28 septiembre, 2020
Guía para entender al dólar
Expectativas, miedos, desánimo colectivo, desconfianza, advertencias vía whatsapp y varios tipos de cambio inentendibles son algunos de los elementos que gravitan en la actualidad alrededor de esa obsesión tan argentina: el dólar.

El pasado 15 de septiembre se anunciaron un conjunto de medidas cambiarias bajo el objetivo de frenar la sangría de reservas, poco simpáticas para quienes resguardan sus ahorros en la moneda norteamericana y para unos cuantos que hacen negocio con la brecha cambiaria. Entre ellas, se destacan: la obligación de que las empresas reestructuren su deuda privada en dólares; la retención de un 35% en cada compra en moneda extranjera, a cuenta del impuesto a las ganancias y a los bienes personales, similar a la que rigió durante el último mandato de Cristina Kirchner; y el incremento del riesgo para los compradores de dólares mediante acciones y bonos (se compra un bono con pesos y se lo revende en dólares).
Como si fuera un ataque a la libertad individual y a su vez un ajuste salarial, la oposición política y mediática se esfuerza en instalar pesimismo y desgastar al gobierno. Claro, mientras más machaquen sobre una posible corrida, más cerca estará la crisis cambiaria. La llamada profecía autocumplida.
Ante un proceso de caída de reservas y presión sobre el tipo de cambio en el corto plazo la autoridad monetaria (BCRA) tiene al alcance de sus definiciones el siguiente menú de opciones:
- Devaluar la moneda e intentar contener los efectos inflacionarios (a juzgar por la experiencia reciente, casi imposible).
- Continuar liquidando reservas para cubrir la demanda e intentar ganar más tiempo. Con esta dinámica, entre abril y diciembre de 2019 el gobierno de Cambiemos perdió nada más y nada menos que U$35.000 millones.
- Subir la tasa de interés para atraer pesos al sistema financiero, asumiendo el costo de encarecer el crédito productivo. Así, durante la gestión de Cambiemos, la tasa de política monetaria pasó del 29% al 83%. Puede fallar.
- Limitar la demanda mediante medidas regulatorias y asumir los costos políticos.
A esta altura ya se darán cuenta de que todas las opciones son malísimas y desde ya coyunturales. Detrás de la falta de dólares, no hay otra cosa que un problema estructural de la economía argentina: la restricción externa. Bajo una simplificación algo ingenua podemos resumirlo como el excesivo requerimiento de dólares respecto a una oferta limitada. Vale recordar que si bien el escenario actual y el del año 2021 indican superávit comercial (ingreso de dólares), la crisis de los dos últimos años marca una sangría constante de reservas en concepto de pagos de deuda y fuga de capitales, entre otras.
¿Pero la responsabilidad le cabe al deseo dolarizador de los argentinos/as? Quizás un poquito de eso hay. Pero no, sin dudas no.
La lógica de valorización financiera, dolarización y fuga de capitales de una buena parte de nuestros empresarios tiene mucho que ver con las causas de la inestabilidad del peso argentino. A veces como estrategia de condicionamiento político, a veces simplemente como medida defensiva, en oportunidades coordinada y en otras no tanto. Concretamente, en estos meses, la demanda de dólares para la cancelación de deuda externa privada se constituyó como el principal factor de presión sobre las reservas del BCRA. En muchos casos dicha deuda en verdad expresa un crédito intrafirma, es decir de la casa matriz hacia la filial local, con lo cual responden más a un artilugio contable para fugar ganancias que a un pasivo real.
Bajo esta lógica los dólares no alcanzan para todos. No son suficientes para dolarizar ganancias, para pagar deuda privada, para resguardar los ahorros y para garantizar productos e insumos importados. Hace falta priorizar su destino, lo que implica tomar decisiones de carácter político, a veces ocultadas bajo planteos que “naturalizan” la supuesta “lógica neutral de los mercados”. Poco depende de la buena voluntad individual; por el contrario, la puja distributiva se despliega sobre una economía heterogénea y en permanente tensión.
¿Qué pasará de aquí en más? Difícil pronosticar un resultado final. Seguramente las presiones y las operaciones van a aumentar y el intento de mostrar como devaluación una situación que estrictamente no lo es, se combinarán con discursos apocalípticos apoyados por el cuadro de la pandemia y la crisis económica que esta vino a profundizar.
Para algunos la suerte acompaña y como Rubén le dice Bonifatti en Plata Dulce (1982) , “con una buena cosecha nos salvamos todos”. Para otros la pelea será más dura, en términos políticos y económicos. Para ello será crucial la iniciativa del gobierno, la capacidad regulatoria del Estado y el modo en que se encaren las discusiones centrales de la economía política argentina. Mientras tanto el desafío inmediato consiste en evitar las reacciones (esperables) de importadores (los cuales van a intentar adelantar operaciones), exportadores (habrá que trabajar para impedir la postergación de sus liquidaciones, garantizando así el ingreso de divisas) y desde ya instrumentar de forma inteligente una alternativa de ahorro para los sectores medios. En definitiva, el éxito o fracaso de las medidas tomadas hace tan solo 10 días dependerá del tino del gobierno para eludir el desgaste mediático, cabalgar la restricción cambiaria y ofrecer un horizonte de reactivación económica que atienda las demandas de los (exigentes) votantes del Frente de Todos, desarticulando a la vez el bloque social devaluacionista. Tarea insoslayable pero -por cierto- nada fácil.
En la agenda de los próximos meses, una de las citas políticas más importantes se dará con el FMI, a propósito de la renegociación de la insostenible deuda asumida por el gobierno anterior con dicho organismo. Incidirán en esa disputa elementos externos -relacionados con la geopolítica yanqui-e internos -vinculados con el balance social de la gestión saliente-. Para sostener allí una voz calma pero digna no contamos ya por suerte con agentes de los buitres, sino con un distinguido egresado de nuestra universidad pública, que viene de alcanzar un primer resultado. Lejos de cualquier triunfalismo, la presión en torno al dólar es palpable. El acoso mediático y económico puede traducirse en una corrida contra el peso de final abierto, con altos costos políticos para el gobierno y para el conjunto de los/las trabajadores/as. Gusten más o gusten menos, los antipáticos anuncios evitaron en lo inmediato una devaluación, aportando tiempo e iniciativa política. Los próximos meses pueden marcar el inicio de la pospandemia y una tendencia positiva de recuperación económica.
* Economista (UNLP)
**Economista. Especialista en Economía Política Argentina
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