14 julio, 2020
Roger Stone, el monje negro perdonado por Trump
Histórico lobbista republicano en Washington, fue el cerebro detrás de la candidatura que llevaría al magnate neoyorquino a la presidencia de Estados Unidos. Había sido condenado en febrero por la supuesta interferencia rusa en las elecciones de 2016.


Nicolás Zyssholtz
El viernes 10 de julio, la Casa Blanca anunció que Donald Trump le había concedido un indulto a su amigo y ex asesor de campaña, el histórico estratega republicano Roger Stone, que estaba a punto de comenzar a cumplir una sentencia de 40 meses por falso testimonio e intimidación de un testigo en el marco de la investigación sobre la influencia rusa en las elecciones de 2016.
“Roger Stone es una víctima de la estafa rusa que la izquierda y sus aliados en los medios llevaron adelante por años en un intento de socavar la presidencia Trump”, asegura el comunicado oficial que anuncia el perdón.
Aunque la decisión del presidente ultraderechista de evitar la pena de prisión para su amigo y compañero de andanzas no es una sorpresa, si permite devolver a la superficie a una figura que fue determinante para que el Partido Republicano llegara al gobierno en 2016.
El pantano

“Drain the swamp” (drenar el pantano, en inglés) fue uno de los principales slógan de campaña de Donald Trump. Se refería a la “suciedad” que invadía la forma de hacer política en el país, a la vez que jugaba con el mito de que Washington, D.C., la capital, fue construida sobre el pantano que rodea el río Potomac.
Pero el autor de esa frase, y de tantas otras, fue Roger Stone, el pantano personificado. Operador de campaña desde muy joven, trabajó para Richard Nixon (al que lleva tatuado en la espalda) y debió declarar en el juicio político por el escándalo de Watergate, que terminó con la única renuncia en la historia de un presidente estadounidense; seis años después, fue parte importante de la campaña de Ronald Reagan que recuperó el entusiasmo conservador a nivel global; asesor de su sucesor, George H.W. Bush; y miembro de la campaña del candidato republicano en 1996, Bob Dole, hasta que un escándalo sexual lo obligó a renunciar.
Con perfil más bajo, jugó un rol lateral pero importante en la llegada a la presidente de George W. Bush en 2000, ayudando a destruir desde adentro al llamado Partido de la Reforma, que se había llevado muchos votos republicanos en las dos elecciones anteriores con la candidatura de Ross Perot. El personaje que utilizó para llevar adelante esa implosión fue un buen amigo suyo desde los años 80’: Donald J. Trump. Con el mismo desparpajo fascista que lo llevó a la presidencia 16 años después, el magnate neoyorquino se encargó de convertir a la Reforma en un caos y en destruir a quien eventualmente ganaría la primaria, Pat Buchanan. El partido pasó de obtener el 8,4 por ciento de los votos en 1996 a solamente el 0,43 en 2000.
Fuera de la política partidaria, aunque siempre republicano, se destacó durante décadas como uno de los principales lobbistas políticos de Washington. Con sus socios Charles Black y Paul Manafort, representó intereses de algunas de las dictaduras más sanguinarias del planeta, como la de Mobutu Sese Seko en Zaire y Ferdinand Marcos en Filipinas. Así se conoció con Trump: trabajando para lograr rebajas de impuestos y subsidios para sus casinos en el estado de New Jersey.
“Estoy orgulloso de mi trabajo en Black, Manafort & Stone porque hice un montón de dinero, y no puedo pensar en nada que haya hecho que sea ilegal o inmoral”, asegura en el documental de Netflix Get Me Roger Stone.
MAGA

Su creación más brillante, esa que aparece en gorras rojas a lo largo y ancho de los Estados Unidos, es el slógan “Make America Great Again” (Hacer a Estados Unidos grande de nuevo), MAGA. Solamente que no es su creación, sino simplemente una muletilla muy usada por Ronald Reagan.
Lo que sí es su obra de arte es el “ideario” del Donald Trump candidato y luego presidente: nostalgia conservadora, ley y orden, el regreso a un pasado glorioso que se perdió. Todo eso servido con una buena porción de racismo, porque la explicación a ese pasado perdido es la inmigración latina y el (relativo) empoderamiento de la población afroamericana.
Stone logró construir ese discurso que conectó eficientemente con la clase trabajadora blanca profundamente empobrecida, víctima de la pérdida de empleo que trajo la globalización. Y, además, logró dominar un arte hecho a su medida: el de las fake news.
Fue el creador -o al menos gran impulsor- de la teoría racista que asegura que Barack Obama, primer presidente afroamericano, no era estadounidense sino keniata y que por ende debía ser destituido (una teoría que para 2015 solamente era sostenida por Donald Trump y sus acólitos), o de la denuncia a Bill Clinton como violador serial y a Hillary Clinton como su encubridora.
Rusia

Roger Stone fue sindicado como el responsable del gran escándalo de la campaña presidencial de 2016: la filtración de miles de correos electrónicos de la campaña de Clinton a través de WikiLeaks. Desde el principio, los demócratas denunciaron que el hackeo era obra de Rusia y que el gobierno de Vladimir Putin estaba trabajando activamente para que Donald Trump sea electo.
La investigación en el Congreso comenzó a los pocos meses de la asunción del republicano y no logró probar ningún lazo que uniera a la inteligencia o a los capitales rusos directamente con el ocupante de la Oficina Oval. Sin embargo, sí llegó a demostrar que Paul Manafort, jefe de campaña de Trump y exsocio de Stone, había recibido pagos millonarios del Partido de las Regiones ucraniano, aliado al gobierno ruso. Por ese hecho, Manafort recibió una condena de más de 6 años de prisión.
Eventualmente Stone también fue juzgado pero, a pesar de estar acusado de ser el lazo entre WikiLeaks y la campaña de Trump, solamente fue condenado por obstrucción a la justicia, perjurio e intimidación a un testigo. Recibió la mencionada pena de 40 meses de prisión en enero de 2020.
Pero amigos son los amigos, y una vida en el corazón de las tinieblas eventualmente trae beneficios. Roger Stone, gracias a Donald Trump, no va a pasar un minuto en la cárcel. Para su alegría, en noviembre hay una nueva elección presidencial.
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