El Mundo

7 agosto, 2020

La pandemia del racismo en Wallmapu y Chile

Tomas de cinco intendencias en apoyo a la huelga de hambre que vienen llevando adelante presos mapuche culminaron el pasado fin de semana en un enfrentamiento entre los manifestantes mapuche y grupos “anti indígenas”, con posterior represión policial. La violencia crece en la Araucanía,

Pablo Mariman*

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En los momentos que empiezo a escribir esta crónica, se lleva a cabo por carabineros el desalojo de comuneros mapuche que tenían “tomada” la municipalidad de Tirua. Se trata de una localidad a las orillas del mar, en la costa del Gulumapu. La situación si bien tiene un contexto puede prestarse a confusión debido a que el alcalde de ese municipio (Adolfo Millabur) es un líder mediático que aboga por los derechos mapuche.

¿Por qué esto sería noticia? Porque hace menos de una semana en una ocupación de 5 municipalidades por comuneros, dos de ellas resultaron quemadas en confusos incidentes y dos fueron desalojadas en una actuación conjunta entre fuerzas especiales y población civil local.

La participación de estos últimos (en toque de queda por la pandemia) aparece como algo inaudito, aunque la historia lo puede desmentir. Sin embargo, esta vez un grupo de chilenos se hizo eco de Gloria Naveillan, lidereza de una red fascista Asociación de Paz y Reconciliación en la Araucanía (Apra) que llamó –ante la supuesta inoperancia del gobierno y la fuerza pública- a desalojar con palos a quienes mantenían la ocupación. El resultado fue una noche de violencia, donde imágenes enterradas de la historia volvían a aparecer esta vez circulando por los celulares.

Chile está sensible y recogida confirmando que lo mapuche ha gravitado siempre en la historia nacional y viceversa. Las horas y días que han pasado han venido sumando más acciones e imágenes que impactan. La furia de la fuerza pública se ha desencadenado contra toda manifestación. Y si bien no pueden ocupar todo su arsenal contra los manifestantes en la ciudad, si lo hacen en los pueblos y zonas rurales disparándoles al rostro y cuerpo.

¿Cómo se llegó a esto? En lo inmediato, la ocupación de las municipalidades era una forma de llamar la atención sobre la huelga de hambre que los presos políticos mapuche llevan por más de 90 días. Incluyendo a un machi, autoridad ancestral acusado de un crimen de dudosa atribución. En un país donde los trabajadores y estudiantes paran haciendo ocupación de sus dependencias, nadie, a excepción de la fuerza pública, osaría sacarlos para golpearlos y quemarles sus pertenencias. Pero esta vez así fue. Por eso la palabra racismo se copia y recopia, y encabeza estas letras.

Por lo visto -y lo vienen denunciando las declaraciones, opiniones y análisis posteriores a los hechos- el último cambio de gabinete del gobierno deslegitimado de Piñera, dejó a cargo del Ministerio del Interior, Víctor Pérez, al ala dura de la derecha. La misma que había sido alejada del poder luego del crimen de Marcelo Katrillanka por el grupo de elite de carabineros y por los montajes de la llamada “operación huracán” contra líderes mapuche que defienden sus derechos políticos y territoriales.

Asumido el ministro Pérez, anunció su visita a la región de la Araucanía. No para resolver el tema de los huelguistas, sino a instruir a sus subordinados de la necesidad de desalojar los municipios tomados. Es decir, no atendió a las causas (la huelga) como si a los efectos (la ocupación) permitiendo que la presión aumentara y que en un golpe de audacia lo canalizara el fascismo local al costo que eso ha generado. No dejándose hasta ahora de producir terrorismo de Estado, violencia física y simbólica de carácter racista, manteniendo al mapuche (y a la mayoría chilena que apoya) en estado de alerta y movilización en un contexto de pandemia que la dificulta.

Las cuestiones estructurales

El país mapuche, el wallmapu, es parte de un territorio ancestral de Abya Yala. Sus fronteras iban de océano a océano en el cono sur americano. Si bien la conquista española altero en parte esta continuidad territorial y social, fueron las repúblicas emergidas en el siglo XIX quienes se impusieron terminar con su independencia y soberanía.

Los mapuche -a diferencia de buena parte de los pueblos originarios del continente- no vivieron los siglos de colonialismo Español. Sin embargo, esa condición la instauraron Chile y Argentina en guerras que establecieron un colonialismo interno que los segregó más el asentamiento de colonos cuyos descendientes lideran el fascismo actual.

Con esta historia a cuestas, el discurso mapuche contemporáneo ha exigido y gestionado que sus derechos político territoriales, económicos, sociales y culturales, sean no solo reconocidos sino practicados. Uno muy sensible es la restitución de los territorios despojados. Y otro, la gobernabilidad. En Chile, la dictadura cívico militar retrotrajo las conquistas de la reforma agraria no solo al pueblo chileno, sino también mapuche. Los gobiernos civiles que le siguieron declararon reconocimientos tan solo culturales y fondos de inversión productiva y de compra de tierras según el paradigma multiculturalista. Pero no han resuelto lo que otorga el convenio 169 y la declaración de la ONU en materia de libre determinación.

Los pueblos unidos jamás serán vencidos

El llamado despertar o estallido, como nombraron otros medios, terminó por echar abajo la careta de “oasis” que la propaganda neoliberal difundía para vender su producto y ocultar las tremendas desigualdades del modelo.

La dignidad llegó para sacudirse entre otras cosas de la obnubilación que mantenía separados a los pueblos. Ellos se comunicaron simbólicamente por medio la wenufoye (bandera mapuche) que empuñaba la mayoría de los chilenos en marchas y concentraciones, pero también de forma escrita y oral.

El mensaje del lado mapuche fue precisar que su lucha no era tan solo por el alza de 30 pesos en la tarifa del transporte público, tampoco y tan solo por los ultimo 30 años de gobierno posdictatorial. Sino por una lucha centenaria, anticolonial que se centra en valores de respeto (yamuwün), defensa (inkawün) y coexistencia (itrofill mongen).

Los pueblos apelan a su autodeterminación (kizungünewün). Kizulelaiñ dicen los mapuche al sentirse coexistiendo con otras formas de vida que igual gozan de respeto y deben ser defendidas ante el extractivismo. Estas aspiraciones quizás se inscriban en el momento abierto desde el 18 de octubre y que plebiscitara este próximo 25 de octubre la posibilidad de una constituyente.

Las desconfianzas sembradas y los traumas vividos en la historia, son acentuados ahora por el desorden que el terrorismo de Estado está sembrando en estos precisos momentos. Se juegan horas, días y semanas cruciales en que un muerto caminando, como es el actual gobierno y su modelo, trata de lograr su cometido dividiéndonos y oponiéndonos, azuzando los supremacismos étnicos criollos. Está en nosotros y nuestros aliados no dejarnos provocar ni caer en su estrategia.

*Miembro de la Comunidad de Historia Mapuche – Centro de Estudios e Investigaciones Mapuche (CHM-CEI)

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