Batalla de Ideas

17 abril, 2020

¿La era de los cataclismos revisitada? El covid-19 en el marco de la transición hegemónica

El historiador Eric Hobsbawm bautizó al período que comenzó con la Primera Guerra Mundial y culminó con la Segunda como la “era de los cataclismos”. En un mundo marcado por la transición hacia la supremacía hegemónica china, ¿qué consecuencias puede traer la pandemia de Covid-19 en el tablero de ajedrez mundial?

Fernando Toyos

@fertoyos

COMPARTIR AHORA

“La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es, por sí misma, una potencia económica”

Karl Marx, El Capital

Entre los años 1914 y 1945 el mundo vivió una serie de convulsiones -a menudo dramáticas- que incluyeron, además de las dos conflagraciones armadas, la revolución de los soviets en Rusia y la Gran Depresión en el mundo capitalista. A diferencia del actual, ninguno de estos cataclismos fue vivido desde las casas por una tercera parte de la humanidad. 

Mientras las guerras y revoluciones son fenómenos que involucran directamente a las masas, la pandemia es un fenómeno de masas sui generis, que las involucra aislándolas. No obstante, es un fenómeno que -con el correr de los días- revela una dimensión histórica mayor: el mundo después del coronavirus ya no será el de antes.

Uno de los frentes que está atravesando estos cambios es el geopolítico: si la aparición del Covid-19 afectó fundamentalmente a China dejando indemne a Occidente -al punto tal de volver plausible la teórica inoculación yanqui- esto ha cambiado drásticamente. Mientras el gigante asiático puede jactarse de haber dominado la pandemia, con la vida en Wuhan volviendo a la normalidad de la que ya goza la capital comercial Shanghái, en EE.UU. la enfermedad escala a un ritmo vertiginoso. 

El “virus chino”, como lo bautizó el presidente Donald Trump, ha infectado a más de medio millón de personas en el país del norte, con el lamentable saldo de más de 20 mil fallecidas al momento. La consecuencia inmediata, en lo político, se juega en las chances electorales del primer mandatario: si Trump estaba más o menos confiado en su reelección a principios de año, el panorama actual es al menos incierto. El costo político de haber menospreciado las recomendaciones del especialista en inmunología Anthony Fauci -quien en febrero ya sugería la implementación de medidas de aislamiento- todavía está por calcularse. 

Los indicadores económicos tampoco muestran un panorama alentador: con un 15% de desocupación y una caída del PBI norteamericano proyectada en un 35% para el segundo trimestre, el escenario ha dejado de parecerse al de la crisis de 2008 para revelar rasgos comparables a la Gran Depresión que comenzó en 1929. 

Mientras tanto, el otro gran jugador del ajedrez global, que verá su crecimiento económico apenas desacelerado, aprovecha la relativa estabilización del coronavirus en su territorio nacional para extender su influencia mediante una activa política de la llamada “diplomacia de soft power” (poder blando). Como señaló el periodista especializado en política internacional, Juan Elman, la asistencia médica prestada a Italia es parte de la agenda internacional de una República Popular China que comienza a rediseñar sus áreas de influencias en el mundo que vendrá. 

Como si se tratara de un nuevo “Plan Marshall” -el ambicioso programa de ayuda económica brindado por los EE.UU. a la Europa demolida por la Segunda Guerra- la solidaridad china no parece exenta de cálculo político. Si los estadounidenses, en uno de sus momentos de mayor gloria, invirtieron una masa ingente de dinero en la reconstrucción europea con el objetivo de contener la expansión soviética, la ayuda del país gobernado por Xi Jinping puede leerse también en sintonía con sus intereses geopolíticos. 

Italia, principal receptor de dicha asistencia, es el primer país de la Unión Europea en asociarse a la “nueva ruta de la seda”, un megaproyecto comercial chino cuyas ramificaciones políticas y económicas abarcan los cinco continentes. A su vez, la empresa de telecomunicaciones de origen chino, Huawei, podrá competir en la licitación por la red de telefonía celular de quinta generación (5G) en el país mediterráneo, pese a las insistentes presiones en contra de Washington y Bruselas.

Entre otros países receptores de ayuda por parte de Beijing se cuentan la República Argentina y la República Bolivariana de Venezuela, países cuyo vínculo con esta potencia tiene ya un recorrido. Sin ir más lejos, hacia el final del gobierno de Cristina Fernández, China fue declarada “socio estratégico integral” de nuestro país. Pocos años antes, el ex Bank Boston de Argentina fue adquirido por el Banco Industrial y Comercial de China, uno de los cuatro grandes bancos comerciales de propiedad estatal de este país. 

Asimismo la inversión china en las tierras de Hugo Chávez se ha profundizado durante los últimos años, desplegando un apoyo vital en tiempos de guerra económica: por las calles y las rutas del país caribeño se puede ver circular la moderna flota de autobuses Yutong, que modernizan un parque automotor golpeado por el encarecimiento de las importaciones. La petrolera estatal PDVSA, duramente castigada por las sanciones del imperialismo norteamericano, recibe apoyo técnico del Estado chino, que también tiene capitales invertidos en el arco minero del Orinoco. El apoyo económico y diplomático durante los últimos intentos desestabilizadores comandados por el gobierno de Trump, sin dejar de ser favorables para la región, no pueden entenderse sin analizar los intereses chinos en Venezuela.

La profundidad de las transformaciones a las que asistimos demanda un ejercicio constante de reflexión y formación, para tener la mayor conciencia posible de estos cambios. Como mencionó el historiador e investigador especializado en EE.UU., Leandro Morgenfeld, el mundo está atravesando un proceso de transición hegemónica, es decir, desplazándose lentamente desde la supremacía norteamericana hacia el predominio chino. 

Los procesos históricos suelen combinar momentos de acumulación gradual, de cambios paulatinos e imperceptibles, con explosivos períodos de crisis en los que la cantidad se convierte en calidad. Como el agua que, tras acumular calor progresivamente, rompe hervor de un momento a otro, las convulsiones sociales son la forma intempestiva -y generalmente dramática- en la que se manifiestan los cambios, tras un período de incubación. 

¿Puede ser el Covid-19 el escenario en el que esta transición hegemónica, luego de una larga acumulación, se prepara para la interpretar su escena principal? Si esto es así, debemos prepararnos para una nueva “era de los cataclismos”, en la que el declive imperialista de los EE.UU. puede asumir formas aún más violentas que aquellas a las que estamos acostumbrados.

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Batalla de Ideas