Nacionales

28 abril, 2020

La cuarentena en los barrios populares de la CABA

¿Qué sucede con quienes deben quedarse en casa y viven en los barrios postergados de la ciudad? ¿Cómo se evitan los contagios cuando se vive en situación de hacinamiento y sin suministro de agua? ¿Pueden quedarse en casa quienes ya no tienen ingresos para comprar el alimento?

Crédito: Marcos Sierras

Alan Swiszcz

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Hay cuarentenas y cuarentenas. El esfuerzo de “quedarse en casa” exigido por el Gobierno nacional para atravesar la pandemia del Covid-19 no es el mismo para todes.

Para las 250 mil personas que viven en los barrios populares de la ciudad de Buenos Aires, hoy la situación es crítica. La emergencia habitacional no se inició con la cuarentena, pero el aislamiento profundiza y visibiliza las desigualdades ya existentes.

“Antes, la gente que trabajaba por día podía pagar su plato de comida”, explica Alicia, delegada del merendero Sembrando Sueños en la Villa 21-24. “Ahora veo que van a los comedores a retirar comida al mediodía, después la merienda. Hay muchísima gente que está muy preocupada por si va a llegar al fin de mes”, añade.

El derecho a percibir un sueldo durante la cuarentena sólo alcanza a quienes acceden a empleos registrados o con un mínimo nivel de formalidad. En cambio la economía popular está atravesando las semanas de aislamiento -que pueden ser meses- sin generar ingresos económicos. No se trata de un sector minoritario: en Argentina el trabajo no registrado alcanza ya al 35% de les trabajadores. 

Roxana forma parte de la Cooperativa Gastronómica La Sazón de las Mujeres-MTE que funciona en el Playón de Fraga, en el barrio de Chacarita. Cuenta que la cooperativa sigue funcionado “con guantes y barbijo” pero sólo haciendo envíos. No obstante, esa no era su única fuente de ingresos: Yo tenía otro trabajo, me iba a limpiar y la señora ahora no quiere que vaya”.

Su situación no es la excepción, sino la regla en el barrio: resulta evidente si se observa la cantidad de gente que se acerca a los comedores. “Ahí ya no alcanza la comida. Porque el que antes menos lo necesitaba, por este pandemia está en casa y ahora necesita ir a los comedores”, relata Roxana.

Es que ante la respuesta insuficiente por parte del Gobierno de la Ciudad, la organización popular junto a los movimientos sociales, resultan por el momento la principal contención. “El barrio, acostumbrado a vivir siempre el día a día, se organizó rapidísimo”, cuenta Verónica de Zavaleta. “Algo es algo, pero la comida nunca alcanza”, agrega.

Por su parte Silvana Olivera, integrante de la Mesa de urbanización participativa de la Villa 31 señala que “el barrio por suerte cuenta con muchas organizaciones y vecinos solidarios que son de gran ayuda en estos tiempos de cuarentena”. “Aunque gastamos lo mínimo necesario, la plata no alcanza y se termina rápidamente”, sentencia. 

Carla, quien participa de la Casa de la Mujer en la Villa 1-14-14, afirma que si el barrio no “se muere de hambre” es debido a “la organización popular, comedores y merenderos”. Y asegura que “hay filas largas, de tres cuadras o más” y que para recibir alimento hay que llegar empezar la fila a las 10 de la mañana. 

“Algunas mujeres dejan la fila porque tienen que volver a la casa a cuidar a les hijes”, grafica dando cuenta de la multiplicación de las tareas de cuidado que recaen especialmente sobre las mujeres en los barrios. Al ser madre y vivir sola, en ocasiones no puede asistir al comedor: “Yo no puedo hacer la fila desde las 10 de la mañana, mi hija no puede quedar encerrada sola por tres horas”. 

Las imágenes de decenas de personas esperando -separadas por un metro y medio- para recibir un plato de comida son cada vez más desde el inicio del aislamiento obligatorio. Las ollas y comedores que ya funcionaban necesitan ahora el doble de recursos para poder sostenerse. “Los comedores que funcionan hoy en el barrio son 55, entre los que tenemos muy pocos que son reconocidos por el Gobierno de la Ciudad. Hay 34 que son asistidos por organizaciones o donaciones que reciben”, cuenta Silvana.

En sus palabras, “la realidad es que a pesar de ser de gran ayuda para los vecinos que hoy no pueden llevar un plato de comida a sus familias y para la gente que está en situación de calle o con problemas de adicciones, los comedores y merenderos sufren la falta de mercadería para las raciones”. 

Las primeras semanas de la cuarentena, sin recursos suficientes, los platos debieron achicarse para que todes pudieran recibir algo. “Algunos estiran las raciones para ayudar a más personas, pero la realidad es que no están dando abasto”, remarca Silvana. 

Crisis habitacional y pandemia: cuidar la salud en hacinamiento

La situación habitacional en la ciudad de Buenos Aires trae aparejados conflictos que se agravan con el aislamiento obligatorio. Entre ellos, la falta de reurbanización real implica graves carencias en la provisión de servicios básicos. La cuarentena vuelve evidente la falta de políticas públicas en torno al acceso a una vivienda digna por parte del Gobierno de la Ciudad.

Este es el caso, entre otros barrios, de la Villa 31, que el domingo pasado amaneció sin suministro de agua. Lejos de resultar una novedad, les vecines venían advirtiendo de la situación desde hacía más de un año. “A veces no tenemos agua por días”, afirma Silvana, “y el tema de la higiene por el virus se complica”. Asimismo agrega que “el agua en el barrio se corta mucho y es un reclamo que se viene haciendo desde el año pasado”.

La falta de provisión de agua no sólo imposibilita el cuidado ante el coronavirus, sino que es un elemento imprescindible para garantizar una alimentación adecuada: “El agua es algo básico para la higiene corporal y la higiene de las viviendas, como así para poder cocinar todos los días”.

El hacinamiento crítico favorece el contagio del virus. “Es horrible”, asegura la vecina de la Villa 31 y describe que hay personas “viviendo en una habitación de 3 x 3 que muchas veces tiene el baño compartido” y así “la higiene por la pandemia se complica aún más”.

Pero el coronavirus no es la única preocupación. Este año la epidemia del dengue está alcanzando récords históricos. “Estamos pidiendo que se realicen las fumigaciones necesarias contra el engue en el barrio ya que presentamos varios casos positivos”, asegura Silvana y completa: “Pedimos que se garantice el derecho al acceso a la salud. El Comité de Crisis y el Gobierno de la Ciudad no están cumpliendo en nuestro barrio”.

El derecho a la vivienda digna en cuarentena y la posibilidad de desalojos

Si bien el Ejecutivo Nacional dictó la suspensión de desalojos por falta de pago a través del DNU 320/20, desde los distintos movimientos sociales que se organizan en torno al conflicto habitacional se viene advirtiendo que el mercado de los alquileres informales no alcanza a ser protegido por la norma. 

De este modo, ante la imposibilidad de salir a trabajar para la enorme mayoría de les trabajadores de la economía popular, el atraso en los pagos podría derivar en -ilegales- desalojos en los barrios populares de la ciudad.

“Los dueños no nos están esperando”, advierte Roxana respecto a la situación en el Playón de Fraga. “En la manzana 2 había dos casos que los señores les dijeron que si no pagaban las iban a echar a la calle a las inquilinas. Eso sí está pasando en el barrio, hay amenazas de desalojo”, dice.

Silvana describe un similar cuadro de situación en la 31: “Las familias muchas veces dejan de comer por pagar un techo” y en el barrio “el alquiler es informal y las familias se terminan yendo solas por intimación de los dueños y alquilan en otra casa volviendo a repetir todo el ciclo”. 

Si bien valora las medidas tomadas por el actual Gobierno, preocupa la posibilidad de que no se pueda garantizar su cumplimiento en los barrios: “Sabemos que el Gobierno nacional tomó medidas respecto a esto, pero también sabemos que dentro de las villas esto no se cumple”. 

La falta de ingresos por el parate económico que implica la cuarentena coloca a sectores de la población en la imposible disyuntiva de elegir entre comprar comida o pagar un alquiler. “Desalojos aún no hubo, no comemos pero pagamos el techo. Esto es la villa, la gente sobrevive a casi todo”, concluye Verónica. 

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