20 febrero, 2020
Parasite: soltar la piedra de la locura
El filme del coreano Bong Joon-ho representa una crítica dura al mundo moderno del capitalismo salvaje, sin equilibrios, donde inventar una ficción para vivir la realidad es la única opción posible.
Mariano Cervini
Digamos que el universo se rige por cuestiones que no podemos entender ni dominar del todo. Pensemos que el azar interfiere en cada plan que tenemos y se nos ríe en la cara de cuanta planilla de Excel queramos añadir a la vida. Y si el azar es aquel que nos rige, tal vez una forma de burlarlo, aunque fuera por un rato, consista en conseguir un talismán de la buena suerte.
Parasite (Bong Joon-ho, 2019) representa por sí misma aquel talismán. Es el ojo que nos hace ver más allá y nos desarma de esa posibilidad de controlarlo todo. Más allá de una lucha de clases obvia y un poco cercana al lugar común, la película se representa como un caos en que los de abajo deben inventar una ficción para poder aprovecharse de los de arriba.
Cuando el ingenio y la buena fortuna (representada por una piedra que a la vez es un regalo, como lámpara de Aladino) se agotan, el plan perfecto se desmorona y la narración desparrama una crítica implacable a ese mundo en el que la lluvia puede ser una bendición o una pesadilla, depende quien la goce o la padezca.
Si la primera media hora es un tanto demasiado introductoria, la intención se entiende necesaria para hilar una trama compleja que causa gracia y logra una tensión atractiva y original.
Una vez que la piedra de la locura entra en el juego, las razones parecen diluirse y todo entrar en un viaje delirante pero posible. Hasta en un momento parece más racional todo lo que ocurre que cualquier contrapunto con lo que debería pasar en una casa de familia de una Corea del Sur de clase alta, acechada por la posibilidad de una invasión del Norte, mezclada con la yanquización de sus propios nombres de nacimiento cambiados por otros de origen norteamericano. ¿Qué le pasa a esta gente? ¿Quiénes son los verdaderos parásitos?
El novelista argentino Sergio Bizzio podría pedir algún reclamo por derechos de autor. Parasite tiene varios puntos en común con su novela Rabia (Interzona) y ese mundo en el que uno puede vivir oculto a pesar de la muerte.
El enfrentamiento de clases puesto en primer plano y llevado a un absurdo para nada absurdo. Todo lo que ocurre en la cinta podría pasar en la realidad y pasa de manera metafórica. Un cuchillazo a los valores de humanidad que han desaparecido. Un olor que es el olor de los otros, los fumigados, los que viajan en subte, los que buscan desesperadamente una señal gratuita de wifi que los conecte con ese otro mundo que los aplasta y ahoga.
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