4 mayo, 2020
La leyenda del ídolo de los 10
Un día como hoy dejaba oficialmente las canchas Ricardo Enrique Bochini, máximo ídolo en la historia de Independiente y que defendió esa camiseta por 19 temporadas consecutivas ganando 15 títulos. Admirado por los más grandes en su puesto, su nombre es sinónimo de inteligencia estratégica y calidad en el juego.


Nicolás Castelli
El 5 de mayo de 1991, en la vieja cancha de Independiente, jugaba el local contra Estudiantes de la Plata. En el transcurso del partido, tras recibir una fuerte patada desde atrás, dejaba la cancha lesionado Ricardo Enrique Bochini. La hinchada roja y todo el fútbol argentino presenciaba el último partido oficial de uno de los mejores 10 de la historia.
Con 37 años, 15 títulos, 714 partidos y 108 goles con la camiseta roja, muy lejos había quedado, en esa tarde de principios de los años noventa, aquel debut del bocha en 1972 en un clásico contra River Plate. Pero quedaba para siempre una trayectoria plagada de hazañas y kilómetros de vueltas olímpicas de un jugador único, aplaudido en la Boca, la Plata, Rosario y Brasil.
Idolatrado y respetado ni más ni menos que por Diego Armando Maradona, Juan Román Riquelme, Carlos Valderrama y otras grandes figuras del fútbol mundial, el bocha era un jugador diferente en muchos aspectos. No se destacaba por tener un gran físico: era bajito, no cabeceaba ni pateaba fuerte. Sin embargo fue uno de los jugadores más elegantes e inteligentes que pisó una cancha argentina.
Como los grandes en su puesto, la potencia de Bochini estaba en su capacidad única para entender el juego, leer y adelantarse a la jugada en milésimas de segundos y dar ese último pase que dejaba a los delanteros de cara al gol. Lo caracterizaba esa furia fría para pedir siempre la pelota y conducir al equipo en los momentos más complicados con una estrategia que solo él veía antes que nadie.
Ese mismo temple fue clave en partidos épicos que protagonizó con Independiente como la recordada final del torneo Nacional de 1977 contra Talleres de Córdoba. Disputada en plena dictadura cívico militar, la misma fue utilizada por el genocida Luciano Benjamín Menéndez, jefe del tercer cuerpo del Ejército con base en la provincia mediterránea, para dirimir una interna entre los altos mandos castrenses.
Para asegurarse un triunfo del equipo cordobés Menéndez visitó en la previa el vestuario de los árbitros. Éstos, durante el juego, convalidaron un gol con la mano de Talleres y en la misma escena, tras las protestas, fueron expulsados tres jugadores de Independiente. Con 8 jugadores y a solo un gol de distancia para sellar un empate que lo consagre campeón, el Rojo gracias a un zurdazo de Bochini logró lo imposible: ganar una final con tres jugadores menos, de visitante y con el poder dictatorial en contra.
Nacía la leyenda de aquel jugador que con su aspecto esmirriado y un talento gigante, acumuló en su carrera cinco copas Libertadores, cinco campeonatos del fútbol argentino, tres copas interamericanas y dos copas intercontinentales. Al día de hoy, luego de décadas de su retiro, miles de hinchas que nunca lo vieron jugar le piden un autógrafo o una selfie cada vez que pisa el Libertadores de América para ver un partido del Rojo.
A pesar que una de las calles linderas al estadio lleva su nombre, son muchos lo que creen que éste debe ser rebautizado. Porque de las 7 copas libertadores ganadas por Independiente -récord que todavía ubican al club como el más ganador de la competición más importante del continente- la mayoría tuvo al bocha como uno de los principales artífices de esas conquistas.
Alguna vez alguien dijo que Bochini es al fútbol lo que Nicolino Locche al boxeo. Dos figuras extrañas, que no se ajustaban a los estereotipos que se esperan en su deporte pero que sin embargo fueron inigualables. Dos estrategas que usaron más la cabeza que la fuerza para esquivar golpes y patadas de rivales como ningún otro y así lograr la gloria deportiva.
“Ya no puedo esquivar las patadas, no juego más”, dijo el Bocha en el vestuario aquella tarde de 1991 luego que le informaran que tenía para 20 días de recuperación. Ya no era un intocable, era una leyenda que dio todo lo que un deportista puede dar.
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