Cultura

8 diciembre, 2019

Una buena para ver en Netflix: Vida privada

Es una película de un género que parece en retroceso: una comedia dramática. Cuenta la historia de una pareja neoyorquina que después de varios intentos fallidos de embarazarse buscan tener un hijo o hija por la vía de la adopción o la fecundación asistida. Excelente para mirar desde el sillón.

Ramiro Acevedo

@raminaturalista

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Les protagonistas de la historia son Richard y Rachel, una pareja de cuarenta y tantos años que vive en el lado este de New York. Después de múltiples frustraciones en sus intentos por embarazarse deciden buscar la adopción o utilizar el óvulo de otra mujer (más joven) fecundado con esperma de Richard para tener mejores posibilidades de lograr su cometido.

Y entonces llegó Sadie, la sobrina de Richard que viene frustrada en su vida universitaria y que encuentra en sus tíes un cimiento afectivo pero también una referencia artística. Quiere ser escritora, Rachel lo es y Richard es un ex referente del teatro under de la ciudad. Tienen un lenguaje común que les permite encontrarse con facilidad. Finalmente Sadie decide abandonar sus estudios y enfocarse en iniciar una carrera como escritora, para lo que se muda con elles y desde allí empezar. 

Para Richard y Rachel se abre una encrucijada: buscar una donante de un ovario por medio de páginas webs o recurrir a su joven sobrina Sadie. A partir de ahí, ese departamento es el mundo: los perros, el sillón, la mesa, la cama, los libros tirados, el botiquín, los cuadros, la ropa, el espejo. Toda la historia va y viene desde el departamento, que además tiene un trabajo de escenografía brillante.

La mirada de su directora

La película está dirigida por Tamara Jenkins, una directora de trayectoria en el cine independiente pero nueva en los principales canales de producción y distribución. Podría decirse que no es su primera película pero sí su gran debut. Y se aprecia esa situación liminal, porque muestra un casting y recursos técnicos de primer nivel pero también utiliza un lenguaje visual más propio del cine no mainstream: el silencio, las escenas que no desarrollan la trama pero aportan estéticamente, las imágenes abiertas a interpretación.

Otra cuestión que hay que considerar es la relevancia de que la directora sea mujer. Hay una forma de encarar el tema de la maternidad en general y este proceso específico que es la fecundación asistida con un realismo que solo puede provenir de una mujer. Se incorpora el dolor, la impotencia, la frustración, los roles impuestos y demás.

Vida privada es una fiel exponente del género de comedia dramática. No te hace reir a carcajadas mediante gags, enredos (en un momento amaga) o comedia física, sino que te mantiene en una casi permanente sonrisa de empatía con la historia. Todo el tiempo te genera un clima afectivo, que también incluye por supuesto momentos tristes y frustrantes.

La comedia dramática parece un género en retroceso, con dificultades para encontrar un lugar en el tipo de cine que se hace hoy. Sus últimas exponentes exitosas fueron quizá Silver linings playbook (en español El lado bueno de las cosas) y La vida de Walter Mitty, pero tampoco tanto. Difícilmente vaya a ser super taquillera una obra así. Por eso hay un clima de nostalgia cuando vemos Vida privada, una sensación de que es una película vieja pero que es perfecta para ver en tu casa. Está hecha para el sillón.

El casting perfecto

Es una película excelentemente actuada. Y la elección de sus protagonistas antecede a ese resultado. Paul Giamatti hace de Richard y logra expresar todo lo que le pasa al personaje. El sentirse viejo e inadecuado en su ciudad, la nostalgia de una vida que ya no tiene, la necesidad autoimpuesta de ser el soporte de su compañera en el momento que transitan y una frustración doble: la de no poder lograr el embarazo y la de haber dejado todo de lado para ello. Brillante.

Kathryn Hahn personifica a Rachel y lo hace también con altos estándares. Una actriz no tan conocida y más formada en la comedia clásica (es la amiga llorona de la protagonista de Como perder un hombre en 10 días). Se muestra más expresiva que su compañero ante las ansiedades esperables del momento que pasan y también furiosa, cuando amerita. Centralmente, ambos construyen una pareja dramática, que en muchos momentos logran expresarse en silencio y eso es mucho decir.

Kayli Carter hace de Sadie, una joven super expresiva que habla mucho y oscila entre inseguridades y snobismo controlado. Finalizan el elenco su sobreprotectora madre y su sobrecomprensivo padrastro, quienes tienen que lidiar con la novedosa forma en la que se está buscando el embarazo de Rachel.

El snobismo neoyorkino

Esta película no podría funcionar mejor en ningún otro grupo cultural que no sea el que se eligió para contar la historia: unos snobs de New York que reniegan de serlo. Leen mucho, se burlan de la cultura pretenciosa, añoran una ciudad que ya no existe, tienen cuadros de artistas que no conoce nadie pero que te queman los ojos, protegen su trabajo de la contaminación de la cultura moderna, hablan de sexo con soltura y sofisticación y demás características que Woody Allen ya describió. Ah y leen The New Yorker. En la casa, en la sala de espera, en todos lados.

A esa gente le toca lidiar con esta situación y de allí surge el componente humorístico de la historia. No hay chistes. Hay una tensión muy divertida entre la sofisticación de los protagonistas y lo mundano de las batas de quirófano, entre su actitud superada ante las imposiciones sociales y lo difícil que es lidiar con su complicada situación, etc. El humor lo da el contraste y la empatía con los personajes. Una hermosura.

Una historia de amor

Una de los versos más conocidos del Indio Solari recuerda que “el que abandona no tiene premio”. Siempre parece una frase optimista, la certeza del logro de quien no cesa. No lo es. Es realista, realista y nada más. Si no sería al revés: el que no abandona tiene premio. La única certeza que nos da el poeta es que quien se sale no va a llegar, pero no la opuesta. No hay certeza para quien no abandona. Por eso la búsqueda de la pareja protagonista de Vida privada es tan valiente y por eso también requiere de tanto amor.

No es una comedia romántica. No es la historia de “chico conoce a chica”. Al revés, se podría decir. Es la historia de una pareja que enfrenta tras muchos años de matrimonio una tremenda encrucijada que los lleva a replantearse todo y a encontrar muchas dificultades para seguir adelante. No es una historia romántica, pero sí es -indiscutiblemente- una historia de amor. Del amor que necesita una decisión de vida tan trascendental cuando se hace sin certezas.

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