10 diciembre, 2019
Periodismo y organización
Se terminaron los cuatro peores años para el gremio de prensa desde la vuelta a la democracia. La resistencia al macrismo dejó lecciones que no deben olvidarse después del 10 de diciembre.


Santiago Mayor
“El verdadero periodismo es intencional: aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio. No hay otro periodismo posible. Hablo, obviamente, del buen periodismo”
Ryszard Kapuscinski
La sensación de alivio es inevitable. La sociedad decidió ponerle fin a cuatro años de saqueo, de deterioro de las condiciones de vida, de angustia por no saber si -dependiendo de la clase social- se llegaba a fin de mes o al final del día.
Para el gremio de prensa fueron años terribles. La desaparición de un día para el otro del Grupo 23; el desguace de los medios públicos; los más de cuatro mil despidos en todo el país; la persecución a trabajadores y trabajadoras de prensa por sus ideas y por organizarse sindicalmente; las paritarias a la baja; la profundización de la precarización laboral; y la lista sigue.
Si bien resulta difícil pensar que algo así se revierta pronto, difícilmente pueda ser peor. En todo caso, la tarea está en manos de los trabajadores y trabajadoras de prensa.
La única grieta
Durante los últimos años del kirchnerismo se instaló la idea de la grieta expresada, centralmente, en los medios de comunicación: estaban los oficialistas y los acérrimamente opositores o los kirchneristas y los antikirchneristas. Fue una división muy útil y por lo tanto fogoneada por algunos sectores políticos. Sobre esa división se asentó, con éxito, el propio Mauricio Macri en sus campañas electorales de 2015 y 2017. Y lo volvió a intentar en 2019.
Sin embargo, algunos sectores organizados del gremio -que luego darían nacimiento al Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA)- comenzaron a plantear que la única y verdadera grieta era con los patrones.
Independientemente de si para afuera se trataba de un medio de comunicación progresista o conservador, público o privado, la decisión de ajustar y precarizar era casi unánime. Víctor Santa María perseguía la organización sindical en el Grupo Octubre de la misma forma que Héctor Magnetto en el Grupo Clarín.
Con la llegada de Mauricio Macri al gobierno esta situación se agudizó, ahora con el aval explícito del Poder Ejecutivo.
La salida es colectiva
A la ofensiva neoliberal sobre la clase trabajadora se le opuso la resistencia de las y los laburantes organizados. No siempre con éxito, es cierto. Pero donde se logró frenar el ajuste, los despidos y los cierres de medios fue porque ahí había un colectivo, personas que asumieron su identidad como parte de una clase.
La reconversión de Tiempo Argentino en cooperativa logrando garantizar los puestos de trabajo hubiera sido imposible sin años de activismo sindical dentro del diario; los despidos masivos en Télam nunca se hubieran podido revertir sin el accionar de su Comisión Interna y el respaldo -militante y económico- del SiPreBA; las cámaras de la TV Pública nunca hubieran cubierto el golpe en Bolivia si sus trabajadores, organizados, no hubieran decidido viajar para dar testimonio de lo que estaba sucediendo en el país vecino; la emergencia de nuevos medios de comunicación autogestionados o por fuera de los formatos comerciales tradicionales (Futurock, El Destape, El Cohete a la luna, entre otros) hubiera sido muy diferente y con mucha menos potencia sin décadas de construcción y el acumulado histórico de quienes apostaron a la comunicación popular en los ‘80, los ‘90 y los 2000.
Muchos trabajadores y trabajadoras de prensa que emergieron y en algunos casos cobraron cierta visibilidad al calor del gobierno anterior de Cristina Fernández bajo el amparo de los medios públicos y privados afines, se vieron obligados y obligadas a buscar nuevas formas de comunicar y organizarse.
Aquella apuesta por un sistema de medios oficialista y semi-oficialista bancado con la pauta y los recursos del Estado se mostró absolutamente endeble. En pocos meses el macrismo lo arrasó, con el consiguiente perjuicio para les laburantes y el derecho a la información que se vio cercenado al desaparecer las voces críticas.
Esa es, quizás, la mayor enseñanza que deja a los trabajadores y trabajadoras de prensa el gobierno que se fue. No serán los empresarios coyunturalmente amigos de un gobierno, ni la administración de los medios públicos por un Poder Ejecutivo más progresista lo que garantice la libertad de expresión, la pluralidad de voces y los derechos laborales.
Avanzar en la unidad del gremio es fundamental. Y para eso, es clave una mayor sindicalización, compromiso y solidaridad de todos y todas. Que la lealtad sea siempre y en última instancia, con los compañeros y las compañeras.
Fue esa fuerza colectiva la que logró resistir estos años. Será la fuerza de ese colectivo la que logre, en un contexto más favorable, nuevas conquistas.
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