3 julio, 2020
El día que las mujeres votaron por primera vez en América del Sur
El 3 de julio de 1927 se realizó en el pueblo uruguayo de Cerro Chato un plebiscito consultivo para definir a qué departamento del país debía pertenecer dicha localidad. Podría haberse tratado de un hecho intrascendente, de no ser porque en aquella jornada las mujeres votaron por primera vez en la región.

Cerro Chato se construyó, como muchos pueblos del continente, alrededor de una estación de ferrocarril. Si bien la misma se encontraba en el departamento de Durazno, estaba en el límite con Florida y Treinta y Tres. El poblado creció sin tener en cuenta estas fronteras, y quedó geográficamente ubicado en las tres jurisdicciones.
Sin embargo, en 1921 los representantes nacionales de Treinta y Tres presentaron un proyecto de ley por el cual Cerro Chato quedaba bajo la jurisdicción municipal de su departamento. Esto desató una polémica, y se formaron inmediatamente en el pueblo comités y asambleas a favor de la pertenencia a los distintos distritos.
Tras varios años de disputas, finalmente el gobierno nacional decidió convocar a un plebiscito consultivo con el objetivo de tener un panorama más claro del sentir popular, y así alivianar las tensiones.
Las mujeres pueden votar
El 31 de mayo de 1927 la Corte Electoral dictó un decreto convocando a los comicios en Cerro Chato. Pero este tenía una particularidad, en su artículo 10 señalaba: “Las personas sin distinción de nacionalidad y sexo que deseen intervenir en el plebiscito deberán inscribirse previamente en el Registro que abrirá la Comisión Especial Parlamentaria”. De esta forma habilitaba por primera vez a las mujeres a ejercer el voto dentro de un marco legal.
Esta resolución no había surgido de la nada. Formalmente la Constitución uruguaya de 1918 -que estableció el sufragio universal masculino y secreto- habilitó el derecho de las mujeres a elegir y ser elegidas, pero condicionándolo a una reglamentación que luego no se llevó a cabo. Amparada en ese marco legal, la Justicia electoral uruguaya permitió la excepción en Cerro Chato.
No obstante, la Comisión de Vecinos de Treinta y Tres, que estaba compuesta en su mayoría por mujeres y defendía el proyecto de anexión a ese departamento, emitió una proclama convocando a la abstención. “Nosotros tenemos un arma notable: la abstención. Hemos de esgrimirla cerrochatenses para cruzar el paso a las burlonas turbas de reclutados que quedarán absortas en su deleznable posición mercenaria”, sostenía el texto.
“Por el derecho de Treinta y Tres que flamea airosamente en todo el progreso de Cerro Chato; por el afecto a nuestra causa que es tan respetable como el mismo honor; por el decoro de nuestra democracia que aborrece las mascaradas electorales: Absteneos”, añadía.
En la vereda opuesta, la Comisión de Mujeres de Durazno, liderada por Modesta Fuentes de Soubiron, hizo una amplia campaña convocando a votar.
Desde todo punto de vista el triunfo fue para las y los partidarios de la anexión a Durazno. En primer lugar porque esa fue la opción más votada. Pero también porque la campaña de abstención fracasó, ya que se inscribieron el 75% de las personas en condiciones de hacerlo y emitieron su voto el 94% de ellas.
A pesar del resultado, el gobierno central de Montevideo decidió hacer caso omiso a la voluntad mayoritaria, y al día de hoy Cerro Chato sigue siendo administrado por los tres departamentos.
El voto femenino en Uruguay y América Latina
Recién cinco años después del plebiscito, el voto femenino alcanzó formalmente a todo el territorio uruguayo. Fue mediante la Ley 8.927 del 14 de diciembre de 1932, impulsada por los legisladores colorados Pablo Minelli y César Batlle Pacheco.
Un golpe de Estado encabezado por Gabriel Terra en 1933 puso en suspenso la aplicación de la nueva legislación, aunque finalmente este derecho fue incluido de manera expresa en la Constitución de 1934. De todas formas, en el plebiscito que ratificó la nueva carta magna, realizado el 19 de abril de ese año, las mujeres no participaron.
Hubo que esperar hasta las elecciones del 27 de marzo de 1938, en las que fue electo presidente el colorado Alfredo Baldomir, para que las mujeres pudieran finalmente votar en Uruguay.
Previamente Ecuador había legalizado el sufragio femenino en 1929, Brasil en 1932, Chile en 1934 y Argentina en 1947. Por su parte, en México, si bien el voto femenino fue legal a partir de 1953, el Estado de Yucatán lo había habilitado para las elecciones municipales y estaduales en 1923.
Estas conquistas se abrieron paso gracias a décadas de lucha de organizaciones de mujeres (lo que dio en llamarse el movimiento sufragista a nivel internacional), del cual formaron parte algunas pioneras cuyos nombres siguen siendo bandera del feminismo.
Se trata -entre tantas otras- de Cecilia Grierson (primera mujer en estudiar y practicar la medicina en la Argentina), Julieta Lantieri (médica, fundadora del Partido Feminista Nacional, diputada y asesinada por un integrante de la Liga Patriótica en 1932), Olga Poblete (primera catedrática universitaria en América Latina), Matilde Hildalgo de Procel (primera mujer ecuatoriana en doctorarse en Medicina, primera en votar en una elección democrática en el continente y también primera mujer en ser electa para un cargo), o Hermila Galindo de Topete (mexicana, fundadora de la revista Mujer Moderna en 1915, en la que promovía la educación laica y la educación sexual, entre otros temas).
Varias de ellas mediante acciones legales individuales lograron participar de distintas elecciones, hasta décadas antes que la norma corriera para todas las mujeres. Fue su impulso y el de un creciente movimiento en Europa y Estados Unidos, el que terminó cristalizándose primero en Cerro Chato y después en la legislación de todo el continente.
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