Educación y Ciencia

11 junio, 2020

Privados (de derechos): suspensiones y despidos encubiertos en un colegio de CABA

Desde que empezó el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, incontables patronales se negaron a pagarles los sueldos a sus empleades. Las distintas empresas desconocieron así, de forma sistemática, el DNU 297/2020. En este caso, más de treinta trabajadores del Colegio Norbridge (CABA) pelean por sostener sus fuentes de ingreso, mientras peligra su estabilidad laboral.

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Es de público conocimiento el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 329/2020 que prohíbe los despidos, vigente desde el 31 de marzo. Son también de público conocimiento el DNU 297/2020 y su correspondiente reglamentación desde el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, los cuales establecen que les trabajadores tienen el derecho a percibir la totalidad de sus salarios mientras dure el período de cuarentena obligatoria. 

Sin embargo, personas como el multimillonario Daniel Ricart, dueño del Colegio Norbridge (sedes CABA, Del Viso y Mendoza) y presidente de la Fundación Ricart (una ‘’asociación civil sin fines de lucro’’), han encontrado distintas formas de sortear los límites de la legalidad. 

Daniel Ricart es levantado en diferentes periódicos digitales por su supuesta ‘’responsabilidad social’’, bajo motes como el de ‘’el solidario’’. Sin embargo, Ricart es el responsable directo de generar contratos fraudulentos e ilegales por diez meses, y de abonar salarios no-registrados a quienes realizan tareas docentes durante todo el año.

Utilizando esta curiosa modalidad, la institución que preside se salva de abonar los aumentos correspondientes a la antigüedad y, por supuesto, los sueldos de los meses de enero y febrero de muches de sus empleades. Además, empleando a numeroses trabajadores de manera ilegal (pagándoles en efectivo, en un sobre), evade las contribuciones patronales que debiera abonar si les empleara formalmente. 

Otro de los accionares del señor Ricart, son las cuotas exorbitantes que les cobra a les alumnes de la institución. Mientras aumentan las cuotas, los salarios de muches de les trabajadorxs no llegan a cubrir el monto de la Canasta Básica Familiar. 

¿A dónde irán esos porcentajes de aumento de las cuotas que no se traducen en aumentos en los sueldos de les trabajadores? ¿A dónde irán las sumas recaudadas desde su fundación ‘’sin fines de lucro’’ mediante la cual, supuestamente, sostiene a las distintas sedes de su escuela? Las irregularidades por las cuales en el año 2017 la Dirección General de Educación de Gestión Privada de la CABA le quitó el subsidio estatal a la institución, vuelven a quedar al descubierto. 

A todo esto se suma el hecho de que muches de quienes trabajan en el Colegio Norbridge ven sus derechos vulnerados por una reiterada violencia simbólica: las autoridades, mediante diversos comentarios, desvalorizan el trabajo que realizan todos los días, alegando que ‘’trabajan pocas horas’’, que tan solo se ocupan de ‘’cuidar a les chiques en el patio’’, o que sus reclamos salariales son ilegítimos, entre otras cosas. 

La solidaridad del multimillonario dueño del Colegio Norbridge ha llegado a su punto máximo cuando dejó sin sus salarios a más de quince empleades, sin ningún tipo de explicación o de anticipación, a partir de la suspensión de clases presenciales decretada desde el 16 de marzo. Tras numerosos reclamos (envío de mails individuales, cartas colectivas, mensajes de texto), la única respuesta recibida por les trabajadores llegó recién en el mes de mayo cuando, de manera completamente informal, se les dijo que no iban a cobrar los salarios correspondientes al período de cuarentena. Todo aun siendo que las familias siguen pagando las cuotas. 

Como si dejar a más de quince empleades sin sus ingresos fuera poco, el día 29 de mayo se notificó a veinte trabajadores de la Institución que, a partir del mes de junio, iban a pasar a ‘’disponibilidad’’ (es decir, a una suspensión sin goce de haberes) por verse la institución ‘’obligada a una reducción de recursos humanos’’. Así, han dejado sin la posibilidad de sostener a sus familias, de pagar alquileres o de realizar las compras necesarias para su subsistencia a casi todo el personal, por tiempo indefinido.

Antaño, les trabajadores del Colegio Norbridge debían realizar sus reclamos salariales o cualquier tipo de petitorio hacia las autoridades de manera individual y aislada, ya que al momento de ser contratades habían sido obligades a firmar un ‘’acuerdo de confidencialidad’’.  Así les empleades se encontraban inhabilitades a conversar con sus propies compañeres de trabajo acerca de los salarios que recibían, entre otras cuestiones, quedando censurada así cualquier tipo de organización colectiva. 

Sin embargo, las suspensiones y despidos encubiertos durante el período de cuarentena obligatoria hicieron destapar la olla de los maltratos, de la desidia y de las ilegalidades perpetradas por quienes están al frente del Colegio Norbridge. Al llegar estas irregularidades a su punto cúlmine, al llegar la violación sistemática de los derechos laborales a sus límites, el hostigamiento y la división que implicaba, dicho ‘’acuerdo de confidencialidad’’ cortó rotundamente. Contra la indignación fragmentada, contra la protesta individual, la unidad y la organización sindical se reafirmaron como las únicas herramientas deseables y necesarias para les empleades de la institución. 

Afortunadamente, la Secretaría de Gestión Privada de la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE – CTERA) se encuentra acompañando activamente el reclamo. Al día de hoy, la institución insiste en no dar respuestas acerca de su situación salarial y laboral, pero elles siguen en la lucha por defender lo que les pertenece, por denunciar el robo descarado y sistemático de los frutos de su trabajo, por reafirmar su derecho a la sindicalización y por continuar poniendo en valor sus labores cotidianas, las cuales garantizan nada más ni nada menos que el derecho a la educación de miles de niñes y jóvenes. 

Les trabajadores del Colegio Norbridge, finalmente, se niegan a sostener las ganancias del señor Daniel Ricart a cambio del silencio o de la resignación individual. 

Una primera moraleja es que los pocos que siguen enriqueciéndose en este contexto de crisis, lo hacen a costas de apropiarse del trabajo ajeno y vulnerando derechos. Una segunda moraleja, que se deriva de la anterior, es que la solidaridad real, la única posible, es la que se da entre les trabajadores: la que se teje con unidad, organización y participación más allá (o a partir) de las violencias que imponen el capitalismo salvaje y sus perpetradores. 

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