18 noviembre, 2019
Una buena para ver en Netflix: Hell or high water
Ocultas por el algoritmo de recomendaciones de Netflix hay varias opciones para ver. Entre ellas este neo western que garantiza una buena historia, tensión permanente, un fondo visual imponente y diálogos muy logrados. En síntesis: para ver.


Ramiro Acevedo
Hace algunas semanas el mundo del cine mainstream se sacudió cuando Martin Scorsese calificó a las películas de Marvel diciendo que estas no son cine sino un parque temático. Al director de Taxi Driver y ganador del Óscar por Los infiltrados se le sumó otro peso pesado de la industria. Francis Ford Coppola (El padrino y Apocalypse Now) fue aún más lejos, las catalogó como películas despreciables, que no asumen ningún riesgo.
El trasfondo de estas declaraciones es la nueva forma en la que se produce ficción en la industria. Scorsese, Coppola y otros tantos dejaron de ser las vacas sagradas del cine y -aunque parezca increíble- tienen dificultades para obtener recursos para filmar ya que solo ocupa lugar en cartel lo que garantiza un éxito de ventas: Marvel, cine para niñes, películas basadas en libros o videojuegos ya exitosos, etc. Muestra de esta situación es la nueva película del propio Scorsese, El irlandés, que fue producida por Netflix y -recién tras una fuerte presión del director- estará en las salas solo una semana antes de estar disponible por streaming el 27 de noviembre.
El cine con riesgos no pasa por las salas o si lo hace es muy brevemente, como un rito iniciático hacia los servidores de las compañías de streaming. Decenas de películas de las que es difícil hasta recordar el nombre en medio de la vorágine de títulos, esperando ser encontradas en la categoría “independiente” de Netflix. Ahí, oculta a la vista de todes, nos espera Hell or high water.
Un neo western teatral
Hell or high water es una película de género, una fiel representante del neo western, estas nuevas ficciones que transcurren en el oeste norteamericano actual y remiten a elementos de las tradicionales “películas de vaqueros” (robos, persecuciones, alcohol, juegos de azar). La historia que cuenta es sencilla. Dos hermanos roban y los persigue un policía texano. Un ranger, pero no es Chuck Norris sino Jeff Bridges.
Los hermanos Toby y Tanner Howard son ladrones de bancos y ya por eso se merecen nuestro respeto. Pero es más que eso, no roban cualquier banco ni a cualquier hora. Solo sucursales del Texas Midland Bank y muy temprano por la mañana, apenas abren. Lo hacen a esa hora porque no se quieren encontrar con clientes. Y roban ese banco y solo ese por motivos que deben ser descubiertos.
Tras el segundo robo una pareja de rangers locales encara su persecución. Uno de ellos a punto de jubilarse, pero no ansioso de llegar a ese momento como pasaba con Morgan Freeman en Pecados Capitales, sino por el contrario evitando llegar al retiro, abriendo un último caso que le permita postergar el aburrimiento. Su compañero es mestizo, de ascendencia compartida entre mexicano y comanche. Un dato que no tendría mayor importancia sino fuera porque es la excusa que va a permitir que Jeff Bridges despliegue sus dotes para la comedia burlándose de esa condición. Hilarante.
La historia de Hell or high water es cortita. Parece una obra de teatro. Transcurre en un tiempo corto, en un espacio limitado y con un elenco mínimo. Es minimalista en el sentido estético, pocas cosas, pero que las que haya estén trabajadas a la perfección. Y el listado de aciertos es extenso.
Los riesgos asumidos
La tensión. Este es el riesgo del que hablaba Francis Ford Coppola. El manejo de la tensión es el riesgo que asume la película. No tiene clímax. No hay momentos para descansar, momentos para llorar, reír, otros de tensión y de resolución. No. Es todo una tensión pareja que recorre la película. Por eso a veces produce la sensación de que “no pasa nada”, sobre todo si se compara con el ritmo frenético de una película de acción o aventuras. Pero si bien tiene momentos de acción (y algunos sí con picos de tensión) no es una película de acción, es un neo western teatral.
El guión. Está trabajado con detalle. Los diálogos son excelentes. Entre los hermanos Howard, entre uno de estos y su hijo, entre los rangers. Y dos que destacan aún más. El del final de la película (no spoilearás) y el paso de comedia de situación de los rangers con la camarera de un restaurante. Es como si Seinfeld hubiera invadido el lejano oeste.
El lugar. Como pasa en algunas grandes ficciones el lugar en el que transcurre Hell or high water no es un decorado de fondo, es uno de los protagonistas de la historia. Es un oeste decadente, una Texas profunda, abandonada y dejada a la suerte de unos pozos petroleros que todo el tiempo zumban. La gente solo mira el tiempo pasar, las casas están en venta pero nadie las compra. Los únicos lugares con vida son los casinos.
Las actuaciones. Puede decirse que es una “película de actores”. Las actuaciones destacan y mucho. Los dos hermanos Howard la rompen. Uno más apesadumbrado (Chris Pine), con el peso del mundo sobre sus hombros y con mucha determinación para lidiar con ese peso. Todo el tiempo parece concentrado, es como Leo Di Caprio en Los infiltrados. El otro (Ben Foster) buscando el disfrute en el medio de la decadencia. Si van a arriesgar todo se quiere divertir. Pero al mismo tiempo asume un rol protector con su hermano, está de joda, pero no le saca la vista a su hermano menor.
Jeff Bridges. Comentario aparte para su actuación. Tiene una gran capacidad para el acento, las formas de moverse y de hablar del oeste. Le da vida a esos detalles. Suma toques de humor muy irónico y bastante políticamente incorrectos. Y un gesto adusto permanente. El western le queda cómodo. La rompió en True Grift y acá también.
Los aspectos técnicos. Sin dudas es una película bien hecha. No falla en nada. La iluminación es excelente, tiene una luz como de cielo diáfano por la mañana. Te das cuenta que hora del día es en cada detalle. La fotografía también destaca, hace de ese lugar abandonado, seco y erosionado por el sol un deleite visual.
La música. Está en función de la historia. Es la esperada, música del oeste estadounidense. Pero usada para resaltar la historia, como si fuera cine clásico. Hay una versión de “Knockin on heavens door” que es brutal. Al final te dan ganas de poner Johny Cash al palo.
Los detalles del género. Mucho de lo que se podría esperar de un western tradicional está presente: alcohol, casinos, indios, rangers, red necks, robos, petróleo, burlas a los citadinos, tierras abandonadas y armas, muchas armas.
Para ver algo distinto
En un punto hay que darle la derecha a los viejos gruñones de Scorsese y Coppola. Hay algo de verdad en lo que dicen, cada vez más ficciones parecen la misma historia con los mismos recursos una y otra vez. Quizá una refrescada del algoritmo y el molde actual esté buena.
Hell or high water es tan brillante como desconocida. Pasó sin pena ni gloria por los cines y no debe haber estado ni un día entre las recomendaciones de Netflix. En el 2017 se coló como la rara entre las candidatas al Óscar por la categoría mejor película y eso tampoco revirtió su poca trascendencia.
Es un error fácil de enmendar, a un click de distancia. Es una película de género y en eso no hay sorpresas. Su mérito no está en los efectos especiales, los obvios giros de guión ni los eternos misterios que después no se pueden resolver. Simplemente es buena, cuenta una historia sencilla y lo hace muy bien. Ridículamente eso parece ser riesgoso.
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