3 abril, 2020
Aplausos y cacerolas: ¿el fin de la tregua?
Esta semana, el ritual de las 21 horas para agradecer al personal sanitario comenzó a ser sucedido por el reclamo para que “los políticos” se bajen el sueldo.


Fernando Toyos
Cumpliendo quince días de aislamiento social obligatorio, esta semana trajo la noticia de que el aplauso ritual de las 21 horas comenzó a ser sucedido –en algunos barrios específicos- por el sonido, tan característico como presente en nuestra historia, del repiquetear de cacerolas. ¿El reclamo? Que “los políticos” se bajen el sueldo, como manera de hacer un aporte frente a la crisis del Covid-19.
Paradojas de la historia: la consigna que baten aquellas ollas data de la Comuna de París, aquel primer gobierno obrero que funcionó – como tantas otras revoluciones – en medio de una guerra entre Francia y Prusia. Allí, los obreros y obreras pusieron en pie ese “gobierno barato” que reclamarían las cacerolas porteñas, fijando “salarios de obrero” para todos los cargos de los poderes Ejecutivo y Legislativo, que la Comuna fusionó en uno solo. La distancia entre los salarios políticos y aquellos que –en promedio- cobramos les trabajadores es proporcional a la distancia entre el sistema político y las necesidades de quienes movemos al mundo y somos la gran mayoría de su población.
Por supuesto que sería ingenuo atribuir tan nobles intenciones al golpeteo que se hizo oír en barrios como Belgrano o Caballito. Mucha agua ha pasado debajo del puente y, paradójicamente, las voces que se alzan contra la burocracia estatal suelen ubicarse en el ala conservadora del espectro político. Es el caso del politólogo yanqui, Samuel Huntington, para quien “lo único peor que una sociedad con una burocracia rígida, supercentralizada y deshonesta, es una sociedad con una burocracia rígida, supercentralizada y honesta”. Sincericidio. Detrás del discurso anticorrupción hegemónico se esconde una voluntad política: el Estado capitalista es asediado por el propio capital. En su ofensiva contra el trabajo – esa que llamamos neoliberalismo –busca depurar a este Estado de todos los espacios donde se condensan conquistas de la lucha obrera y popular. Así las cosas, la representación política más inmediata del capital que logró llegar a la presidencia argentina mediante el voto -PRO/Cambiemos, por supuesto – creó el Ministerio del Ajuste (perdón, de “Modernización”) y degradó–entre otros- a Ministerios que, hoy, son fundamentales ante la pandemia: Salud y Ciencia.
El brote de Covid-19 nos pone ante un espejo pavoroso: ¿qué sería de nosotres si Macri hubiera sido reelecto? Mientras muches respiramos aliviados, otres, quizás, procesan en silencio una verdad incómoda: el candidato que votaron nos hubiera llevado por el desastroso camino que camina Bolsonaro y puede llevar, según estimaciones, a centenares de miles de muertos – incluso un millón – en el gigante del Cono Sur. Quizás, por esto mismo, la base social de PRO/Cambiemos -en su bastión histórico de la Ciudad de Buenos Aires- guardó un respetuoso silencio, hasta ahora. Los dirigentes de este espacio que tienen responsabilidad de gestión ante esta crisis – el Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta, intendentes bonaerenses, legisladores – secundan sin chistar el liderazgo del Gobierno Nacional. Otros, como la presidenta del PRO Patricia Bullrich, tienen las manos libres para rasquetear la olla de una atención mediática concentrada casi exclusivamente en el Covid-19, y no muchos escrúpulos a la hora de elegir los medios para hacerlo.Así, mientras su bloque legislativo presentó un proyecto para recortar salarios de funcionarios, Bullrich salió a defender al CEO del Grupo Techint, uno de los más poderosos de la Argentina, que recibió un tirón de orejas de parte del Papa Francisco y el Gobierno Nacional.
No hay opositores buenos y opositores malos: hay quienes hacen el trabajo sucio y quienes acompañan en silencio.Opositores son opositores, y su trabajo es oponerse, y ante esto no vale el enojo ni la frustración. Es, sí, necesario caracterizar la situación y luego definir cómo responder. Una hipótesis: mientras figuras del PRO como la propia Bullrich y el ¿converso? ex-candidato a vicepresidente, Miguel Ángel Pichetto, salieron a fogonear los cacerolazos, sus socios radicales no parecieron tan ávidos de dar. ¿Qué sucederá con la “alianza Cambiemos”, que parece cada vez más frágil?
Segundo, y más importante: ¿qué nos dicen los cacerolazos acerca del mapa político actual? Decíamos hace dos semanas que la batalla contra el coronavirus parecía una épica hecha a medida del “albertismo”. Luego de dos semanas de esta batalla, encuestas que marcan un altísimo nivel de aprobación de la figura presidencial muestran un gobierno que se fortalece con un manejo más que aceptable de una crisis sanitaria descomunal.Más allá de las distintas gestiones, la pandemia de covid-19 puso de relieve la importancia de los sistemas públicos de salud, generando insospechadas adhesiones – como las del presidente neoliberal de Francia, Emmanuel Macron –a aquel Estado que el neoliberalismo vino a transformar.Mientras Irlanda anuncia la estatización temporal de su sistema de salud, la Argentina hace lo propio, unificando la gestión de los servicios de salud –públicos y privados- aunque prefiriendo evitar estatizaciones.
Según otra encuesta, de la consultora Analogías, el gobierno estaría siendo más moderado que la sociedad, la cual tendría un nivel de acuerdo muy alto con estatizar empresas de alimentación que especulen con los precios.La crisis del coronavirus, como un revival intervencionista, habilita estas iniciativas que hace dos meses hubiesen sido impensadas. En este contexto, las cacerolas contra el Gobierno no tienen más remedio que levantar una bandera que no les pertenece para tratar de acaparar la atención. No tiene demasiado sentido entrar en su juego, otorgándoles un protagonismo que no merecen. Una reducción de los abultados salarios de legisladores y altos funcionarios del Ejecutivo, sin embargo, dotaría de mayor legitimidad al Gobierno Nacional para exigirle a los sectores más concentrados del capital que renuncien a una parte de sus ganancias. Las proyecciones económicas que, la semana pasada, pronosticaban una recesión del 4% podrían resultar demasiado optimistas. En este escenario, es indispensable que sean estos sectores quienes hagan – proporcionalmente a su capacidad – el mayor aporte para sostener la cuarentena.
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