Géneros

26 abril, 2020

Las redes que construyó el colectivo travesti-trans y las que están naciendo

¿Cómo se construye política pública desde las demandas del colectivo? ¿Qué iniciativas existen en la Ciudad de Buenos Aires para garantizar derechos? ¿Cuáles son las problemáticas, más allá de la pandemia, que hoy se agravan?

Yael Estevez

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Recién arrancada la cuarentena, y en un contexto de mucha incertidumbre, Whatsapp se llenaba de mensajes de referentes, activistas y militantes. Buscaban llegar a personas trans de todo el país en situaciones de extrema vulnerabilidad.

Se había abierto una convocatoria para personas trans y travestis en el programa Hacemos Futuro, que buscaba promover la finalización de los estudios, la formación en oficios y el crecimiento de los emprendimientos de la Economía Popular, a través de un incentivo económico mensual. Para sacarlo hubo articulaciones entre el INADI, el Ministerio Público de la Defensa, el Ministerio de Desarrollo Social de Nación y el flamante Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Allí la Subsecretaría Nacional de Diversidad a cargo de Alba Rueda jugó un papel central.

El nombre del programa y sus requisitos cambiaron. Así nació Construir Trabajo, en emergencia, en pandemia y con la incorporación de nueves sujetes.

La comunicación corrió simultáneamente por varias vías. Referentes y activistas de diferentes partes se movieron, replicaron y recolectaron datos para intentar que la información llegara a todas las personas que lo necesitaran. Esto forma parte del entender y conocer a la población con la que se trabaja: la mayoría de las personas trans y travestis en situaciones de extrema precariedad social no se organizan a través de los circuitos de la economía formal.

Se ha construido, frente a una sociedad todavía hostil, redes y tejes intracomunitarios; es decir, nos acompañamos y nos cuidamos entre nosotrxs. Por eso es particularmente importante que el Estado articule con organizaciones y asociaciones territoriales; es la única forma de conocer las problemáticas, pensar, discutir y llevar adelante políticas públicas para solucionarlas, además de acceder a los territorios para tener efectivamente llegada a las personas que lo necesitan.

Sin embargo, las carencias de la población travesti-trans no empiezan ni terminan con el coronavirus: son el resultado de una serie de violencias y desigualdades estructurales, sistemáticas.

En la Ciudad de Buenos Aires, mientras las redes comunitarias se activan e intensifican en plena pandemia, se profundizan las violencias de un sistema cisexista y transodiante.

Esto se observa, por ejemplo, en los desalojos. La falta de acceso a la vivienda es uno de los mayores problemas que afecta a la población travesti y trans, viviendo la mayoría en hoteles donde el pago es diario y con sobreprecio. En medio de la crisis, y aún con un decreto presidencial prohibiéndolo, muchos hoteles intentaron desalojar a compañeres que se habían quedado sin ingresos. El Gobierno de la Ciudad nunca apareció, quienes frenaron los desalojos fueron activistas y militantes.

A esto se suma la violencia policial. Hace algunos días circulaba un video donde se veía a la Policía de la Ciudad deteniendo a un grupo de mujeres trans que se encontraban en las inmediaciones de sus hogares, por “travestidos”. Esto es algo cotidiano para muchas compañeras y surge la pregunta: ¿Cómo se puede acceder al mercado laboral, si hay quienes ni siquiera pueden estar en el espacio público? Una vez más, lo que puso un freno a la policía no fue el gobierno de la ciudad sino la organización colectiva.

También emerge como un problema la falta de acceso a la educación. En CABA se encuentra la primera escuela orientada a personas trans y travestis de América Latina, el bachillerato popular Mocha Celis que funciona desde el 2011. Allí muchas personas pueden finalizar sus estudios, es una segunda oportunidad para quienes fueron expulsades del sistema educativo. Sin embargo, recién empezando el año, se supo que peligraba el ciclo lectivo por motivos económicos. El gobierno de la Ciudad, nuevamente, fue incapaz de dar una respuesta. Fue desde la Mocha Celis que se impulsó una campaña que recorrió la CABA en tiempos de pandemia, fueron elles quienes organizaron un teje solidario para garantizar que cientos de personas trans y travestis recibieran productos básicos de comida e higiene.

El acceso a la salud, incluyendo el tratamiento de reemplazo hormonal (TRH) y las cirugías de reafirmación de género, está garantizado por la ley de Identidad de Género vigente desde el 2012. A pesar de esto hace meses que hay faltantes de hormonas en todo el país. Una vez más, quienes no pueden pagarlas no pueden acceder a este derecho, o dependen enteramente de la solidaridad de compañeres que recirculan lo que tienen o hacen “vaquitas” para juntar fondos. En CABA los consultorios específicos para la atención de personas trans se cuentan con los dedos de una mano. Hay listas de esperas de años para acceder a cirugías. Hay poquísimes profesionales capacitades en salud trans. No hay ninguna inversión en salud para una población que tiene un promedio de vida de 35 años.

La información, circula a través de amigues, conocides, por grupos de Whatsapp o Facebook, por las redes sociales. Con qué profesional y donde atendenderse. Cómo realizar ciertos trámites. Cómo acceder a determinado subsidio. Dónde anotarse para recibir un bolsón de alimentos. Qué hacer ante el incumplimiento de la ley. Cómo actuar ante una detención arbitraria. Qué efectos tiene tal o cual cosa sobre nuestra salud.

Hace rato que, ante la ausencia del Estado y en una situación de absoluta precariedad, somos nosotres quienes circulamos la información, nos acompañamos y contenemos, conocemos nuestras necesidades y nuestros derechos. 

Estamos en la ciudad más rica del país. Debería ser intolerable que las únicas redes que sostienen a las personas travestis-trans sean las intracomunitarias. Que no existan en CABA políticas públicas para transformar un sistema profundamente desigual, o siquiera para mitigar sus efectos. Esto es urgente: es necesaria una ciudad donde todas las personas puedan tener una vida digna. La única forma de resolver las problemáticas de la población travesti-trans es escuchando a quienes las padecen. El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires debe estar presente y generando políticas públicas para dar respuesta a estas necesidades.

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