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18 diciembre, 2019

Mujeres que hicieron historia: Liudmila Pavlichenko

Fue francotiradora en la Segunda Guerra Mundial. Cosechó un sinfín de cadáveres nazis y fue la primera soviética en entrar a la Casa Blanca. «Se ve que para los estadounidenses lo importante es si las mujeres llevan ropa interior de seda bajo el uniforme. Pero qué es lo que el uniforme representa, eso lo tienen por aprender».

Carla Martilotta

@CarlaMartilotta

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Liudmila Pavlichenko nació el 12 de julio de 1916 en un pequeño pueblo de lo que hoy es Ucrania y durante su juventud fue la francotiradora más mortífera del Ejército Rojo. A los 14 años se mudó con su familia a Kiev donde comenzó a trabajar como obrera en una fábrica, en paralelo se unió al club de tiro Osoaviajim, tan solo como un pasatiempo.

Estudios recientes dicen que tuvo un hijo con un estudiante de su pueblo natal. La negación del progenitor a hacerse cargo del niño, así como la negativa de los padres de Liudmila a que sea madre tan joven provocaron que la crianza esté a cargo de un familiar, por lo que no existen mayores registros de su posible maternidad.

Ella continuó con sus estudios, su trabajo y su militancia. A los 25 años, en 1941 y cuando ya era una experta con el rifle, Adolf Hitler inició su plan de invasión alemana de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Conocida como “Operación Barba Roja” las batallas del Frente Oriental fueron las más sanguinarias y le significaron a los nazis la mayor cantidad de pérdidas durante todo el conflicto bélico.

Liudmila se unió al Ejército Rojo junto a otras dos mil mujeres más. Sin embargo, su capacidad de derribar cuanto soldado se le pusiera enfrente la destacó desde el principio.

Durante sus primeros dos meses en la guerra estuvo en el frente en la batalla de la ciudad de Odesa, donde se le registran 187 bajas enemigas. Obligados a retirarse, su unidad fue trasladada a Sebastopol, en la península de Crimea, donde la cifra de alemanes muertos por su Tokarev SVT-40 semi automático ascendió a 257.

“No podía salir de mi asombro: los soldados alemanes parecían borrachos. Por entonces había desarrollado mi método favorito de disparo: dar al enemigo entre los ojos y la sien”, recordó en su autobiografía titulada Lady Muerte.

“No podía salir de mi asombro: los soldados alemanes parecían borrachos. Por entonces había desarrollado mi método favorito de disparo: dar al enemigo entre los ojos y la sien”

De acuerdo a su propio relato fue en Sebastopol donde mantuvo decenas de duelos con francotiradores nazis enviados específicamente a matarla.

Para mayo de 1942 Liudmila ya era una estrella en las filas soviéticas, respetada por el conjunto del ejército. En junio de 1942 fue alcanzada por el disparo de un mortero, el fuego le dejó graves heridas y debió abandonar el campo de batalla. Al mes siguiente, le prohibieron regresar. Por sus hazañas le otorgaron la estrella dorada de Heroína de la Unión Soviética, la mayor condecoración.

En agosto de 1942 José Stalin la envió a EE.UU. y Gran Bretaña en una serie  viajes de propaganda entre los aliados que combatían la Alemania nazi.

En Washington fue la primera persona soviética en ser recibida por un presidente estadounidense, Franklin Delano Roosevelt. Gracias a esa visita inició una relación diplomática cercana con la primera dama, Eleanor, que derivó en una gira por el país norteamericano donde se dedicó a contar sus hazañas pero, también, desafiar al machismo.

«Cuando el hijo de un vecino se jactó de su destreza lanzando una ráfaga de disparos, me propuse demostrar que una niña también podía hacerlo», contó sobre sus inicios durante la gira por EE.UU.

Para la prensa de la época, una mujer comunista y francotiradora era lo más parecido a un demonio. Titulares sensacionalistas y preguntas amarillistas y despectivas fueron moneda corriente.

Una vez le preguntaron si usaba maquillaje para ir al frente de fuego. Ella respondió: «No había ninguna regla que lo prohibiera. ¿Pero quién tiene tiempo de pensar en cuánto brilla su nariz en medio de una batalla?».

«No había ninguna regla que prohibiera el uso de maquillaje. ¿Pero quién tiene tiempo de pensar en cuánto brilla su nariz en medio de una batalla?»

En una entrevista con la revista Time, disparó: «Se ve que para los estadounidenses lo importante es si las mujeres llevan ropa interior de seda bajo el uniforme. Pero qué es lo que el uniforme representa, eso lo tienen por aprender».

Su carrera se convirtió en leyenda y las anécdotas se multiplicaron. Una de las más curiosas es sobre su encuentro con Charles Chaplin: “Es increíble que estas manitas hayan matado nazis, hayan segado sus vidas por centenas sin fallar”, se cuenta que dijo el actor.

De vuelta en sus tierras, terminó la carrera de historiadora en la Universidad de Kiev. Entre 1945 y 1953 fue ayudante del Cuartel General Principal de la Armada Soviética y después fue miembro activo del Comité Soviético de Veteranos de Guerra.

Murió el 10 de octubre de 1974, a los 58 años, con una carrera famosa. Una de sus frases más memorables fue durante una entrevista en la que le preguntaron cúantos hombres había matado. Ella dijo: «Hombres no se, fascistas 309».

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