13 diciembre, 2019
Una pochoclera para ver en Netflix: Escuadrón 6
La nueva película de Michael Bay se estrenó en la plataforma de streaming y cumple lo que puede esperarse de uno de los más reconocidos directores del actual cine de acción. Una historia sencilla al extremo y todo el poder a los tiros, la velocidad, las coreografías y la ostentación visual. Cine para entretenerse.


Ramiro Acevedo
La escasez de contenidos de calidad está llegando a Netflix. Lo que la plataforma anuncia para diciembre y enero (habiendo ya estrenado El irlandés, su tanque del año) genera muy escaso entusiasmo. Serán algunas películas malas y ya anticuadas, varios especiales de navidad y Rebelde Way.
Entre estos anuncios hace una semanas da vueltas una película dirigida por Michael Bay y protagonizada por Ryan Reynolds, ambos con antecedentes cinematográficos que oscilan entre las buenas producciones y bodrios imposibles como todas las Transformers (Bay) y Linterna Verde (Reynolds).
La carrera de Michael Bay no es tan extensa, pero suficiente para que sea de los directores más amados y odiados que la Hollywood tiene para ofrecer hoy. Se inició con Bad Boys (en América Latina Dos policías rebeldes) un policial que transcurre en Miami y que marcó el distinguible estilo de su director: acción grandilocuente y humor efectivo pero sin sofisticación. Y ese estilo lo sostuvo, al punto que pareciera que no sabe hacer otra película: La isla es así, La roca igual, la secuela de Bad Boys mucho más. Va a haber tiros, sí, pero no solo eso sino que van a volar autos, ataúdes, lanchas, helicópteros, lo que sea. Es una acción tan exagerada que no llega a sentirse violenta, casi como una caricatura.
La industria lo convocó también para aportarle su ritmo y estética a películas con más pretensiones (Pearl Harbor y Armageddon), pero terminó licuándose en la generalidad de la propuesta. Y después Transformers. No una o dos, sino cinco espantos imposibles de terminar.
La carrera de Michael Bay genera amores, de quien lo valoran por su genio para la acción y el humor de fácil digestión. Y también rechazo, de quien lo ve como un director sin vuelo, que hace lo que le pide la industria, un mercader del séptimo arte.
Lo de Reynolds es similar, probó ser muy divertido en Deadpool, Detective Pikachu y RIPD, pero tiene sus múltiples emboles. Por eso Escuadrón 6 (en inglés 6 Underground) podía salir para cualquier lado. Un desastre o una buena película, entretenida para mirar y divertirse un rato sin más ambición que esa. Por suerte es la segunda.
La historia es lo de menos
La historia no tiene ninguna importancia. Es una excusa para que haya tiros. Y es tan así que empieza como un videojuego. No sabés por qué, en qué contexto se explica ni de donde salieron los personajes, pero ya hay acción y en los pocos respiros que deja se explica mínimamente qué es lo que pasa.
Resumidamente, un billonario de la industria tecnológica (Reynolds) recluta a cinco personas con distintas habilidades para derrocar a un dictador de un país genérico del mundo árabe con el que parece tener algún rencor personal. Su equipo lo componen una ex agente de la CIA con remordimientos por haber colocado al dictador en el poder (la francesa de Bastardos sin Gloria), una médica, un rubio bastante inútil que hace parkour, un francotirador del ejército norteamericano y un sicario mexicano. Todos dados por muertos.
El desapego intencionado por los detalles narrativos se expresa también en la composición que la película hace de Turgistán, un genérico país del mundo árabe en el que -cuando no- hay un dictador que es tan malo que ya es ridículo. Tiene cuatro generales que lo secundan y ejecutan sus despiadadas órdenes, se obnubila mirando cuadros de Napoleón y amenaza con bombardear con gas sarín su propio país. Hay momentos en los que recuerda al personaje de Sacha Baron Cohen.
Pero lo importante son los tiros, no la historia. Y en eso no decepciona. Es una película de Michael Bay y se nota. Todo el tiempo hay tiros, sí. Pero además vuelan cosas gigantes por el aire, hay persecuciones de autos perfectamente coreografiadas y toda una serie de condimentos que -desde lo técnico y estético- van más allá de una típica película de acción.

La música y los efectos de sonido, por ejemplo, aportan muchísimo ritmo y dramatismo a las escenas de acción. Pero lo que destaca a Bay es lo visual y no duda en romper todo lo que tiene a mano para magnificar la acción. Empieza con ciudades antiguas, reducidas a escombros en persecuciones de autos. Pero el grueso sucede en medio del glamour y la ostentación de las nuevas metrópolis globales de oriente: primero rompiendo un edificio entero en Hong Kong y después directamente un país. Además usa elementos propios de las escenas de acción -por ejemplo las máscaras- para sumar estética y humor.
Justamente el segundo componente de las películas de Bay (que no son Transformers) es el humor. Un humor poco sofisticado, pero efectivo. Podría decirse que está como injertado, no sale de la historia (porque no hay) si no que meten un chiste efectivo donde no se lo espera. Y funciona, en cuatro o cinco momentos te hace reir bastante. Además de que es un perfil muy adecuado para su protagonista, que si bien es poco talentoso como actor es muy divertido al reírse de él mismo.
Cine para entretener
A nadie le va a cambiar la vida ver Escuadrón 6. No es una película trascendental y ello se debe en gran medida a su intencional desapego por la historia. No tiene ninguna complejidad. Simplemente araña la superficie de algún elemento narrativo, pero solo para preparar el terreno de una futura secuela
Ahora, es una película ideal para ver cuando se está buscando algo entretenido y sin complicaciones. No requiere de concentración, solo hay que disfrutar. Y no son los tiros nomás. La capacidad de Bay es notoria, la complejidad a la que renuncia en la historia la condensa en lo visual. Las coreografías de las escenas de acción son brillantes, pero también el telón de fondo que construye para darle glamour, una jerarquía a la acción como elemento del cine orientado a entretener. Si es ese el plan, hay que verla porque no decepciona.
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