Géneros

16 abril, 2020

Avanza la violencia de género en un país detenido

Desde el inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio se registraron 22 femicidios. El 72% de los casos ocurrieron en la vivienda de la víctima. El 56% de los femicidas eran sus parejas o ex parejas, mientras que el 89% de los casos, conocían a su agresor. Los datos quitan el sueño: una mujer muere cada 32 horas.

Crédito: Infobae

Nazarena Novo y Lucía Mazzotta

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La violencia de género es un problema que late. Hoy, en condiciones de cuarentena los llamados a la línea 144, que brinda atención y asesoramiento a las personas que sufren este tipo de violencia aumentaron un 39% ¿qué cambió? 

“La situación que viven las mujeres se potencia, se potencia la violencia machista. Lo grave de esto es que se encuentran encerradas junto a los varones que las violentan”, rompe el hielo Johana Benítez de la colectiva Mala Junta. 

A su vez Silvia Martínez, desde la Casa de la Mujer del Bajo Flores, sabe que en los barrios populares “es mucho más difícil ya que muchas veces, para ese violento, ella es quien tiene la culpa de todo lo que ocurre alrededor de su hogar: ya sea la falta de plata, la falta de alimentos, o tan solo porque está aburrido”.

Ricarda Polo Quispe organizada en un merendero del Barrio Padre Ricchiardelli advierte sobre el peligro de que el coronavirus se lleve todas las miradas y termine por invisibilizar que la violencia machista está matando personas. “Nos hemos olvidado que hay familias que están pasando por violencia de género: hombres machistas, celosos, controladores, que se están aprovechando de esta cuarentena para encerrarlas, poderlas callar, volverlas sumisas”, denuncia. 

Romper con ese encierro para salir a buscar ayuda se vuelve muy difícil en un contexto, no solo de pandemia, sino de falta de recursos materiales y herramientas. Ricarda explica que en la villa a las mujeres “se les dificulta salir a las calles, pedir ayuda a sus familiares, tener un celular para poder llamar, tener su propio dinero”. Para Silvia tampoco se puede contar con el apoyo de las fuerzas de seguridad “por temor a que la policía no haga nada y tenga ella que soportar la violencia o soportar el reproche o todas las cosas que vengan después de una denuncia”.

Las mujeres quedan expuestas a un encierro de doble filo que según Ricarda las consume por completo: “También satisfacer sus necesidades, sin consentimiento de ella, tiene que cumplirle, porque también hay violaciones sexualmente”.

Las consecuencias son profundas. “Tanto en lo físico y en lo verbal te daña pero de tal forma que, no sé, hay muchas veces que te llegan, como decimos… hasta los huesos”, detalla Silvia con tristeza.

Encerradas con sus agresores, sin posibilidad de salir a trabajar, aisladas de los espacios de contención, una policía que no interviene a tiempo y recursos que no alcanzan ni para una llamada de emergencia son síntomas de una señal que no llega a los barrios.

Las respuestas terminan saliendo de las mujeres organizadas. Maribel Escobar Quispe desde su experiencia como Promotora de Salud y Género del Movimiento Popular La Dignidad entiende que hoy, más que nunca, es necesario inventar nuevas estrategias: “Hay que organizarnos un poco más, por ahí poner algo violeta afuera de tu casa para identificar que alguien está sufriendo violencia”.

Por su parte Johana apunta que la salida está en las redes: “Yo creo firmemente que hay que formar lazos de confianza. Creo que eso va a motorizar que muchas salgan de ese encierro, de ese problema que creen poder resolver solas, y muchas terminan como ya sabemos, asesinadas por personas que supuestamente las quieren”.

¿Cómo impacta la desigualdad de géneros en los barrios? 

La violencia que sufren las mujeres en los barrios populares no es sólo la violencia doméstica: son violencias múltiples que se cruzan en sus experiencias.

Cuarentena de por medio, hoy se agravan. “Ahora para mí el trabajo no se duplicó, se triplicó. Hay que limpiar mucho más, se tiene que cocinar, se tiene que hacer de maestra, de enfermera, de médico y de tantas cosas. Una mujer nunca deja de trabajar. Osea estando en casa jamás deja de trabajar”, denuncia Silvia .

Por su parte, Maribel explica las dificultades que enfrentan en el barrio para cumplir con los alquileres: “Estás por ahí pensando que el dueño de casa te va a cobrar después y estar diciendo ¿con qué voy a comer ahora?”. Y agrega:,“Yo creo que de todas las formas estamos sufriendo violencia: la psicológica”. 

Desde su militancia en el feminismo popular, Ricarda reivindica el derecho al tiempo libre ya que para ella “el trabajo de esa mujer en la casa es el doble, ya que su pareja le dice qué hacer, ya no puede hacer lo que ella hacía antes: como mirar la televisión, sus novelas, y un tiempo para ella, disfrutar un rato con sus amigas, despejarse un poco y descansar”.

Lidiar con la presión de un alquiler que no se paga solo, los innumerables roles para atender las demandas del hogar, la multiplicidad de tareas, la pérdida de los espacios de placer y disfrute personal, son algunas de las tantas formas de desigualdad que atraviesan a estas mujeres. Pero, en los espacios de organización comunitaria estas opresiones son puestas sobre la mesa todos los días por mujeres como Ricarda, Silvia, Maribel y Johana.

“En pleno 2020 no es que se sigue repitiendo que las mujeres tienen que hacer las tareas domésticas en casa. En este último tiempo, lo que yo por lo menos pude ver es que se cuestiona. Se cuestiona desde el punto de igualdad. Y eso habla de que estamos cambiando un poco la cabeza y el ejercicio. Y creo que eso es lo bueno. Dar el debate siempre y cuestionar. Si te molesta, te sentís incómoda, cuestioná”, enfatiza Johana.

Saldar la deuda: un horizonte que promete

El desarrollo de las políticas de géneros es una deuda que los gobiernos arrastran. En el período macrista no fueron una prioridad. Abriendo una nueva etapa, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad promete un compromiso profundo con esta problemática. 

Sin embargo, el contexto limita: como declaró la ministra Elizabeth Gómez Alcorta en una entrevista para Latfem, se trata de un Ministerio en construcción que tuvo que empezar de cero y aún no cuenta con personal en planta para impulsar los proyectos.

El coronavirus obligó a reorganizar prioridades y recursos: hoy, los ejes centrales son violencia y hambre. Se aumentó la cantidad de operadoras telefónicas en la línea 144, para poder cubrir la demanda en dispositivos donde las consultas no tienen que ser presenciales. Desde la línea se ofrece asesoramiento y asistencia psicológica y, para intervenir en situaciones de emergencia económica, ya se incluyeron a más mujeres al plan Hacemos Futuro, articulando con el ministerio de Desarrollo Social. También en este eje, se trabaja en relación al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y las trabajadoras de casas particulares, licencias. 

Si sufrís violencia comunicate con el 911 o el 144, las 24 horas en forma gratuita. O vía WhatsApp a los números del Ministerio: 1127716463, 1127759047 y 1127759048. Agendalos con el nombre de alguna tu hermana/ amiga/ vecina y borra las conversaciones. No estás sóla.

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