Mundo Gremial

20 mayo, 2020

Cooperativismo, ollas y unidad en tiempos de pandemia

Pequeñas grandes historias de organización y resistencia de la economía popular para hacer frente a la pandemia que tiene secuestrado el presente.

Ariel Sillitti e Ignacio Pérez

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Las últimas semanas dejaron en evidencia de manera brutal y descarnada, gracias al virus que mantiene en vilo al mundo, lo fértil que es la tierra de los barrios populares para seguir enraizando en nuestro pueblo. Inacción, desidia y falta de previsibilidad, potenciaron la injustamente histórica vulnerabilidad y precariedad de los barrios populares de la Ciudad de Buenos Aires. Con esta situación se acrecienta una deuda tan silenciada como inmensa que ya le saca varias leguas a la externa.

Mientras tanto, les trabajadores de la economía popular siguen luchando en los inabarcables frentes de batalla que hoy tienen por delante. Como lucharon ayer y como lucharán mañana.

Una las tantas experiencias productivas de esta economía la encontramos en el barrio porteño de Zavaleta. Alli la Cooperativa Unidad, de la rama gastronómica del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), viene reinventando su lógica de laburo para seguir resistiendo. Organización, solidaridad, esfuerzo y creatividad son algunas de las metas para hacer frente a la pandemia económica.

Les compañeres pasan sus días entre tareas de cuidado y docencia para sus hijes, ollas populares para el barrio y la venta de productos gastronómicos para su subsistencia. Gracias al suministro imparable de verduras y frutas de la cooperativa de comercialización Pueblo a Pueblo, quienes les abrieron sus puertas para reconstruir su trabajo diezmado por la cuarentena y la crisis, es que pueden seguir viviendo del fruto de su trabajo.

Como señala Vero Alfonzo, delegada y referenta de la cooperativa: “La verdad que la oportunidad que nos dió Pueblo a Pueblo es muy buena porque nos permite seguir trabajando, abarcar otros lugares de la ciudad y nos da un ingreso más para llevar a casa”.

Las ventas regulares de la cooperativa solían estar reducidas a la villa, hoy muy golpeada económicamente o a eventos más masivos irrealizables en el actual contexto. Por eso fue imperioso encontrarle otra vuelta al trabajo para seguir subsistiendo y eso fue posibe gracias al comercio justo y alternativo de Puebo a Pueblo.

Hugo, otro integrante de la cooperativa gastronómica, cuenta que en el primer mes y medio de cuarentena no había parado ni solo día a descansar. “Ando justo con la plata, por eso me tiro a laburar de cualquier cosa para ganar un mango”, relata. Mientras, afirma que este tiempo estuvo sosteniendo tres trabajos para subsistir: “Está todo muy parado y en muchos laburos se pasan del abuso, mucha gente que se esfuerza y no ve nada y hay mucho dolor”, se lamenta.

En la misma casa donde funciona la cooperativa, también se organiza una olla popular. Mecha Pereira, que además de trabajar en el proyecto gastronómico se encarga de organizarla, cuenta con preocupación la cruda realidad del barrio: “A la olla la veo colapsada de familias que no tienen para comer y se la rebuscan como pueden”.

Más allá del trabajo y la olla popular, Mecha tiene un nene de cinco años. “Tratamos de mantenerlo activo con las cosas que la escuela manda o con diferentes juegos para que no sufra tanto el encierro”, explica dando cuenta de las dificultades que supone explicarle a les niñes las razones de este confinamiento.

Los tres relatos coinciden en la importancia de mantener a la cooperativa de pie y a la vez seguir aguantando pese a todo. Remarcan la ausencia de algunes miembres que no están pudiendo trabajar por cuestiones de salud, tareas de cuidado ineludibles y diferentes situaciones personales. Es por elles que también la siguen peleando. “Hacer todo de modo cooperativo y sentirnos acompañados por los compañeros es lo fundamental”, concluye Vero. Porque la salida será con unidad, o no será.

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