Batalla de Ideas

24 marzo, 2020

Coronavirus y Cambio Climático: testigos de la desigualdad social

La pandemia como también la crisis climática avanza con mayor agresividad sobre los sectores sociales más vulnerables, agravando sus condiciones de vida y exacerbando las desigualdades sociales preexistentes.

Ricardo Arraga y Bruno Rodriguez*

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Tanto el Cambio Climático y sus consecuencias como la epidemia causada por el COVID-19 son dos fenómenos de impacto global que han generado un gran pánico en la sociedad debido a los desastres que están causando y a los que potencialmente pueden causar. 

El primero, de larga data, ha ganado un lugar central en la escena política mundial a partir del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) que habla de un “punto de no retorno” después del cual ya no podemos predecir las catástrofes ecosistémicas y climáticas que ocurrirán. Por primera vez en la historia de la humanidad un grupo de individuos controla a escala transnacional una maquinaria capaz de destruir severamente el planeta y extinguir la vida de muchas criaturas, entre ellas, la de los seres humanos. 

La segunda se trata de un brote epidemiológico que ha tomado al mundo por sorpresa y supera a los sistemas de salud de diferentes Estados.
Estas dos manifestaciones evidencian la crisis estructural del sistema en el que vivimos y sus limitaciones. La forma en que los países responden al Cambio Climático y a la emergencia sanitaria que atravesamos pone de relieve la profunda desigualdad social existente. 

El sistema capitalista se legitima propagando la falsa idea de que la forma de organizar la sociedad que propone es la mejor posible, de que es el sistema que mejor funciona. El discurso hegemónico busca que aceptemos todo mal como inevitable y, sacrificio mediante, nos resignemos a aceptarlo. Es en momentos de crisis donde se abre una ventana de oportunidad para pensar en alternativas.

La desigualdad es la peor causa de muertes en el mundo

El avance de vectores de enfermedades infecciosas es una consecuencia de la crisis climática y ecológica. La pandemia como también la crisis climática avanza con mayor agresividad sobre los sectores sociales más vulnerables, agravando sus condiciones de vida y exacerbando las desigualdades sociales preexistentes. Las clases dominantes cuentan con los recursos necesarios para salvaguardar sus condiciones de vida, mientras el pueblo trabajador sufre las consecuencias de un modelo que legitima su descarte. 

En este sentido, los sectores populares que viven en asentamientos precarios son quienes sufren las peores consecuencias del Cambio Climático. En muchos casos no tienen cloacas, ni servicios básicos y cuando llueve los barrios se inundan. Deben formar parte del proceso de construcción de políticas públicas situadas porque los impactos de la crisis climática y ecológica agudizan las desigualdades ya existentes. De la misma manera son los trabajadores de la economía formal e informal quienes mayor exposición tuvieron durante la etapa de incubación del Coronavirus. Para estos sectores dejar de trabajar y quedarse en su casa, es sinónimo de no poder llevar comida a la mesa. 

Para las capas populares la crisis sanitaria que atravesamos no hace más que agravar sus precarias condiciones de vida.

Esta situación es aún peor en los sectores de la economía popular que no gozan de los beneficios de los derechos laborales y los convenios colectivos de trabajo ya que son excluidos estructurales que posiblemente nunca ingresarán al mercado formal del trabajo. La profunda desigualdad se ilustró en la forma voraz que fueron vaciadas góndolas de supermercados por parte de quienes contaban con el tiempo y el dinero para hacerlo.

El aislamiento social será paradigmáticamente una forma de respuesta colectiva. En un mundo que potencia la atomización social, la individualización y la meritocracia,  la solidaridad popular será crucial para enfrentar esta emergencia sanitaria.

Modelos de salud: Exclusión como norma del sistema 

Uno de los ejemplos más gráficos de vulneración de Derechos Humanos básicos por las dinámicas que tiene el mercado para regular nuestras relaciones económicas es el caso de los sistemas de salud privados. Considerar el acceso a servicios sanitarios como un privilegio de aquellos que cuentan con los recursos financieros para costear esa necesidad es lamentablemente un legado cultural del neoliberalismo. El sentido común es muy claro: el sistema es para quienes pueden pagarlo.

Cuando se materializan las consecuencias más duras de la crisis climática y ecológica, los más pobres son los que ven sus condiciones de vida pulverizadas y es el Estado quien debe responder con los instrumentos institucionales adecuados para contener a ese sector de la población. Pero en el caso de los países que orientan sus políticas en base a las reglas del mercado, reduciendo la capacidad de respuesta del aparato estatal, cuando los fenómenos ambientales más extremos destrozan a las comunidades más vulnerables, las respuestas las proveen los sistemas de servicios privados. 

Las capas sociales ya marginalizadas de ninguna manera cuentan con los recursos para gozar de servicios sanitarios básicos en estos casos extremos y los sectores asalariados deben elegir entre hipotecar sus hogares o acceder a los tratamientos médicos correspondientes. La existencia de los modelos de salud privados responde a una premisa muy concreta: la exclusión es norma.

El caso estadounidense, pedagogía de la crueldad

La crisis climática y la pandemia del coronavirus exponen las falencias del sistema de salud de EEUU. Treinta millones de personas no poseen seguro médico y otros 40 millones sólo acceden a planes deficientes, con copagos y seguros de costos tan elevados que sólo pueden ser utilizados en situaciones extremas. 

Con el avance de fenómenos climáticos extremos se incrementa la propagación de enfermedades, y en un contexto de pandemia es urgente avanzar con la colocación del debate sobre modelos de salud alternativos para contrarrestar los efectos de ambas crisis sobre los sectores populares, pero también para guiar al mundo en el proceso de construir un nuevo sentido común global. No se puede lucrar a partir de la salud de las personas. 

Uno de los problemas más graves de estos modelos privados es el efecto en los sistemas democráticos. Las industrias de aseguramiento inyectan sumas millonarias en las campañas electorales legislativas y presidenciales, negando la posibilidad de generar un cuestionamiento de los modelos de salud privados. 

Con un sistema de exclusión regido por el interés de las grandes corporaciones del rubro asegurador es necesario brindar un análisis de las alternativas existentes. Debemos reemplazar material y simbólicamente estos modelos, debemos sustituir a la pedagogía de la crueldad neoliberal por una noción de realización colectiva. Vamos a estar a salvo cuando todos los pueblos del mundo tengan su derecho a la salud asegurado. 

Otra humanidad es posible

La revolución cubana produjo transformaciones radicales en los distintas áreas del Estado. La salud pasó de ser un servicio a ser un derecho humano. 

En los países del norte de Europa, como en la isla caribeña, el Estado es responsable de garantizar el acceso universal a la salud. Las poblaciones en situaciones de riesgo cuentan con esto, pero más importante aún es la cultura por la cual se legitiman esos sistemas de universalización de derechos. 

Erradicar el valor de la preservación individual para imponer una regla de cuidado colectivo no es una tarea que haya desarrollado efectivamente el aparato estatal, es una construcción social y política motorizada por los resortes de la organización popular desde abajo hacia arriba. La crisis climática y ecológica representa una carrera contra el tiempo, y la única forma de vencer en esta gesta histórica es por medio de la organización de nuestros deseos colectivos, replicando los sistemas de solidaridad para universalizar el acceso a ciertos derechos en los países azotados por el imperio mercantilista.

En este contexto irrumpe la pandemia del COVID 19  que representa una oportunidad histórica porque pone en jaque al orden global. No hay salida posible si apostamos al efecto de los esfuerzos individuales, no hay héroe “solo” sino en grupo como diría Oesterheld. 

El héroe en grupo se tiene que traducir en la reforma integral de nuestros sistemas sanitarios y también debe manifestarse en la aplicación de medidas económicas en beneficio del pueblo trabajador que hace posible la existencia de un circuito de circulación de productos y mercaderías aun en tiempos de cuarentena. Es necesario no solo reconocer en términos simbólicos el trabajo de nuestros enfermeros y enfermeras, el reconocimiento más profundo se expresa en la ampliación de sus derechos. 

¿Qué idea de desarrollo tenemos?

Venimos arrastrando una noción de Desarrollo que resulta errada en tanto y en cuanto celebra los riesgos y las incertidumbres causados por la dinámica industrial y la búsqueda de un crecimiento económico exponencial e ilimitado. Esta orientación produce daños irreversibles en los ecosistemas y pone en riesgo las funciones vitales de la naturaleza y la reproducción de la vida. 

Al priorizar la ganancia económica por encima de los servicios ecosistémicos que brindan nuestros bienes comunes se avanza en un esquema que mercantiliza la vida e impone jerarquía con un criterio estrictamente economicista. En el mismo sentido el coronavirus pudo avanzar con mayor facilidad en aquellas regiones cuyos sistemas de salud responden a una lógica exclusiva, privativa y para minorías.

Frente a la pandemia que forzó a la sociedad a detener muchas actividades económicas y ralentizar su dinámica, diversos ambientes naturales que poseían pasivos ambientales importantes han mostrado muy rápidamente signos de recuperación. Esta situación habla a las claras de que la naturaleza posee una fuerza regenerativa impresionante. Para recuperarse necesita que no la sigamos contaminando y le permitamos desplegar sus mecanismos de recuperación y autodepuración.

Nos oponemos al consumo indiscriminado e irreflexivo y a la mercantilización de la vida. Nos sentimos parte de la Naturaleza y al decirlo, rompemos con la racionalidad mercantilista que separa a la humanidad, para explotar los bienes comunes de forma abusiva. Esta pandemia a nivel global es una gran oportunidad para reflexionar y pensar más allá de la rutina a la que estamos acostumbrados.

El sistema tiene una lógica infinita en el marco de un planeta finito. Para los empresarios el beneficio ganancial siempre podría seguir creciendo pero los recursos son limitados. 

¿Cuál es el objetivo ulterior del sistema productivo? ¿El bienestar social de la población y la realización de la vida o simplemente la maximización de la ganancia? Una sociedad que produce sin un fin es autodestructiva. La sociedad moderna está esclavizada por un dinamismo que no controla y la condena. Se caracteriza por la sobreproducción de bienes de consumo y el subconsumo por parte de grandes mayorías populares excluidas del sistema. 

¿Es realista creer que el sistema capitalista y la sociedad de consumo pueden reconvertirse para priorizar la salud y el derecho a un ambiente sano? ¿Cómo hacer frente a la crisis civilizatoria que atravesamos?

Hoy cuarentena por la pandemia. ¿Y mañana?

En contraposición a quienes afirman el “fin de la historia” nuestra generación se inserta en un contexto donde diversos movimientos populares se abren paso en un mundo que muestra signos de crisis sistémica. Que se animan a pensar en otra forma de organizar la vida. De pensar en un mundo libre de extractivismo en todas sus expresiones. Donde la profundización de la brecha social por la concentración masiva de ingresos y riquezas sea considerado un crimen contra la humanidad. 

No estamos derrotados. Otro mundo es posible y por lo tanto no hay que limitarse a aceptar la mediocre idea de felicidad que propone la sociedad de consumo. La crisis es estructural y la cuarentena evidencia que esta lógica de acumulación de riqueza material y desprecio de la vida y el ambiente es absurda. Existen grietas en el modelo en las que se puede anidar para generar prácticas prefigurativas de la sociedad que soñamos.

Es una oportunidad histórica para avanzar en la lucha contra los intereses de los grupos concentrados de la economía, en la construcción de un discurso sostenido por las bases sociales de la organización popular y, por sobre todo, en la lucha material por revertir la estructura de la pirámide social. 

Los dueños del mercado incidieron protagonicamente en la creación de las situaciones críticas que atraviesa la humanidad. Si la avaricia y el deseo de acumulacion infinita son la causa, tienen que ponerle fin a sus conductas, o el pueblo lo hará por ellos.

* Integrantes de Jóvenes por el Clima

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