 26 de abril de 2020, aunque fue prorrogado hasta el 25 de octubre por la pandemia del coronavirus. Luis Jaqui, quien en el caso de que la votación resulte afirmativa sería candidato constituyente del Frente Amplio, dialogó con Notas a tres semanas de la consulta popular.
-El plebiscito constituyente estaba previsto para comienzos de año, sin embargo se pospuso debido a la pandemia de coronavirus. ¿Esto puede tener algún efecto en la votación? ¿Puede favorecer a los sectores que están por el “No” al haber quedado tan despegado de las movilizaciones de 2019 y principios de 2020?
-De ninguna manera, la pandemia solo vino a poner una pausa en las protestas que explotaron el 18 de octubre del año pasado. Actualmente, la opción “Rechazo” hacia la nueva Constitución sólo cuenta con unos pocos defensores en la ultraderecha y de grupos de choque neonazis, azuzados por ex militares y por fervientes pinochetistas. El Rechazo es minoritario, incluso algunos “coroneles” herederos políticos de Pinochet y defensores de Jaime Guzmán, han re-aparecido para señalar que votarán por el “Apruebo”.
Lo hacen pensando estratégicamente, pues saben que la batalla futura de la lucha por una nueva hegemonía post neoliberal partirá en la Convención Constitucional Originaria (Asamblea Constituyente). La Constitución que escribiremos será desde cero, con paridad asegurada, por lo que será la primera Constitución del mundo donde habrá igual representación de hombres y mujeres.
Punto aparte, y para señalar el trasfondo de la batalla cultural en la que estamos. En febrero pasado, antes de que el coronavirus llegara a Chile, y paradójicamente en el escenario del Festival de Viña del Mar, comenzó a instalarse con fuerza la opción Apruebo (sí a la nueva Constitución) por medio de artistas que han participado activamente de las protestas desde octubre, como la ganadora del Grammy 2019, Mon Laferte.
Luego de casi un mes de protestas callejeras iniciadas por las y los estudiantes secundarios en Chile, el viernes 18 de octubre del año pasado se detonó el proceso de transformación más profundo que este país ha tenido, tal vez desde el año 1970 con la elección del gobierno de la Unidad Popular encabezado por Allende. Es esa la trascendencia histórica que tiene este plebiscito. Efectivamente este plebiscito de entrada debió realizarse el pasado domingo 25 de abril, pero el coronavirus y el pésimo manejo de la epidemia obligó a posponerlo para el 25 de octubre próximo.
Al contrario de lo que pudiese pensar, la pandemia en Chile sólo vino a profundizar el malestar con el neoliberalismo, con Piñera y su gobierno del miedo y las fakenews, y por supuesto con aquellas fuerzas políticas, que aún gobernando por 20 años como la concertación y después la Nueva Mayoría, sólo profundizaron el saqueo que se diseñó en las escuelas de negocios de la Universidad de Chicago y la Universidad Católica de Chile.
Teniendo como factótum orgánico a Jaime Guzmán y su gremialismo, la intervención extranjera de vendehumos VIP como los Chicago Boys y todos sus súbditos que ahora incluso pueden llamarse “socialdemócratas” como Joaquin Lavin alcalde Opus Dei y colaborador civil de alto nivel de la dictadura de Pinochet, que hoy lidera las encuestas y se perfila como el más probable candidato de los sectores de derecha y ultraderecha locales.
-Si la votación resuelve que hay que reformar la Constitución, luego viene el proceso de elección de diputados y diputadas constituyentes ¿cómo será ese sistema de elección luego de los debates que hubo en su momento respecto a la participación de independientes, pueblos originarios, etcétera?
El proceso constituyente tiene dos patitas. La primera será dentro de tres semanas con el Plebiscito de Entrada, donde los chilenos tendrán dos opciones para elegir por primera vez en nuestros dos siglos de independencia. El primer voto tiene la pregunta “¿Quiere usted una Nueva Constitución?” y deberá elegir entre “Apruebo” y “Rechazo”. La segunda etapa es sobre el mecanismo para escribir la Nueva Constitución. Ante la pregunta “¿Qué órgano debería redactar la Nueva Constitución?” se proponen dos opciones: la Convención Constituyente (la nueva versión de la Asamblea Constituyente Originaria) y la Convención Mixta Constitucional (50% de parlamentarios ya en ejercicio y otro 50% electo popularmente. Esta opción no está detallada legalmente y no asegura un origen legítimo y popular para la Nueva Constitución).
La segunda parte de este proceso constituyente será el próximo 11 de abril de 2021, donde de ganar el “Apruebo” y la “Convención Constituyente”, se elegirán a quienes redactarán la Constitución del futuro.
Ese día tendremos una multielección, pues también se elegirán los Alcaldes y Concejales comunales, además de los Gobernadores Regionales en todo Chile. En ella competiremos unidos con el Partido Comunista.

Lamentablemente, hasta ahora el Parlamento ha dificultado que los sectores independientes, los pueblos originarios y las organizaciones sociales varias puedan participar en similares condiciones a los partidos políticos establecidos. En efecto, se le exige un elevado número de firmas de quienes los apoyan, y además garantizar esas firmas ante notario (escribano) público, lo que es muy difícil en condiciones de pandemia. Por nuestro lado, en el Frente Amplio nos estamos poniendo a disposición de los liderazgos locales independientes que quieran disputar las elecciones en nuestra alianza del futuro.
-Existe la posibilidad de que la derecha obtenga una representación importante en la Asamblea Constituyente, de hecho algunos sectores ya están planteando enfocarse en esa elección para así lograr una reforma edulcorada. ¿Qué deberían hacer las fuerzas políticas progresistas y de izquierda para evitarlo?
-No hay que desconocer que el pinochetismo sigue vivo en nuestro país. No es menor para un país que vivió 17 años bajo el oscuro manto de la dictadura cívica militar, sacudirse de ese lastre político y emocional. En este escenario han reaparecido algunos viejos conocidos de la política de los acuerdos que dominó nuestro país hasta el 2017, como por ejemplo Pablo Longueira, desaparecido del campo político desde el año 2013, antes de que se destapara un caso de corrupción en el cual él y cientos de dirigentes recibieron coimas para financiar las campañas de la UDI (los últimos defensores acérrimos del Pinochetismo) a favor de prebendas políticas para aquellos financistas ilegales.
Lo que Longueira plantea a nivel político, es preparar el camino para la batalla de ideas que se dará en la Convención Constitucional. Ante la caída de toda la estantería del neoliberalismo, quieren salvar el honor de ser de los pocos defensores que tiene eso que en el mundo entero se conoce como el “modelo chileno”.
–¿Ves posible -y necesaria- la unidad para lograr una reforma profunda de la carta magna?
-Desde Convergencia Social -el partido al cual pertenezco- y el Frente Amplio, hemos apostado desde nuestro origen por instalar una vocación de poder y de construcción de mayorías populares que nos permitan conseguir avances históricos, y que hemos forjado nuestra labor y ética política en un proceso doblemente marcado por las ascendentes movilizaciones de principios de siglo, además de las protestas callejeras, de su violenta represión, y también de la organización de un partido sub35 cuyo potencial teórico y práctico se ha puesto en marcha de una manera orgánica, por cierto, con muchísimos errores propios que inventan y abren futuros.
En este proceso de despliegue territorial que hemos propiciando, pusimos énfasis en los sectores populares, como por ejemplo el que desarrollamos con compañeros como Esteban González de La Victoria y Margarita Hernández de La Pincoya, ambos dirigentes populares de dos poblaciones emblemáticas nacidas a partir de la toma de terrenos muchos años antes de la Unidad Popular en nuestro país.
En ese trabajo territorial se ha forjado la unidad principalmente con las organizaciones vecinales y con los compañeros de los partidos del tronco histórico de la izquierda chilena. Socialistas de base que han sido despreciados por la elite dirigencial del partido de Bachelet, y Comunistas con quienes siempre hemos compartido horizontes emancipadores. En ello, Convergencia Social fue muy claro en su Congreso, donde se definió y mandató la construcción de esa Unidad con mayúsculas con un bloque antineoliberal que incluye al Partido Comunista y a todos aquellos que puedan compartir el programa del Frente Amplio, que no ha variado al del 2017 y que recoge el 99% de las demandas que movilizaron nuestro país desde el 18 de octubre pasado.
Ese mandato congresal de Convergencia Social ha dado su primer paso esta semana cuando se conformó el pacto electoral del Partido Comunista y el Frente Amplio. Para nosotros es un paso de gran importancia, pues esto de proyectarse para la elección de los Constituyentes en abril próximo, augura que tengamos un lugar de un tercio de la Convención Constituyente en algo que yo llamaría “Bloque por el Futuro y la Dignidad”. Esta alianza incluso podría proyectarse a través de los dos mejores liderazgos que tiene la izquierda para las próximas elecciones: la ex candidata presidencial Beatriz Sanchez y el Alcalde de la comuna de Recoleta, Daniel Jadue. Ambos son tremendos dirigentes y desde hacía muchos años que la izquierda chilena no tenía dos candidatos de tal nivel para conducir el próximo gobierno.
-¿Cuáles son los principales ejes de reforma que impulsan desde el Frente Amplio?
-El Frente Amplio en su origen surgió como una fuerza impugnadora de las fuerzas políticas y la elite local. En las izquierdas chilenas, desde principios de siglo existe un debate político y orgánico, que antes de la existencia del Frente Amplio tenía un pleno consenso sobre que la salida definitiva de la dictadura y su transición debía ser por medio de una nueva Constitución. Ésta debe garantizar en plenitud los derechos humanos, la verdadera independencia de las instituciones armadas y de la policía, debe asegurar la descentralización económica y política de Chile, asegurar derechos sociales universales -educación, salud, vivienda y pensiones de calidad para todas las familias chilenas- y, finalmente, un Estado activo, y no subsidiario, como existe hoy día. Queremos un Estado con iniciativa, moderno, ágil y libre de corrupción. Que pueda fijar prioridades económicas, productivas y redistributivas, que controle la actividad monopólica y castigue los abusos a la ciudadanía.
-Si se conforma la Asamblea Constituyente, esta se encontrará en funciones cuando se realice la elección presidencial de noviembre del año que viene y por lo tanto quien resulte electo/a lo hará en el marco de una vieja Constitución, pero en transición hacia una nueva. ¿De qué manera puede condicionar esto los comicios?
-Así será. La Asamblea Constituyente funcionará paralelamente al Parlamento y al presidente electo de acuerdo a la vieja Constitución. Será algo muy complejo y seguramente condicionará los comicios. Será nuestra responsabilidad como Frente Amplio desplegar una activa iniciativa política para convencer que las nuevas autoridades deberán ser coincidentes con el contenido de una nueva Constitución. Sólo así será posible avanzar hacia las transformaciones que la mayoría anhela y que el Frente Amplio apoya desde su nacimiento.
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