4 noviembre, 2019
El aniversario de un gol inmortal
El 4 de noviembre de 1967 Racing Club de Avellaneda vencía 1 a 0 al Celtic de Escocia con un inolvidable gol del “Chango” Cárdenas y se coronaba Campeón del Mundo.


Federico Coguzza
Juan Carlos Cárdenas, el “Chango”, ya pateó. Veintiséis metros separan su pie izquierdo del arco del Celtic de Escocia. El vuelo, estéril, del arquero escocés John Fallon hará más bello e inolvidable el gol que le dará el título de Campeón del Mundo al Racing Club de Avellaneda.
“La batalla de Montevideo”, como se denominó al encuentro definitorio, fue el capítulo final de una historia que incluyó un partido en el Hampden Park de Glasgow ante más de cien mil personas, la revancha en Avellaneda con un “Cilindro” colmado de hinchas que, según testigos, no sólo eran de la “Academia” y el viaje de unos de 20 mil hinchas que partieron desde el puerto de Buenos Aires en barco a Uruguay.
“El equipo de José”, apodado así porque su director técnico era Juan José Pizzuti, venía de coronarse en el campeonato argentino de 1966 con una campaña extraordinaria. Sobre un total de 38 partidos obtuvo 24 victorias, 13 empates y una sola derrota. Este título le posibilitó disputar la séptima edición de la Copa Libertadores de América que obtendría luego de vencer, también en un tercer partido, a Nacional de Uruguay en el estadio Monumental de Chile.
La base de aquel equipo tenía entre sus figuras a Nelson Chabay, Alfio Basile, al “Bocha” Maschio, Humberto Raffo y dos promesas que se transformarían en grandes emblemas del fútbol argentino, Mario Agustín Cejas y Roberto Perfumo.
El 18 de octubre de 1967 se disputó la primera de las tres finales. Fue en Escocia y el equipo local resultó vencedor por 1 a 0 con gol de McNeill. De aquel viaje resalta la anécdota del protagonista central de toda esta historia, el “Chango” Cárdenas, quien de regreso al país contó a los periodistas que el plantel había compartido vuelo con el actor Sean Connery, por aquellos días el Agente 007, quien le había manifestado su apoyo ya que era hincha del Rangers, clásico rival del Celtic.
El 1° de noviembre, el “Cilindro” de Avellaneda se vio colmado como pocas veces en su historia y fue testigo de un duro encuentro que comenzó con el equipo escocés ganando 1 a 0 por un gol de penal convertido por Gemmell. Antes de que finalice el primer tiempo Raffo, de cabeza, decretó la paridad. Quedaban 45 minutos para dar vuelta el resultado, pero alcanzaron tan solo tres, ya que Cárdenas de zurda, convirtió el definitivo 2 a 1. Había que viajar a Uruguay.
El clima no era el mejor en el Centenario. Más allá de los más de 20 mil hinchas que, según las crónicas, cruzaron en ocho barcos el Río de la Plata para apoyar al cuadro de Avellaneda, el estadio alentaba por el equipo escocés por el recuerdo reciente de la derrota del equipo local, Nacional, a manos del equipo de camiseta celeste y blanca. Ese clima hostil se transmitió al terreno de juego. El partido se caracterizó por el juego brusco, al punto que el árbitro paraguayo Rodolfo Pérez Osorio expulsó a cinco jugadores: Basile y Lennox en el primer tiempo que terminó 0 a 0; Rulli, Johnstone y Hughes en la segunda mitad.
Doce fueron los minutos que habían transcurrido de la segunda etapa cuando cerca del círculo central Cárdenas recibió la pelota y luego de dominarla, sacó un violento zurdazo que aún sostiene el vuelo, bello y estéril, de Fallon. Que aún, vive en la memoria de aquellos nostálgicos de un fútbol que ya no es. Un gol que cada 4 de noviembre se grita como aquel de 1967. Un gol que la TV, cuando el fútbol no era un negocio, utilizó para cada una de las presentaciones de los programas de deportes. Un gol que es un golazo. Un gol inmortal.
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