13 marzo, 2020
Crónica de una épica que no fue
El deslucido lockout patronal, o la repetición de 2008 como farsa.

En una semana cuya agenda estuvo completamente tomada -vaya el doble sentido- por la (recientemente declarada) pandemia de coronavirus, el lockout por 96 horas de las patronales agrarias pasó sin pena ni gloria. En este intento -frustrado- por invocar a la épica de 2008 ¿qué factores se conjugaron para que, parafraseando a Marx, la tragedia se repita como farsa?
Las patronales agrarias (Sociedad Rural, CRA, Federación Agraria y Coninagro, nucleadas en la Mesa de Enlace( tendrán, a partir de esta semana, que hacer un balance “no positivo” del paro agrario al que, con dudas y contradicciones internas, convocaron la semana anterior, una vez conocida la suba de tres puntos porcentuales que, como anunciamos, el gobierno dispuso.
Como primer punto, es necesario señalar las diferencias entre la famosa resolución 125 y la disposición del actual Ejecutivo. Aquel esquema de retenciones móviles, diseñados por el hoy diputado dizqueprogresista, Martín Lousteau, establecía alícuotas que podían superar el 50% según el precio de la soja que, recordemos, estaba en un pico histórico por aquel entonces.
La medida tomada por el gobierno del Frente de Todes, por otra parte, establece una tasa del 33% fija, un incremento de tres puntos porcentuales, un aumento tímido en comparación. Más importante aún: mientras la 125 gravó por igual a todos los productores de soja, los tres puntos porcentuales se aplicarán únicamente a los más grandes, que representan un 24% del total.
En sintonía con el leitmotiv presidencial de “empezar por el último para llegar a todos”, este aumento estará destinado a financiar reducciones impositivas para cultivos regionales siendo, pues, una medida redistributiva. Esto explica, al menos en parte, las fisuras que mostró la misma Mesa de Enlace que, hace 12 años, se conformó en torno al rechazo de la 125. El entonces presidente de Federación Agraria (FAA), Eduardo Buzzi, salió a criticar públicamente el paro que concluyó este jueves. Más aún, las entidades de Pergamino y Tandil -entre otras asociaciones de medianos productores, nucleadas en FAA- anticiparon el fin de semana que no participarían del lockout. La estrategia oficialista de fragmentar al frente agroexportador cosechó cierto éxito.
Luego, el contexto: el lockout de 2008 pudo constituirse como polo de agrupación opositora, en parte, por tener enfrente a una fuerza política que llevaba cinco años de gobierno y comenzaba a experimentar cierto desgaste. La medida de fuerza de esta semana, con menos de 100 días del nuevo gobierno, se mostró prematura.
Pero la política, como decía Lenin, es economía concentrada, y las diferencias más profundas se encuentran en este plano: mientras el gobierno de Alberto Fernández debe hacerle frente a una crisis económica y social absolutamente innegable, en 2008 la Argentina venía de cinco años de crecimiento “a tasas chinas”. Luego de este ciclo 2003-2007, donde alcanzó para darle a todos los sectores una porción de torta que los deje satisfechos, con las primeras contracciones de la economía comenzó la disputa por la distribución del ingreso.
En una novedad, absolutamente progresiva respecto del menemismo y la Alianza, el kirchnerismo intentó marcarle la cancha a un actor que tuvo la extraña suerte de salir ganando casi siempre. En tal escenario, resultaba más factible instalar la narrativa que ubica “al campo”, que se pretende el único sector productivo, como la víctima de un gobierno populista que aplica impuestos confiscatorios para financiar vaya a saber qué cosa. Hoy, luego de que el campo se cobrara revancha durante cuatro años, el relato oficial, que invoca a la idea de “poner el hombro”, demostró tener mayor anclaje en la realidad.
Por último, pero no menos importante, resta referirnos al rol que el propio Ejecutivo asumió en este enfrentamiento. Al fructífero intento de agrietar -levemente, por otra parte- a la Mesa de Enlace, el gobierno de Alberto Fernández asumió una posición que podríamos calificar de contemplativa. Sin “subirse al ring” ni enarbolar alguna de las retóricas antioligárquicas que sonaron allá por 2008, apostó a hurtar el cuerpo y dejar que el conflicto se desinfle solo. Y ganó: no solo porque, coronavirus mediante, el lockout tuvo un pobre impacto en la agenda pública, sino por el hecho de que las motivaciones político-partidarias del PRO, que fogoneó la medida desde el minuto cero, quedaron relativamente expuestas.
Ahora bien, esto podría llevarnos al error de considerar que la moderación es la mejor estrategia para cualquier contexto y, por oposición, que la estrategia en torno a la 125 “fue demasiado radical”. Cualquier análisis desvinculado de su contexto económico (cuánta plata hay, quién gana y quién pierde, etc.) y una cuidadosa evaluación de la relación de fuerzas, estará destinado a tener patas cortas.
Si hoy, con el diario del lunes, podemos señalar los errores técnicos y políticos de la 125, conviene recordar que se trató de una apuesta que, con sus inconsistencias, implicaba un nivel de confrontación muy alto con, acaso, el sector más privilegiado de la burguesía vernácula. Podría decirse que esta confrontación era más fuerte en el plano simbólico que en el material, que tanta épica antioligárquica se hubiera correspondido mejor con un proyecto de reforma agraria, por ejemplo. Y es cierto. Pero el problema más grave de esa confrontación, el único error imposible de reparar, es que se perdió. Y se perdió por un solo voto.
En este sentido, es importante aprovechar esta modesta victoria, sosteniendo y amplificando las voces que, hoy minoritarias, claman por una captura más radical de la extraordinaria renta agraria. Voces que suelen ser vituperadas desde este lado del mostrador, por quienes aducen que cualquier diferencia con la moderación albertista es un gol en contra, sin tomar en cuenta que el efecto puede bien ser el contrario.
Ejemplo de esto ocurrió hace un mes y un día: cuando el equipo del FMI recorrió el Congreso, una nutrida movilización la recibió diciendo, a coro, que la deuda debe ser investigada. Pocos días después, el presidente recogió la demanda por la investigación, endureciendo la posición oficial ante un Fondo que, días después, declaró “insostenible” la deuda.
Por más que el gobierno se afane en capturar y ampliar ese concepto, siempre inefable, de “centro político”, no podemos olvidar que siempre habrá gente descontenta. Como en el juego de la soga, la alternativa que -por izquierda o por derecha- logre capitalizar la mayor parte de este descontento, será la que más fuerza tenga para imponer su agenda. Una agenda que oscila, invariablemente, entre la barbarie tan bien encarnada por Trump y Bolsonaro (entre otros), y un proyecto que vuelva a poner la emancipación de los pueblos en el horizonte.
Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.