11 febrero, 2020
Discutiendo el patriarcado científico: se celebra el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia
Al igual que en otros ámbitos, las mujeres científicas afrontan enormes dificultades, desigualdades y falta de derechos. A esto se suma que, desde la infancia, los estereotipos de género sobre las habilidades intelectuales buscan encorsetar a las mujeres en las tareas reproductivas y de cuidado.


Victoria García*
El Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia fue proclamado en 2016 por las Naciones Unidas para “promover la participación plena y en condiciones de igualdad de las mujeres y las niñas en la educación, la capacitación, el empleo y los procesos de adopción de decisiones en la ciencia”.
Según datos de la UNESCO de 2018, menos del 30% de las personas dedicadas a la investigación científica en el mundo son mujeres. En la Argentina, si bien a nivel global existe mayor paridad numérica en el sector público ‒organismos de ciencia y tecnología y universidades nacionales‒, las mujeres todavía tienen dificultades para acceder a cargos jerárquicos y a puestos en el sector privado.
En el CONICET, el mayor organismo de ciencia y tecnología del país, las mujeres representan más de la mitad del personal (55%). Sin embargo, la proporción se reduce a medida que se avanza en la carrera científica. Entre los investigadores principales, las mujeres son el 42% y, entre los superiores, sólo el 23%.
Existen disciplinas y tareas dentro del ámbito científico en las que la proporción de varones es abrumadoramente mayoritaria. Es el caso de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), donde la participación de las mujeres es muy menor a la media nacional: solo el 33% de toda la planta. La situación es más desigual todavía en el Instituto Balseiro, dependiente de la CNEA y de la Universidad Nacional de Cuyo, donde las mujeres representan sólo el 10% de la matrícula.
A la inversa, otras áreas del conocimiento están altamente feminizadas. En el CONICET, la proporción de mujeres es particularmente elevada en el área de Ciencias Biológicas y de la Salud, donde aportan el 64% de la planta de investigadores formados y en formación.
Se suele denominar “techo de cristal” a las dificultades que las mujeres enfrentan para ascender en su carrera laboral. En el ámbito científico, existen numerosas iniciativas y espacios colectivos que buscan visibilizar y discutir esas dificultades que, de lo contrario, permanecen naturalizadas.
En los Encuentros Plurinacionales de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans, existe ya hace varios años un taller dedicado a la ciencia y la tecnología. Uno de los temas más acuciantes del taller en los últimos años ha sido el de la violencia de género en los organismos científicos y en las universidades.
Las situaciones de violencia son frecuentes en un ámbito altamente competitivo y exigente, estructurado en torno de jerarquías rígidas. Quienes padecen estas situaciones son, mayormente, las mujeres y, sobre todo, las becarias o investigadoras en formación, que carecen de derechos laborales básicos y, por ello, son particularmente vulnerables a los abusos de poder y a los maltratos.
La aplicación de protocolos contra la violencia de género en los organismos de ciencia y en las universidades ha sido una de las demandas que las mujeres del sector han impulsado con fuerza en los últimos años. En el CONICET existe desde 2017 un protocolo contra la violencia laboral, con perspectiva de género, aunque resta avanzar en su implementación para que constituya una herramienta efectiva de prevención y abordaje.
También en materia de derechos laborales las mujeres del sector de ciencia y tecnología vienen construyendo su propia agenda. La necesidad de acceder a licencias de maternidad y paternidad más extensas y paritarias, de que existan jardines infantiles y lactarios en los lugares de trabajo, son algunos de los planteos de las trabajadoras.
Se apunta, así, a atacar las dificultades que enfrentan muchas mujeres científicas para compatibilizar su carrera con su vida personal y, en particular, con las tareas domésticas y de cuidado, que recaen sobre ellas en mayor medida que sobre los varones.
Allanar el camino de las mujeres en la ciencia y la tecnología requiere de acciones concretas, pero también de una concientización profunda sobre ciertos estereotipos de género que históricamente las expulsaron de este terreno. Se trata de estereotipos que se reproducen cotidianamente y que condicionan las opciones vocacionales y posibilidades laborales de las mujeres desde mucho antes de su llegada a un organismo científico o a una universidad.
Por eso el día que se celebra hoy es de las mujeres y las niñas en la ciencia. En 2017, la revista Science publicó una investigación realizada por psicólogos en EE.UU., que sugiere que los estereotipos de género sobre las habilidades intelectuales aparecen a una edad muy temprana y tienen consecuencias inmediatas sobre los intereses de les niñes. En concreto, el estudio sostiene que, a partir de los seis años, las niñas dejan de asociar la idea de genialidad con su propio género.
Históricamente, los discursos y prácticas dominantes en la sociedad patriarcal han pretendido encorsetar a las mujeres en roles reproductivos y de cuidado, y privarlas del ejercicio libre de la creatividad, la curiosidad y el pensamiento, indispensable en la tarea científica. En todas las épocas ha habido formas de resistencia a esta opresión.
La cuarta ola feminista nos ofrece una nueva oportunidad para discutir estos problemas. Que la carrera científica no siga siendo para las mujeres una carrera de obstáculos dependerá, en parte, de habilidades y voluntades individuales, como la de tantas mujeres que marcaron hitos en la historia de la ciencia.
Pero, sobre todo, va a depender de nuestra capacidad de sostener acciones y discusiones colectivas, incluso en un ámbito tan competitivo como el de la ciencia y la tecnología. Por más ideas brillantes que cualquier mujer científica tenga, el patriarcado es un adversario demasiado grande para enfrentarlo en soledad.
* Investigadora del CONICET
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