27 agosto, 2020
Tu dinero no puede silenciarme
Frente a un nuevo asesinato racista por parte de la policia estadounidense, los jugadores de la NBA, más firmes que nunca, boicotearon la continuidad de la NBA frenando el negocio multimillonario. Sin eufemismos, es una huelga de jugadores en reclamo del racismo que apunta a un principal responsable: Donald Trump.


Hernán Aisenberg
Mientras los canales deportivos argentinos llenan horas y horas tratando de dilucidar el futuro deportivo de Lionel Messi para la próxima temporada, luego de que el jugador haya anunciado que estaría dispuesto a rescindir unilateralmente su contrato con el el FC Barcelona, la noticia deportiva que recorre el mundo entero es la huelga de deportistas yanquis ante el aumento de la violencia policial que sufre la comunidad afroamericana en Estados Unidos.
El domingo 23 de agosto, en el estado de Wisconsin, el joven Jacob Blake, de 29 años, recibió siete tiros por la espalda a quemarropa por parte de un efectivo de la policía local. Prácticamente le apoyó el arma en el cuerpo al disparar. La brutalidad de las imágenes pone de manifiesto el problema social. Cuando la policía asesina a sangre fría, mata en nombre del Estado, que debe hacerse responsable.
Esto es algo que tenemos claro quienes seguimos esperando el resultado de la autopsia del que podría ser el cuerpo de Facundo Castro, y los que seguimos exigiendo justicia por Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, Darío Santillan, Maximiliano Kosteki, Carlos Fuentealba, Luciano Arruga, Walter Bulacio, sólo por mencionar algunos casos argentinos.
Pero así como en Argentina tuvimos un presidente que premiaba esta actitud policial y la condecoraba públicamente en la Casa de gobierno, se sabe que durante la gestión Trump -y gracias a sus discursos llenos de odio- han aumentado los casos de personas que sufren el racismo desde las instituciones estatales, amparados bajo una placa policial y apoyados sin duda por el poder político. Sin embargo, en EE.UU. los deportistas eligieron una vez más levantar su voz.

Después del episodio de Floyd en Minnesota, muchos discutían si los deportes debían comenzar sus actividades cuando resolvieran los protocolos de sanidad, o si debían suspenderlas en reclamo a las políticas racistas del gobierno de Trump. La negociación con los dueños de las ligas fue retomar con una campaña publicitaria contra el racismo y la violencia policial que recorriera el mundo: Black Lives Matter.
En aquel momento los más escépticos dijeron que eso iba a significar que el “show must go on”, que los jugadores terminan obedeciendo a sus patrones y que iba a terminar lavándole la cara al poder. Por otro lado, estábamos los más convencidos de que el deporte no tapa ni oculta, sino que expone, amplifica y magnifica. No todo es pan y circo, los dueños de los negocios del deporte solo controlan esa parte, el negocio.
El deporte le pertenece a la sociedad, y en especial a los y las deportistas que no son gladiadores del coliseo romano, no son esclavos y esclavas a merced del negocio deportivo, aunque algunos no lo entiendan. Saben que pueden ganar un dinero sideral, llenarse de fama y recorrer el mundo en aviones de lujo, pero que esa vida dura un tiempo. Digamos que lo toman “prestado” por tener talento, pero la mayoría recuerda siempre que nacieron en los mismos barrios, con los mismos problemas que el resto, comen la misma comida y sienten las mismas injusticias.
En el caso del básquet incluso, donde el porcentaje de jugadores afroestadounidenses es aún más grande que en otros deportes, sus millones y su popularidad no los exoneran del maltrato y la violencia. Por eso tampoco se los exime de la responsabilidad de ser voceros de esa lucha que la mayoría eligió representar. Aprovechar el espacio y el micrófono que les brindó su talento para generar un cambio.

No es casualidad que el primer partido en suspenderse es en la NBA y es justamente el que tenía como protagonista a Milwaukee Bucks, del Estado de Wisconsin, donde intentaron asesinar a Jacob Blake. Los Bucks luego de una conversación que mantuvieron con el Gobernador decidieron boicotear el partido en la entrada en calor. No pensaron en el rival ni en el resultado ni en las consecuencias. “Esto es solo un juego” sostuvieron.
Justamente el 2 de julio de este año, Sterling Brown, uno de los jugadores de los Bucks, publicó un artículo en el blog yanqui “The Players Tribune”, donde contaba una historia que le había ocurrido a él mismo dos años atrás en un estacionamiento, ya siendo un recconocido jugador de la ciudad, aunque poco le importó a los policías que lo acorralaron y lo apuntaron por el simple hecho de ser un negro en un auto de lujo que había estacionado mal.
“No solo luchamos por la igualdad y la justicia, estamos luchando por nuestras VIDAS. Estamos luchando para no tener que movernos con miedo en un país que construimos. Es una locura, pero estamos luchando por lo que ya tenemos. ¡Nuestras vidas! ¡Nuestra LIBERTAD!” dijo el jugador que, además, cuenta que el gobierno de la ciudad de Milwaukee le ofreció 400 mil dólares a cambio de su silencio para encubrir a estos policías. La traducción del título de la nota es “Tu dinero no puede silenciarme”.
Obviamente que en los papeles Milwaukee perdió el partido por no presentarse, pero los jugadores de Orlando ya anunciaron que no aceptaran esta victoria en el escritorio en solidaridad con sus colegas, sumándose al reclamo. Inmediatamente después, con el consenso de las grandes figuras y el acompañamiento del gremio (NBPA, por sus sigla en inglés), se suspendieron todos los partidos de la jornada del miércoles y están en duda los de este jueves. Luego de suspender su partido con Los Lakers, LeBron James, el símbolo de la NBA de hoy día, fue muy contundente al echarle la culpa a Trump de toda esta situación. En su cuenta de Twitter escribió en letras mayúsculas: “FUCK THIS MAN. WE DEMAND CHANGE. SICK OF IT” (al carajo con este tipo, demandamos un cambio. Esto me enferma).
Otro de los que apuntó contra la dirigencia política fue el entrenador de Los Angeles Clippers, Doc Rivers, uno de los cinco afroestadounidenses en ganar un título de la NBA como Director Técnico. “Lo que me llama la atención es oír a los republicanos y a Donald Trump decir que tienen miedo. Es a nosotros a los que matan, a los que disparan. A nosotros no nos dejan vivir en ciertos sitios, a nosotros nos colgaban. Y no dejamos oír hablar de miedo” dijo Rivers en la conferencia de prensa del martes a la noche al borde del llanto. Lo remató con una pregunta que dejó pasmados a los periodistas: “¿Por qué seguimos amando a este país y el país no nos devuelve ese amor?”.
“Propietarios y oficinas centrales de la NBA, nadie vio venir esta ola de boicot de los jugadores. Este es un punto de inflexión para la NBA y para los deportes profesionales en Norteamérica”, redactó en su cuenta de Twitter Adrian Wojnarowski, uno de los periodistas más prestigiosos que siguen a esta liga, quien adelantó que habrá un antes y un después de esta huelga.
Lo que Woj adelantó no tardó en llegar. La huelga de jugadores y jugadoras se extendió a la WNBA (la NBA femenina), los torneos de fútbol femenino y masculino organizados por la Major League Soccer (MLS), y los partidos organizados por la Major League Beisbol (MLB). La organización Black Players for de Change que reune a los jugadores negros de la MLS anunció el acompañamiento y que van a sostener la huelga por la defensa de la igualdad racial y los Derechos Humanos.
Asimismo, los empresarios que manejan el fútbol estadounidense se adelantaron y publicaron oficialmente que la MLS decidía suspender los encuentros programados, pero el canadiense que juega en Los Angeles, Mark Anthony Kaye, le salió al cruce irónicamente: “Los jugadores tomamos la decisión. Por favor corrijan la redacción”.
Kei Kamara, jugador de Colorado subió una foto del plantel diciendo: “Los jugadores y cuerpo técnico decidimos en conjunto no jugar porque están pasando cosas más importantes en nuestro país para distraernos con el fútbol. Esta es la primera vez que estoy de acuerdo con decir ‘esto es solo un juego’”.
Pero para los dueños del circo esto no es solo un juego, son sus negocios. Ellos son socios muchas veces de esas políticas de violencia, segregación, racismo y machismo, y probablemente sean ellos los que pierdan dinero por un partido que se frena o un campeonato que no termina. Lo llamativo es que para los medios deportivos argentinos, que deberían estar contando las noticias de deportes, sigue siendo más importante la novela de Messi que esta situación inédita.
Los más cínicos podrán decir que Messi también se está enfrentando al Presidente del Barcelona y reclamando ser escuchado. La diferencia esencial es que Lionel no habló públicamente con nadie, sus reclamos son personales y es parte de una negociación entre él y el club con el que tiene contrato. Una discusión que nada tiene que ver con el deporte, sino con los negocios de Messi y los de su empleador.
Por suerte todavía existimos los que pensamos que el deporte es otra cosa. Mucho más linda, más solidaria, más colaborativa, más comprometida, más colectiva. Los y las deportistas, cobren millones o no, son los verdaderos dueños y dueñas del deporte, y saben que por su talento tienen un poder. Nada mejor que ponerlo al servicio de causas que crean justas. Como siempre, el pan y el circo no viene desde adentro de los estadios sino de todo lo que los rodea.
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