8 diciembre, 2019
La sana crítica
Alberto Fernández arranca su mandato en un frente heterogéneo y promete espacio para las voces críticas. La no paridad de género en el gabinete, la política ambiental y la relación con la iglesia se anotan entre los primeros ejes a repensarse.


Federico Dalponte
El bloque supera los cuarenta. Habrá mayoría cómoda para el Frente de Todos en el Senado. Aunque nunca la comodidad es plena. Menos cómodo, por ejemplo, fue la inclusión del ex presidente Carlos Menem en la foto de unidad.
El armado del nuevo oficialismo es amplio, amplísimo, y por izquierda seguramente llegarán las críticas más asiduas. El peronismo, en ese sentido, supo siempre ser más elástico, conviviendo con diestras y siniestras con menor incomodidad. Los socios de izquierda, sin embargo, son de otro paladar.
En una foto de los últimos días se ve a un hombre de cabellera ceniza que entrega un libro al presidente electo. El escritor es un destacado millonario, aunque no por cualidades literarias sino por linaje empresarial. Su abuelo, Alberto Roemmers, dejó a sus herederos una de las fortunas más importantes del país; y ahora su nieto Alejandro, administrador del laboratorio familiar, visita presidentes y dona escritos de Borges presuntamente robados.
Alberto Fernández dialoga y busca abrazos. Sueña con esa unidad de todos y todas en la Argentina, no sólo para acumular fortaleza política sino para ahorrarse adversarios potenciales. En ese anhelo, puede –al mismo tiempo– recibir a parte del lobby de los laboratorios y designar como ministro de Salud al ideólogo del Plan Remediar y la ley de genéricos. Habrá que ver, claro, si eso le ahorra críticas o se las duplica.
Algo similar sucedió hace algunas semanas con otro foto que generó incomodidad: Marcelo Tinelli como parte integrante de la comisión de lucha contra el hambre. El animador televisivo no es –ni por asomo– un especialista en la materia, pero fue convocado para visibilizar la iniciativa y dar señales de amplitud.
Pareciera que sirve. O no. En cualquier caso, son opciones arriesgadas. Tinelli reencarnará mil veces pero siempre estará asociado a la frivolidad y al machismo. No queda tan claro que la creación del ministerio de la mujer, géneros y diversidad alcance para anular la importancia simbólica de un abrazo con el afamado conductor de TV.
En ese sentido, el presidente Fernández conoce las críticas a las que se expone. No las repele ni las acalla. Es probable que el desafío de buena parte de sus socios políticos sea lograr canalizar sus reparos y entablar una convivencia crítica aun desde el propio gobierno.
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Alberto Fernández es agnóstico. Más aún: desconoce detalles elementales de los ritos católicos. Y a diferencia de Mauricio Macri, no intenta siquiera persignarse. Aun así, este domingo asistió a misa por obligación protocolar para escuchar el mensaje de unos señores de sotana.
Y allí está entonces la nueva foto. Cualquiera ubicado un par de pasos a la izquierda hubiese preferido una respetuosa inasistencia. Pero no. Fernández no se niega a esos encuentros. Si lo invitan a un evento del Grupo Clarín, va al Grupo Clarín. Si lo invitan a misa católica, va a misa católica.
Se dirá: su postura a favor de la legalización del aborto es más importante que una misa. Y es cierto. Pero para algunos miembros del Frente de Todos, asumir como normal que un presidente agnóstico deba asistir obligatoriamente a un rito católico es bastante peor si ni siquiera se ponen reparos.
Y se dirá también: la unidad del Frente es más importante que las críticas internas. Pero lo cierto es que la dispersión política que dio lugar en 2015 a la victoria de Mauricio Macri fue consecuencia también de esa pretensión de homogeneizar una identidad política.
Dicho de otra manera: si es verdad que Alberto Fernández aprendió algo de su propia experiencia en el extinto Frente para la Victoria, tendrá que hallar el modo de canalizar las incomodidades de los propios para evitar que se conviertan en ajenos.
Temas como la no-paridad en el gabinete –17 hombres y 4 mujeres– o el deliberado menosprecio a la política ambiental abrirán paulatinamente espacio para las críticas puertas adentro. Y en buena hora. El desafío, en tal caso, será lidiar con ello y dar respuesta llegado el caso.
En ese sentido, Alberto Fernández llega este martes a la Casa Rosada con el desafío de sacar a la Argentina del sendero recesivo, mientras consolida un frente político heterogéneo donde todos querrán incidir a su manera. Lo cual, en definitiva, pondrá a prueba tanto su capacidad de articulación como los límites de su voluntad transformadora.
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