9 diciembre, 2019
El fin de la usina PRO
Algunos dirán que perdieron una elección por perder cinco finales, porque la pelota no entró, porque al hincha solo le importa el resultado. Seguramente lo deportivo influya, pero no puede ser tan simple, tan lineal. El análisis debe ser más completo.


Hernán Aisenberg*
El macrismo llegó a Boca hace 24 años, en diciembre de 1995. En el año de la reelección de Carlos Saúl Menem, con el neoliberalismo en su máxima expresión política y la instalación de una opinión pública altamente privatista, empresarial, individualista que había calado muy hondo en la población argentina y el fútbol no podía ser la excepción.
Mauricio Macri, bandera de las privatizaciones menemistas, junto a otros como él ya venían intentando transformar el negocio del fútbol, cambiar el objetivo de los clubes y del deporte en general. Sin embargo las privatizaciones deportivas no podían mostrar éxitos. O se frenaban antes de tiempo (como el intento de compra de Deportivo Español o la venta de San Lorenzo a ISL) o fracasaban en la gestión (Blanquiceleste SA o la gerencia de TyC en Argentinos mudando la localía a Mendoza).
En ese contexto el hijo de Franco Macri aprovechó los supuestos malos resultados del fútbol “progresista” de Alegre y Heller que no les alcanzó ni con repatriar a Maradona. Las derrotas del fútbol eran para Macri por malos resultados económicos (omitiendo que se trataba de la gestión que había salvado al club de la quiebra) y promovió la idea de que la experiencia empresarial podía resolver y generar el éxito que la política ya no podía dar. Transformar clubes deficitarios en empresas “exitosas” y disponer de todos los recursos solamente para generar nuevos ingresos económicos (sin detallar de donde iba a salir el superávit y a quienes iba a beneficiar) se transformó en una obsesión de Mauricio que ya no pensaba en esa estrategia solo para Boca ni solo para los clubes de fútbol.
No parece casual que mientras la izquierda a nivel global (quizá como mera justificación de una derrota estrepitosa) se paraba en la idea de cambiar el mundo sin tomar el poder, la derecha neoliberal empezaba a planificar cómo ganar elecciones sin hacer política. Raro pero a la luz de los hechos posteriores pareciera como si hubiesen sabido desde aquel entonces que cuando la izquierda se dignara nuevamente a discutir el poder les iba a ser muy complicado convencer voluntades desde la riqueza, los negocios y las finanzas.

Si bien el Boca era un club históricamente ligado a sectores más populares, Macri aprovechó la ola neoliberal que había arrasado con el peronismo desde la Casa Rosada y con el discurso de la modernización derrotó a quien expresaba el viejo progresismo de la década del ‘80. Desde ese momento, el macrismo hizo alarde de negar la “Política” en el club. Sin embargo en esa negación ya había una enorme estrategia de construir un partido de laboratorio, que dijera lo que la “gente” quería escuchar de una manera que no interfiriera con los negocios individuales. Así fueron naciendo conceptos como meritocracia, emprendedurismo y hasta el #SiSePuede.
Pero no fue solo la ideología PRO la que nació en el club de Brandsen 805. Personas como Marcos Peña, María Eugenia Vidal, Andrés Ibarra, Carlos Stornelli, Daniel Angelici, Guillermo Montenegro, Gustavo Arribas, Jorge “Fino” Palacios, Ciro James, Mario Quintana y Oscar Moscariello, algunos de los más influyentes dirigentes del PRO, pasaron por el club y construyeron desde ahí un modelo político de ensayo y error que incluía dos aspectos centrales de la comunicación. La información conseguida a través de escuchas ilegales ligadas a organizaciones de (in)seguridad, operaciones judiciales y servicios de inteligencia por un lado; y plataformas comunicacionales, nuevas tecnologías, redes, trollcenter y encuestas por otro.
En este contexto, los resultado deportivo estaban en segundo plano. Recién a partir del segundo mandato macrista empezaron los años de mayor gloria de la historia del club. El DT más ganador, el plantel más ganador invisibilizaron la crisis del modelo neoliberal a nivel nacional que ya era irremontable.
Se dirá que esta vez sí los resultados deportivos influyeron un poco aunque no deberíamos olvidar las recurrentes peleas que aquella dirigencia tuvo con los verdaderos protagonistas de las Copas (el día que los jugadores echaron a Salvestrini o el propio Topo Gigio de Juan Román Riquelme). Por eso es imposible desmerecer el rol de la política para que pudieran sostener en vigencia un modelo que había caducado en Argentina y América. Esa paciencia le dio al PRO el tiempo necesario para terminar de cocinarse a fuego lento. Para llegar a 2007 como la principal novedad y la principal oposición política del país.
Tanto es así, que el ciclo glorioso se fue terminando al mismo tiempo que el Frankenstein político creado artificialmente estaba listo para jugar en grande en Argentina pero también con un rol central en la derecha latinoamericana. En los últimos 12 años el PRO ganó la Ciudad de Buenos Aires, la Provincia de Buenos Aires y la Nación sin poner en duda un consenso casi absoluto que mantenía en su propia usina. Sin embargo en esos mismos 12 años no hay ningún triunfo deportivo sobresaliente que pueda justificar semejante consenso político. Más bien, año a año fue pasando todo lo contrario.
Tuvo que ser la crisis nacional la que dejara al descubierto esta estrategia, la que pusiera en jaque esta propuesta y la que abriera los ojos de muchos bosteros y bosteras que este 8 de diciembre se bancaron eternas colas y un calor agobiante con tal de tener la oportunidad de aportar con su voto al final de esta experiencia política que cerró y privatizó el club, expulsó a los pobres de la ciudad y destrozó la economía de la clase trabajadora en general.

Más allá de los malos resultados que también son reales, existen y seguramente colaboraron, es imposible que eso haya sido suficiente para que casi 40 mil socios y socias votaran en la elección récord y más de veinte mil eligieran a la oposición que jamás habló de resultados. De hecho había una fuerza supuestamente opositora llamada “Volver a ganar” que quedó muy lejos de los primeros planos y hasta el oficialismo -en una campaña sucia- empapeló la ciudad criticando los pocos éxitos del fútbol en la gestión anterior de Ameal. Si las finales hubiesen tenido tanta relevancia, entonces estos discursos hubiesen tenido mayor alcance.
Negar el debate político que siempre está por encima de cualquier triunfo o derrota deportiva es también negar la visión y anticipación de un grupo de militantes populares que comprendiendo la trascendencia de esta trinchera venían peleando contra este monstruo hace siete años. Boca es Pueblo, sin presupuesto y sin poder pagar el alquiler de su propio local, sin alfombra roja ni canales de televisión, sin fama ni idolatrías, fue la primera agrupación que entendió que para terminar definitivamente con el macrismo, había que derrotarlos en su propio laboratorio.
Así fue por años. Contra la indiferencia de muchas organizaciones del campo popular que no le dieron cabida a la discusión política en los clubes, contra la invisibilidad y el ninguneo constante de posibles aliados dentro del club, contra la falta de recursos y contra la persecusión política e ideológica de los dirigentes, los matones a sueldo y las fuerzas de seguridad, todas en manos del PRO. Pero persistieron, insistieron y nunca bajaron los brazos mientras iban instalando discursos y problemáticas que fueron el eje central de la campaña ganadora. La venta de entradas, el curro de los adherentes, la prohibición de los visitantes, el cierre de disciplinas y la defensa del barrio de La Boca y de la Bombonera que se volvió la madre de todas las batallas.
Ellos y ellas entendieron que la única lucha que se pierde es la que se abandona y por eso siguieron en silencio, solo por amor y sin esperar retribución alguna. Fueron protagonistas de la unidad y de la línea política que llevó al Frente a recuperar la identidad xeneize, los colores y el club que después de estar un cuarto de siglo en manos de empresarios, especuladores, representantes y mafiosos hoy vuelve a sus verdaderes y uniques dueñes. Socios, socias e hinchas del Club Atlético Boca Juniors.
* Integrante de Boca es Pueblo, agrupación que forma parte del Frente para recuperar la identidad xeneixe
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