Salud

1 octubre, 2020

¿Puede medirse el “colapso del sistema de salud”?

Asistimos a una etapa de relajación de la pandemia que parece explicarse por la existencia de cierto margen para evitar el “colapso del sistema sanitario”. Pero ¿qué elementos son considerados a la hora de medir esta variable? ¿Está contemplada en ella la situación del personal de salud? ¿Cuáles son las consecuencias, en términos humanos, de sostener este nivel de demanda hasta que llegue la vacuna?

Laura Fischerman* y Guadalupe Santana**

@lpescadora y puede_fallar

COMPARTIR AHORA

Desde el inicio de la pandemia, las medidas de aislamiento preventivo y obligatorio demostraron ser el único medio eficaz de reducir los contagios y evitar así el tan mentado “colapso del sistema sanitario” medido en base a la disponibilidad de camas y respiradores en unidades hospitalarias-. Sobre esa estrategia, el gobierno nacional, apoyado en el Ministerio de Salud, instrumentó todo el paquete de medidas sanitarias, económicas y de comunicación conocidas públicamente. 

Sin embargo, el lobby empresario y mediático desde los primeros días del decreto del ASPO, parte de la oposición en un rol irresponsable que incentiva manifestaciones de grupos anti cuarentena -minoritarios pero ruidosos-, sumado al entendible cansancio e incertidumbre que genera esta situación inédita, fueron socavando la legitimidad del aislamiento, y las bases científicas y biomédicas sobre las que se funda, e imponiendo una agenda flexibilizadora, sin demasiada racionalidad.

El relajamiento en el discurso y la acción oficiales, como concesión para alcanzar gobernabilidad, con sus variantes según el distrito, llegaron en el momento en que los contagios y las muertes exhiben números más que preocupantes. 

La escasa comunicación especializada no colabora con la incorporación de comportamientos responsables por parte de la ciudadanía y mucho menos los mensajes contradictorios que pretenden instalar que “vamos bien”, mientras se producen cientos de muertes diarias y miles de contagios.

Esta situación llega al paroxismo en la CABA donde hace unas semanas el jefe de gobierno fue “sorprendido” por el movilero de un noticiero mientras tomaba un café con su familia, en un gesto celebratorio de la apertura de los restaurantes e incentivando este tipo de encuentros. Parecen sumarse entonces factores que demuestran que la estrategia, para algunos, consiste en normalizar la convivencia con el virus, relativizando la gravedad o incluso la veracidad de la pandemia.

No extraña entonces el doble mensaje aleccionador que da, como encarnación de los sectores opositores al gobierno nacional, la gestión de Larreta. Frente a un reclamo gremial de enfermeres (que ya desde antes de COVID-19 se encontraban en conflicto ya que fueron descalificados de profesionales de la salud a empleados administrativos por parte del gobierno de la CABA), no sólo no se dio una respuesta favorable sino que fueron reprimidos brutalmente. Entonces, desestimar la profundidad de la crisis sanitaria excede el discurso de las ganas de ver a su sobrina por parte de un periodista, la necesidad irrefrenable de tomar una cerveza en un bar o de tener una cita romántica en el Parque Centenario y se resignifica como argumento para desacreditar exigencias gremiales del personal de salud, que se encuentra cotidianamente demandado por encima de su capacidad de respuesta.

Ante esta disociación entre la dramática realidad y las circulaciones sociales de sentido, intentan hacerse lugar voces de trabajadores de la salud de los más diversos ámbitos: Cartas abiertas de médicos, de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva, entrevistas, videos caseros, twits, etc. Se trata de iniciativas desesperadas que buscan colarse como pueden en el debate público. 

¿Qué nos están diciendo les trabajadores de la salud? 

En primer lugar, advierten sobre la situación crítica del sistema sanitario, que en algunos casos ya demuestra su colapso pero, sobre todo, intentan problematizar el criterio con el que se evalúa este estado: por la cantidad de camas y respiradores disponibles. Esta forma de medición no considera el factor humano (miles de trabajadores de la salud: profesionales de todas las disciplinas, técnicos, personal de limpieza de hospitales, administratives, etc.) que son parte indispensable y fundamental para el tratamiento de les pacientes y están expuestes al cansancio físico y psíquico y también al contagio y la muerte. 

Según ATE Nacional, al día 20 de septiembre, sumaban 110 muertes y 32.300 contagios entre trabajadores de la salud. A esta cifra se le puede sumar un dato interesante que es que la proporción de personal de salud que enfermó de COVID-19 en la CABA es menor que la que experimentó el personal de las fuerzas de seguridad de la ciudad. Esto demuestra que más allá del nivel de exposición al virus (que nadie cuestionaría que en hospitales y centros de salud es alto), las prácticas sociales en general y laborales en particular son determinantes a la hora de enfermar. Podría pensarse entonces que el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ya que no logra aumentar la planta laboral de salud para paliar la merma producida por contagios y aislamientos podría al menos restringir actividades y circulación de personas para optimizar el uso de sus establecimientos sanitarios y la disponibilidad de fuerza de trabajo. Esto ya trascendiendo el cuidado de sus propios trabajadores como estado empleador, sino alcanzando incluso al subsector privado, donde se ha producido una gran cantidad de los contagios de personal, y reconociendo la problemática del pluriempleo en el rubro. 

Sin embargo, el estrés laboral que sufren les trabajadores de salud no es un problema exclusivo de la capital argentina. Y las problemáticas son tan variadas como los tipos de contratación bajo los cuales se encuentran empleados. De cara a esto, no es un hecho menor que la fragmentación del propio sistema de salud se exprese en organizaciones sindicales de muy dispares proporciones y grados de representatividad. Aun así, luego de las manifestaciones llevadas adelante en el contexto del Día de la Sanidad (21 de septiembre), la Federación Sindical de Profesionales de la Salud (FESPROSA) sostuvo una reunión con el Ministerio de Salud de la Nación el día 24 de septiembre en la que elevó un pliego de reivindicaciones sobre cuestiones salariales, contractuales y de salud y medioambiente de trabajo, y llevará adelante una jornada de reclamos junto a ATE Nacional y CONADUH el día 6 de octubre. 

En este sentido es interesante remarcar que, mientras que en la CABA se reprime a trabajadores de la salud, en la Provincia de Buenos Aires, aun con demoras en la apertura de paritarias y condiciones históricamente precarias de trabajo en muchos casos, la respuesta política hacia el sector tiene un carácter radicalmente distinto. La gestión provincial hace gala de importantes gestos hacia les trabajadores de la salud a través del diálogo con los comités de crisis de cada hospital, una activa política comunicacional de apoyo, respeto y cuidado hacia el personal y su trabajo y medidas sin precedentes, como el pase a planta en forma directa de más de 1100 profesionales que finalizaron sus residencias en los establecimientos de esa jurisdicción.

Incorporar el factor humano a la gestión de la pandemia

Los ejemplos de gestión exitosa nos demuestran que no se trata solamente de reivindicaciones corporativas que deben ser escuchadas en este contexto tan particular, sino de ir más allá e incorporar a las representaciones institucionales y sindicales de estos actores en el diseño de la política sanitaria a nivel nacional y en todos los distritos. No podemos pretender que además de los denodados esfuerzos que ya están realizando para contener la devastación que genera la pandemia, recaiga sobre elles la tarea de desbordar las agendas comunicacionales de los grandes medios para instalar en la opinión pública el estado de alarma y pedir a la población que sea responsable y se siga cuidando.

Son les trabajadores quienes tienen el termómetro de lo que ocurre en sus lugares de trabajo y están en condiciones de sumar la variable cualitativa y humana a la medición del estado del sistema sanitario. El colapso no puede medirse tan sólo en cantidad de camas y de respiradores, debe considerarse una variable que nunca es constante porque detrás de ella hay personas. El cansancio físico y psíquico, la necesidad de rotación, el síndrome de burn-out, el nivel de contagios y muertes, son circunstancias que afectan al personal de salud y deben ser incorporadas en la gestión cotidiana.  

La pandemia puso al descubierto que somos les trabajadores quienes producimos la riqueza y hacemos andar el mundo. Les trabajadores de la salud son parte de la clase que mueve al mundo y nos están advirtiendo: hasta que llegue la vacuna, este nivel de demanda es insostenible. Es responsabilidad colectiva, del resto de la clase, pero sobre todo del Estado, escucharles y planificar una comunicación efectiva que contemple el factor humano en la gestión de la pandemia en el largo plazo.

*Bioquímica, Integrante del Movimiento Nacional de Salud Irma Carrica 

**Socióloga, Sec. de Juventudes de la Asociación de Empleades Judiciales de la CABA (AEJBA)

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Notas