28 agosto, 2020
Continúan las denuncias por parte de los trabajadores de COTO
Un empleado de la sucursal de Retiro dio su desgarrador testimonio ante la Secretaría de Derechos Humanos. Lo obligaron a trabajar siendo grupo de riesgo y su esposa falleció al contagiarse.

«Me respondió que si faltaba me iba a echar a la mierda”, dice una parte del testimonio que Christian, trabajador de la sucursal 160 de Retiro, presentó ante la Secretaría de Derechos Humanos. A finales de julio, Christian lamentó la muerte de su esposa, quien se contagió de coronavirus gracias a la desidia y explotación de la empresa. El empleado, luego de este terrible suceso, tuvo que recibir acompañamiento psiquiátrico y psicológico. Cuando se sintió lo suficientemente fuerte, eligió contar su terrible historia.
Christian se contagió de dengue en abril de este año en la zona de la Villa 31, uno de los principales focos de concentración de esta enfermedad. En la temporada de 2019-2020 se rompieron los récords históricos de contagio de dengue en nuestro país. Cuando se recuperó, los médicos le avisaron que pasaría a ser grupo de riesgo ante la pandemia del coronavirus: el dengue le había matado casi todas las plaquetas. Sin embargo, lo obligaron a incorporarse nuevamente al trabajo cuatro días antes de que termine su licencia.
En julio, Christian efectivamente se contagió de coronavirus. Cuando comenzó a sentir malestares, le avisó a su supervisor que se iba a ausentar por precaución. «Me respondió que si faltaba me iba a echar a la mierda, que lo único que quería eran días de vacaciones», contó.
Fue a trabajar con 38 grados de fiebre, y los delegados lo mandaron a hacerse el testeo. Mientras tanto, desde el sector de Recursos Humanos lo acusaron de estar exagerando, dijeron que se hacía la víctima, que «nadie de Operaciones se podía enfermar». Cuando el test dio positivo, Christian se aisló en su casa. Allí contagió a su mujer, que falleció tiempo después.
«Es la violencia que tiene COTO hacia vos. En Operaciones es así. Nos dicen que somos unos inútiles y peor también, malas palabras», denunció el empleado, que solicitó el cambio de sucursal para no cruzarse con su jefe, quien le provocó profundos daños psicológicos. «Cuando vuelva me van a echar, lo sé porque ya me lo dijeron. Me van a tener un mes, me van a inventar una causa y me van a rajar», sostuvo.
Christian, más allá de la tragedia a la que fue sometido, también evidenció las prácticas sistémicas de explotación y maltrato que se manejan en la empresa. Cuando alguien entra a la sucursal para robar comida «les mojan los pies y los meten en cámaras frigoríficas a -27º o los meten en compactadoras de basura y los dejan todo un día ahí».
«Nos obligan a pegarles. Yo me negué y me amenazaron con echarme. Si hay gente que no habla es por miedo. Y hay otra gente a la que le gusta, toman la violencia que ejercen de arriba hacia abajo», contó.
Esta última aclaración resulta escalofriante, pero no es ninguna novedad. El último viernes también se conoció el caso de un trabajador de la sucursal de Ciudadela que fue despedido tras ausentarse unos días preventivamente, ya que había tenido contacto estrecho con un compañero enfermo de coronavirus. El jefe de Operaciones del local y personal de seguridad, Luis Fernández, lo echó de la sucursal a los golpes.
A través de distintos decretos, el gobierno nacional estableció que están prohibidos los despidos en el plano privado y, de ocurrir, deben ser con doble indemnización. Nada de esto sucedió. “Llamé al Ministerio de Trabajo y me dijeron que estaba bien como procedí, pero en la empresa nadie da la cara. Tampoco el sindicato (Comercio). Hablé con las delegadas, pero no hicieron nada. Mandé un mensaje al sindicato y me dijeron que tenía que esperar el telegrama. Me arruinaron porque ahora conseguir trabajo está muy complicado”, destacó Luis Tedesco, el empleado despedido, en diálogo con Gestión Sindical.
Ninguno de estos casos se tratan de hechos aislados. En este portal hemos cubierto en otras oportunidades violaciones a los derechos humanos y laborales, amenazas por parte de las patronales, violencia verbal y física, además del aumento exorbitante de contagios entre los trabajadores del último eslabón de la empresa. Sin embargo, las cosas siguen igual que siempre, con los locales abiertos, los trabajadores expuestos a los peores tratos, y sin una correcta aplicación de los protocolos de salud.
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