Nacionales

14 abril, 2020

“Tenemos que estar en la trinchera, tenemos que estar más que nunca”

El Barrial de Once de “Vientos de Libertad” es una Casa de Atención y Acompañamiento comunitario del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). Allí se brinda contención a personas con distintas problemáticas como adicciones o violencia de género.

Kate Sinapellido y Natalia Narvaez Tojter*

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Alrededor de 40 personas concurren habitualmente al Barrial de “Vientos de Libertad”, un espacio impulsado por el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) en el barrio porteño de Once. Allí participan del proceso de acompañamiento en reuniones, talleres y otras actividades. “Acá se acompaña a las personas como vienen, es decir, sin documentos, sin ningún papel, en situación de calle, de consumo, con violencia de género, acompañamos desde el vínculo”, cuenta Mariana González, referenta del espacio. 

“Cada uno tiene su tiempo, todos son tiempos distintos. Hay personas a las que les cuesta mucho, vienen de ser muy desconfiadas”, explica. Por ejemplo “el estar en situación de calle las hace estar a la defensiva, ese prejuicio que tiene la sociedad todo el tiempo, esa discriminación”. “Por eso las acompañamos desde el lado del vínculo, de preguntarle cómo está. Muchas de ellas se quedan durante el día y son las que acompañamos en el proceso de dejar las drogas”, añade.

En estos días, con la cuarentena, el espacio de acompañamiento tomó nuevas formas. “Las pibas que acompañamos extrañan la charla diaria en el Barrial, que le pregunten cómo están, cómo la vienen llevando. Nosotras tenemos un grupo de whatsapp de mujeres donde sacan algunas charlas, es mínimo, no es lo mismo, pero el saber que una les contesta ayuda”, detalla Mariana. 

Desde las charlas por teléfono, los mensajes de Facebook y Whatsapp y las videollamadas se fueron armando nuevas redes y formas de acompañamiento y contención. Estas se complementan con pequeños saludos y sonrisas a la distancia, y miradas compañeras entre el equipo y quienes se acercan al Barrial en busca de un plato de comida.

Esa es parte de la actividad cotidiana del Barrial, además del comedor que funcionaba tres veces por semana y concurría gente del barrio. En el estado de emergencia actual el espacio abre sus puertas de lunes a viernes para entregar viandas de almuerzo a unas 120 personas. 

A las nueve de la mañana, como siempre, Mariana llega y junto con coordinadores, psicólogo y trabajadora social cortan verduras y carne para mantener la olla. La preocupación mayor en estos días extraños, en los que no están los pibes y las pibas en tratamiento por consumo problemático, es poder llegar a todos los que necesiten un plato de comida. Alrededor de las doce del mediodía se empiezan a escuchar los golpes en la puerta de la gente que ansiosa se acumula en la vereda esperando un número para retirar su vianda. 

“Es mucha gente la que viene y tenemos que estar en la trinchera, tenemos que estar más que nunca. No es hora de pensar en nosotros tanto. Tenemos que estar”, enfatiza la referenta. “Se nota que no son solo las personas que están en situación de calle, si no también personas que no están trabajando, los que por lo general estaban vendiendo en la calle, haciendo changas, se nota que vienen familias y no es solo la gente en situación de calle, que también es mucha”, completa.

Jesica Mansilla, trabajadora social que participa del Barrial explica cómo ve la situación en el barrio y coincide con esta mirada: “Se nota que hay hambre en la calle, hay gente que quizás estaba alquilando en los hoteles, y hoy los hoteles no les alquilan diario, es decir que si no tienen para pagar la semana o el mes se quedan en la calle, y a la vez tampoco pueden vender, entonces esa gente que no puede ni alquilar ni trabajar queda en la calle y vienen a comer acá al espacio y necesitan la vianda, y la mercadería”. “Cuando les acercamos la vianda que se entrega acá te preguntan si les podemos dar algo para la noche, muchos tienen chicos”, dice.

Para la una de la tarde está lista la comida y se reparten entre 120 y 150 viandas a todos los que esperan en la puerta. Quizás ese sea su único plato de comida en todo el día. 

Los que llegan quieren saludar con un beso y un abrazo como lo hacen habitualmente y ven con extrañeza la negativa del equipo así como los guantes y barbijos. La preocupación de comer y encontrar un lugar donde dormir son más fuertes que el miedo a un virus que es solo una amenaza más cuando se vive en la marginalidad y sin posibilidades prácticamente del acceso a la higiene personal. 

Brian González, coordinador del Barrial, sostiene: “No tienen la conciencia que nosotros podemos tener miedo mirando la tele porque ellos viven constantemente en riesgo de un montón de cosas que pasan en la calle. Para ellos es un riesgo más el coronavirus. Para ellos es más preocupante no comer y no tener donde dormir”. “Muchos de ellos han tenido hepatitis, tuberculosis. Acá viene mucha gente grande y eso asusta porque se contagia uno y se pueden contagiar todos”, detalla.

Muchas de las personas que se acercan cotidianamente al Barrial no están contemplados por las medidas de prevención actuales. “El aislamiento pareciera que ignora a la gente que está en situación de calle. Para ellos no existe aislamiento obligatorio, no existe cuarentena y la policía no busca la manera de que ellos puedan ser cuidados con esta medida, porque podrían buscarle lugares donde dormir, porque podrían llevarlo a los paradores y no lo hacen”, concluye Brian.

* Militantes de infancias y juventudes dignas del sector Territorial de la organización VAMOS

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