El Mundo

22 noviembre, 2019

Uruguay frente a un ballotage histórico

Este domingo el país enfrenta la elección más importante de los últimos tiempos. Luego de los resultados de la primera vuelta, quedó conformado un escenario polarizado entre dos modelos ya que Daniel Martínez, el candidato del Frente Amplio que resultó ganador, no alcanzó el 50% más uno de los votos que exige la ley electoral uruguaya para ganar en primera vuelta.

Nicolás Castelli

@giusnicolas

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Tras 15 años en el gobierno, el Frente Amplio enfrenta este domingo serias chances de perder ante a una coalición de partidos conservadores y de derecha. Tras los resultados del 27 de octubre, estos últimos decidieron cerrar filas detrás de la candidatura de Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional, y adversario del oficialista Daniel Martínez.

Por obtuvo el respaldo explícito de Ernesto Talvi, del tradicional Partido Colorado; Guido Mannini Ríos, del ultraderechista Cabildo Abierto; Edgardo Novick, del Partido de la Gente; y Pablo Mieres, del Partido Independiente.

Según distintas encuestas, esto le permitiría alcanzar el 51% de los sufragios, mientras que Martínez quedaría con el 43%, aunque en la primera vuelta obtuvo 10 puntos de ventaja. 

Además del ballotage, la elección de octubre tuvo otros dos resultados relevantes. Primero fue el rechazo por el 46,7% del electorado a la reforma constitucional punitivista “Vivir sin miedo” propuesta por el senador Jorge Larrañaga del Partido Nacional, que se plebiscitaba conjuntamente con la elección presidencial.

La propuesta consistía en crear una Guardia Nacional dotada de personal militar, realizar allanamientos nocturnos -hoy prohibidos por la Constitución-, no permitir la libertad anticipada para determinados delitos y la cadena perpetua revisable para crímenes considerados graves.

Por otra parte, una de las sorpresas de aquella jornada fue el 11% de los votos alcanzados por la fuerza ultraderechista del ex comandante en jefe del Ejército, Guido Manini Ríos. Destituido de su cargo por el presidente Tabaré Vázquez en marzo de este año tras haber criticado los fallos judiciales emitidos contra los militares hallados culpables de violaciones a los derechos humanos, Manini y su partido lograron 11 diputados y tres senadores. De hecho, el debut electoral de Cabildo Abierto solo fue superado en 1971 por el Frente Amplio que obtuvo un 18% de los votos.

Con un discurso de mano dura, contra la “ideología de género” y sin condenar abiertamente a la dictadura militar, Manini Ríos ha declarado que “ya no es el obrero contra el patrón, el empleado contra el empleador; ahora es mujer contra marido y contra hijos”. Estos dichos se suman a  otras manifestaciones públicas que alimentan las resistencias y discursos de odio contra las conquistas de derechos en general y en materia de género en particular que caracterizaron a los gobiernos del Frente Amplio.

A esto se suma que la definición sobre quién gobernará el país los próximos cuatro años llega, además, en un contexto convulsionado en la región. El golpe de Estado en Bolivia, el estallido popular en Chile, el paro histórico contra el gobierno uribista de Iván Duque en Colombia, el gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro en Brasil y la llegada al poder en Argentina de un frente peronista y de partidos de izquierda dan cuenta que latinoamérica atraviesa una época de fuertes disputas.

En este marco, en el país oriental están en juego dos proyectos de país antagónicos claramente definidos. Por un lado, una orientación progresista y de centroizquierda expresada en la continuidad del Frente Amplio y por el otro un proyecto neoliberal, pro empresarial y conservador encarnado por la colación “multicolor” que apoya a Lacalle Pou más la presencia de “una nueva derecha radical” en ascenso.

Las fuerzas en disputa

Los tres mandatos consecutivos del Frente Amplio estuvieron marcados por diferentes etapas que, en líneas generales y con sus aciertos y errores, constituyeron 15 años de crecimiento económico, estabilidad política y ampliación de derechos. 

Un primera etapa estuvo signada por la salida de la crisis del 2002, una de las peores en la historia del país, y la recuperación económica durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez (2005-2010). Esta mejora se tradujo en la disminución de los índices de pobreza y empleo, aumento del gasto público, mejoras en la distribución del ingreso y crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI). 

Un segundo momento, bajo el gobierno de José “Pepe” Mujica (2010-2015), se caracterizó por la “agenda de nuevos derechos”. La despenalización del aborto, el matrimonio igualitario, la legalización de la marihuana y la Ley Integral para Personas Trans fueron algunas de las conquistas promovidas durante este periodo.

La tercera etapa, la actual y el segundo mandato de Tabaré Vázquez, expresó un giro centrista que alejó al Frente Amplio de sus pilares ideológicos históricos. Cierta pérdida de dinamismo y falta de impulso transformador para avanzar en cambios y reformas necesarias, más un contexto económico regional e internacional ya no tan favorable y la necesidad de renovación generacional de los cuadros del frente, completan un panorama más complicado para lograr el cuarto mandato consecutivo.

A esto se le suma la renuncia, fogoneada por los medios hegemónicos y las internas del frente, del vicepresidente Raúl Sendic, por usar para fines personales la tarjeta corporativa de la petrolera estatal cuando ocupaba el cargo de presidente de la empresa ANCAP.

Con respecto a la elección del 2014, el frente perdió entre siete y ocho puntos en los comicios de octubre pasado con una merma importante en el interior del país. Aproximadamente unos 170 mil votos, que se traducen en dos senadores y ocho diputados menos en el congreso.

Si bien el Partido Nacional también perdió (cayó más de 30 mil votos con respecto a 2014) y no hizo una gran elección, la estrategia de Lacalle Pou de liderar una coalición amplia de partidos para competirle al Frente Amplio sí resultó exitosa. 

Este armado contiene a Blancos (hoy Partido Nacional) y Colorados, el bipartidismo tradicional uruguayo, junto a Cabildo Abierto y otras fuerzas menores. Con su propuesta programática “Compromiso por el país” la coalición se muestra de cara al ballotage con guiños moderados y centristas. Sin embargo, la presencia de la fuerza liderada por el militar Manini Ríos parece decir lo contrario. 

Sus posturas extremas pueden llegar a ser un problema para la tradición liberal de Lacalle y los colorados, más preocupados hoy por derrotar al Frente Amplio. La composición de siete partidos presentes en el futuro parlamento obliga a una gobernabilidad negociada. En caso de que el Frente logre su cuarto mandato consecutivo, será gobierno sin mayoría legislativa propia. Y un gobierno de Lacalle Pou necesitará negociar con colorados y Cabildo Abierto para sacar cualquier ley.

Resta por verse este domingo si el oficialismo logró recuperar votos perdidos y atraer a votantes blancos y colorados disconformes con la presencia de una fuerza de ultraderecha en la coalición multicolor. O si finalmente triunfa la estrategia aliancista. En este caso se verá cómo se conjugan en los años por venir una coalición conservadora y pro empresarial en una sociedad que vivió un proceso de 15 años de conquista y consolidación de derechos y estabilidad política.

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