Batalla de Ideas

2 agosto, 2020

«Tiempos interesantes»

Cuatro meses de cuarentena: postales de una coyuntura compleja, entre la política sanitaria y la disputa por el día después de la pandemia.

Fernando Toyos

@fertoyos

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Durante la última semana, en la que los contagios de coronavirus alcanzan sus valores más altos hasta el momento, el Gobierno Nacional siguió mostrando cierta capacidad de marcar agenda, aunque tal vez no de la mejor forma. Al último show del ministro Sergio Berni -que copó las portadas de la semana pasada- lo sucedió el debate sobre el proyecto de Reforma Judicial presentado por el Ejecutivo. Como sucedió con otras iniciativas, como la anunciada y nunca concretada expropiación de Vicentin y el proyecto de impuesto a las grandes fortunas, la propuesta fue duramente cuestionada por la oposición, que convocó a nuevos cacerolazos y movilizaciones.

La necesidad de una profunda reforma del eso que llamamos justicia –y deberíamos llamar, en virtud de la precisión, Poder Judicial– es innegable: consultando las encuestas de Latinobarómetro, puede constatarse que dos tercios de la sociedad evalúan negativamente el desempeño de este poder del Estado. Si la problemática del delito es bien conocida en grandes aglomeraciones como el AMBA y Rosario -recientemente sacudida por el asesinato del exconcejal del partido Ciudad Futura, Eduardo Trasante- nuestro Poder Judicial está asociado a los más diversos casos de impunidad.

Alrededor de esto último, la oposición construyó una estrategia discursiva basada en una premisa a tono con las teorías conspirativas de estos tiempos: todo se trataría de una gigantesca maniobra realizada con el único objetivo de “garantizar la impunidad” de la vicepresidenta Cristina Fernández. Tanto los periodistas de derecha, como algunos que repiten el mismo discurso con pose moderada, pusieron el grito en el cielo por la presencia de su abogado, Carlos Beraldi, en un consejo que asesorará al Presidente en materia de la reforma.

Poco importó la composición plural y la solidez técnica de les juristas propuestos, entre los que se cuenta León Arslanian, uno de los integrantes del tribunal que condenó a las Juntas Militares. Tampoco se repara demasiado en la presencia de la ex-candidata macrista a Procuradora General, Inés Weinberg de Roca, cuya candidatura no consiguió los dos tercios del Senado para suceder a Alejandra Gils Carbó, quien -desplazada por el macrismo- dejó el cargo vacante hasta el día de hoy. ¿Logrará el Gobierno conseguir este acuerdo para designar a Daniel Rafecas en ese cargo?

Según el análisis del periodista Gabriel Sued, la iniciativa oficial de avanzar con esta reforma complicaría el panorama en la Cámara Alta, dado que contribuye a aglutinar a la oposición en el rechazo a la misma, profundizando la dinámica de polarización que el propio Alberto se proponía desarmar. Si las pretensiones de recomponer cierto centro político sobre la base de un modelo de corte neodesarrollista -más moderado en su faceta redistributiva de lo que fue el kirchnerismo- podían resultar (a fuerza de optimismo) razonables a fines de 2019, el hundimiento económico provocado por el coronavirus da por tierra con tales expectativas. La decepcionada declaración de Alberto Fernández, quien se sorprendió de que “la gente” no “saliera a festejar” la expropiación de Vicentin, es una expresión precisa de la imposibilidad de avanzar sobre los grandes capitales sin desandar, al menos parcialmente, su apuesta por “desengrietar”, económica, política y socialmente, a la Argentina.

Como lo ilustra un informe presentado esta semana por la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, el coronavirus está provocando una nueva “década perdida” en la región, con un retroceso del PBI per cápita y los niveles de pobreza a valores de hace 10 y 14 años atrás, respectivamente.

La curva se acelera y la situación social es cada vez más acuciante. Sin embargo, según los datos del consultor Artemio López, el Gobierno Nacional sigue convocando un nivel de apoyo de un 65%. Se trata de un capital político altísimo, considerando que el Área Metropolitana de Buenos Aires lleva ya cuatro meses de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio ininterrumpido, mientras muchos otros distritos –que tuvieron la posibilidad de flexibilizar las medidas sanitarias tiempo atrás- se ven obligados a volver atrás ante el aumento de los contagios.

Este cúmulo de apoyos que el gobierno del Frente de Todes logró construir, a partir de una política sanitaria acertada, es una valiosa oportunidad de implementar medidas progresivas que marquen la cancha de cara a la post-pandemia. Como, por ejemplo, efectivizando de una vez el impuesto a las grandes fortunas, no solo para descargar (parcialmente) el enorme costo de las medidas de contención como el IFE y la ATP, sino para sentar un importante precedente de cara a un escenario económicamente muy complejo para los tiempos que vienen.

Las fuerzas del campo progresista y de izquierda tienen, en este escenario, la tarea de sostener las redes de organización y contención que saben desplegar en sus territorios. Ante una pandemia que nos obliga al aislamiento, las tareas grises de la militancia son, hoy, más imprescindibles que nunca: son organizaciones de este tipo las que conquistaron un subsidio para les investigadores en formación del CONICET y la Universidad Nacional de La Plata, entre otros organismos.

Son, también, redes de organización aquellas que, desde el feminismo popular, lograron la inclusión de las tareas de cuidado dentro de la recientemente sancionada Ley de Teletrabajo. Entre tantos otros ejemplos. Los tiempos que corren, se sabe, son tiempos difíciles, o “tiempos interesantes”, como diría el historiador marxista Eric Hobsbawm, pero esto tiene su lado positivo: son tiempos de estas características los que alumbran la esperanza para los tiempos que vendrán.

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