7 abril, 2020
Causas y consecuencias de un ambiente pandémico
La crisis civilizatoria que estamos viviendo nos permite (re)discutir absolutamente todo. Desde posturas más optimistas a las menos, todes coinciden en que el mundo no será mismo una vez que pase.


Julian Monkes
“La crisis licuan todas las proyecciones del porvenir, y lo peor, es que eso amerita la construcción de ‘soluciones´ que sean impuestas, en las que las clases subalternas sean aún más sometidas. El desasosiego planetario por la ausencia de horizontes es también de las clases dominantes, por lo que el sentido común se vuelve poroso, apetente de nuevas certidumbres (…) entonces es el problema que en el medio de la contingencia del porvenir, es probable que se refuerce el curso de las actividades de la comunidad, la solidaridad y la igualdad, que es el único lugar donde los subalternos pueden emanciparse de su condición subalterna”.
Álvaro García Linera
La oportuncrisis
Sin dudas, esta pandemia de coronavirus -como cualquier crisis- genera un terreno fértil para rediscutir todo; desde la economía que vendrá hasta el sistema de organización social. ¿Habrá lugar para discutir la cuestión ambiental, la producción industrial y el consumo de alimentos?
Falta mucho para ver cómo se desarrolla esta situación y depende en gran medida de nuestra organización y nuestra capacidad para instalar debates. A priori, el cielo nuevamente gris de China parece mostrar que la crisis sanitaria fue un impasse del capitalismo contaminante, más que un quiebre sistémico. Sin embargo, hay dos elementos que son interesantes para rescatar: la interdepencia humanidad-medio y el rol del Estado en la salud pública.
La producción de cuerpos enfermos
Hay muchos factores que permitían vaticinar un brote pandémico. Una de las causas principales a las que se hace referencia, es al modo industrial e intensivo de producción industrial de alimentos. Esta no solo deja a los animales más susceptibles a las infecciones virales, sino que puede generar las condiciones para que un virus mute.
El hacinamiento en la producción permite se propague más fácilmente -entre los animales primero y luego por zoonosis-.
La gripe aviar y la porcina, provienen de la proliferación de virus que mutaron en feedlots, por las pésimas condiciones de salubridad. A su vez, los cambios de uso del suelo para la producción intensiva hacen que los animales -y los microorganismos que portan-, migren con mayor facilidad a las urbes.
Hay estudios que plantean que los patógenos que antes podían ser controlados por los mismos hábitats naturales en los que se encontraban -como ecologías forestales- están siendo liberados a través de estas formas de producción.
Por otro lado, otro de los procesos que desembocan en la proliferación de un virus -hasta llegar a ser una pandemia-, es la generación de cuerpos enfermos a partir de una mala alimentación, que -sumado al hacinamiento y la movilidad- son los huéspedes perfectos para un contagio masivo.
La tasa de infección y proliferación es mucho menor en una población sana con un buen sistema inmunológico que se da a través de un cuerpo saludable y bien alimentado. Lejos de eso, vivimos en un momento en que la dieta de la mayoría de la gente se basa en tres cultivos principales, más de 850 millones de personas no tienen acceso a suficientes calorías para alimentarse y más de dos mil millones de personas (en su mayoría niñes) tienen una ingesta y absorción de vitaminas y minerales demasiado bajas para mantener una buena salud y desarrollo.
La mejor forma de contener la proliferación es el aislamiento social; la mejor forma de prevenir el próxima brote es hacer un buen ordenamiento del territorio y cambiar los sistemas de producción de alimentos -sobre todo el de tipo industrial- para mejorar la salud y la del medio.
La ampliación del Estado y del concepto de salud
A nivel mundial hay un debate sobre la importancia del rol de los Estados en la salud pública. Como planteó Fernando Toyos en este mismo medio, “Dado este panorama, resulta menos sorprendente el giro keynesiano de varios líderes mundiales, quienes se arrojaron raudamente a los brazos del intervencionismo estatal”. Ahora bien, nadie está discutiendo públicamente a qué nos referimos con “salud pública”, o mejor dicho, nadie está criticando la concepción hegemónica de la salud.
Como seres humanos, estamos atravesades por un sinfín de productos contaminantes en el aire, enfermedades a partir de los basurales, venenos en nuestra comida, arsénico en agua; sumado a la mala alimentación a la que se hizo referencia en el apartado anterior. ¿No son estas cuestiones importantes para atender desde la salud pública? Si a nivel global estamos revalorizando el rol del Estado sobre la salud pública, tenemos que aprovechar la oportunidad e ir más allá para ampliar este concepto e incluir la cuestión ambiental dentro del mismo.
El rol de la militancia popular ante las crisis sanitaria, ecológica y climática
La pandemia actual es otra de las crisis que se desprenden del sistema capitalista. Sumada a ésta, existe otra que ocupa la agenda mediática en este último tiempo y que, como vimos, está enormemente vinculada: la ecológica y climática.
Esta crisis profundiza problemas sociales y económicos que nuestra generación está viviendo. Sin ir más lejos, aumenta el número de refugiades, los grandes fenómenos climáticos afectan cada vez más las cosechas y se cobran vidas día a día.
Si bien el parate económico a causa del virus puede mostrar los impactos que tiene la humanidad sobre el medio, es el ejercicio cotidiano de la militancia el que tiene que construir el relato de quiénes son les culpables y quiénes les afectades.
A contrapelo del ambientalismo liberal -que cree que la causa radica en la “falta de educación o concientización de las personas” y la afectada es “la naturaleza”-, la raíz de la crisis global se haya en el eje ordenador de la organización socioeconómica: la acumulación de ganancias. Cuya consecuencia son las afecciones sobre les más vulnerables.
Parte de ese ambientalismo liberal, se reconforta con ver imágenes de “ambientes restaurados” que son falacias o fake news. Ni hablar que ese festejo se monta sobre la vida de muchas personas.
Sin embargo, esas imágenes permiten ver los impactos que tenemos sobre el medio; impactos que venimos denunciando hace años, pero que ahora son tapas de diarios. Entonces cabe preguntarse: ¿el virus podría tener un impacto positivo en el ambiente?
Desde el ambientalismo popular, entendemos la cuestión ambiental como un todo integrado haciendo hincapié en la salud pública y en los derechos humanos. Ningún virus va a ser beneficioso para el ambiente si lleva a cuestas vidas humanas, ni tampoco va cambiar las injusticias ambientales que sufrimos; es más, las va a profundizar porque destruye un sistema económico que necesitamos. Que necesitamos cambiar, para poner en el centro la vida humana y no la acumulación -o como dice el Papa Francisco, ponerle “alma”-, pero que necesitamos al fin.
Desde la militancia popular tenemos que tomar la apertura de estas debates para poder elevar los pisos de discusión y cuestionar el sentido común. Las crisis sanitaria, ecológica y climática son la expresión de un modelo agotado. El momento parece ser propicio para cuestionar las normas que ordenan nuestro sistema.
Como planteó Álvaro García Linera en su reciente conferencia, ni las clases dominantes tienen certeza sobre el devenir. En esa incertidumbre, las clases populares y la juventud tienen la tarea de crear un futuro justo, ambiental y socialmente, inclusivo y feminista.
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