18 mayo, 2020
Hay que pegar ahora
La crisis que nos legó el macrismo se profundiza por el efecto Coronavirus. El gobierno navega una ruta acertada, pero las medidas paliativas son insuficientes y a veces llegan tarde y mal. Entre la gestión sanitaria y la renegociación de la deuda, iniciativas como el impuesto a las grandes fortunas parecen desvanecerse. ¿Estamos perdiendo la iniciativa?
Martín Ogando
Desde que comenzó la pandemia el Gobierno Nacional viene sosteniendo una orientación política clara y valiosa, que se agiganta en el contraste con las desastrosas gestiones de algunos vecinos, e incluso de grandes potencias mundiales. Como muestra basta un botón: de la mano de los delirios fascistoides de Jair Messias Bolsonaro, Brasil carga con más de 16.000 muertes y ya es el tercer país con más casos a nivel mundial.
Se puso a la vida en el centro de las políticas públicas y se enfrentó la falaz dicotomía entre salud y economía. Falacia que expone crudamente el cóctel estadounidense de 90 mil muertes y 37 millones de nuevos desempleados. Se reivindicó el papel fundamental del Estado para cuidar a quienes el mercado ha descartado y para redistribuir aquello que el capital concentra. Se han hecho esfuerzos destacables para sostener a les más vulnerades y golpeades por la crisis preexistente.
El Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), los bonos para jubilades, pensionades y AUH, el congelamiento de tarifas y la prohibición de despidos y desalojos, son algunas de las más relevantes de una serie de medidas de protección que no pueden ser subestimadas.
También, al menos en lo discursivo, se ha señalado correctamente que el desmantelamiento de los sistemas públicos de salud y la desigualdad extrema que el capitalismo neoliberal ha generado está en la base de las trágicas consecuencias del Covid-19 en muchos países.
En la reunión virtual del Grupo de Puebla Alberto Fernández expresó con claridad estos conceptos, destacando la oportunidad que esta crisis nos abre “de hacer algo distinto” y avanzar hacia “un mundo más justo y con bases que se funden en conceptos de justicia y solidaridad”. Palabras, es cierto, pero palabras que dan esperanza.
Por todo esto, millones agradecen estar transitando esta pandemia con Alberto Fernández y Cristina Fernández en el gobierno, y no bajo la indolente, inepta y cruel administración de Mauricio Macri. Los ex funcionarios y voceros pagos y ad-honorem del anterior gobierno deberían llamarse a silencio para evitar el ridículo. Con el gobierno en sus manos estaríamos atravesando una verdadera catástrofe.
Sin embargo, hay tiempos que se empiezan a agotar y medidas que debemos tomar con urgencia.
No alcanza con denunciar la avaricia y el oportunismo de los grandes empresarios, si luego permitimos que el grupo Techint despida 1500 trabajadores, o les pagamos el 50% del sueldo a sus empleados al tiempo que ellos se los recortan en un 25%.
No alcanza con decir que los que más se han enriquecido en los últimos años, que ese puñado de multimillonarios que maneja el país, son los que más tienen que poner en esta situación de crisis. No lo van a poner de buena gana. Hay que sacárselos. Con la ley y los buenos modales que permite el funcionamiento parlamentario, pero quitárselos. ¿Cuándo se va a discutir finalmente el impuesto a las grandes fortunas? ¿A cuántos va a afectar?
No podemos permitir que los bancos y las grandes empresas, tomen los pesos que emite el Banco Central de la República Argentina (BCRA), imprescindibles para sostener la actividad económica, y en vez de prestarlos a baja tasa los utilice para especular y seguir fugando o para presionar sobre el dólar y empujar una devaluación. O peor aún, que los usen como parte del andamiaje extorsivo de los bonistas que buscan torcerle el brazo al ministro de Economía, Martín Guzmán, en la negociación de la deuda. ¿Dónde estaba la conducción del BCRA? Las medidas llegaron tarde y son insuficientes. Recién este lunes fueron más decididas y comenzaron a surtir algún efecto.
No podemos seguir relatando lo que se fugaron, seguir contando lo que evaden, los mismos que después vienen a pedir la ayuda del Estado en medio de la crisis. La nota de Horacio Verbitsky en la última edición de El Cohete a la Luna es esclarecedora, informa, pero también genera indignación y un poco de impotencia. Sabemos que el Grupo Clarín fugó 650 millones de dólares; 500 millones el Techint de Paolo Rocca; y el hermano de la vida de Macri, Nicky Caputo, 250 millones. ¿Y qué vamos a hacer con eso? ¿Lamentarnos mientras millones pasan hambre?
No podemos seguir listando los múltiples y espurios vínculos entre grandes finanzas, empresas «nacionales», medios de comunicación y operadores de la oposición política. Tenemos que actuar, tenemos que atacar sus intereses, tenemos que meterles la mano en el bolsillo. Las medidas concretas existen, se han planteado cientos de veces en ámbitos políticos, académicos y gremiales. Las propuestas están, lo que es necesario construir con urgencia es la voluntad política y la relación de fuerzas para su aplicación.
Hay que pegar donde más les duele. Y hay que pegar ahora. Porque si no el dolor queda sólo y exclusivamente del lado del pueblo. El que todos los días padece los efectos de esta crisis que se agrava. El que ya no tiene tiempo.
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