29 octubre, 2019
¿Qué pasó en Uruguay?
Los resultados de los comicios presidenciales de este domingo confirmaron que habrá segunda vuelta en noviembre. Las fuerzas de derecha darán su apoyo al candidato del Partido Nacional para derrotar al Frente Amplio que a su vez enfrenta el desgaste de 15 años de gobierno.

La respuesta rápida y simple podría ser: ganó la derecha. El gobernante Frente Amplio (FA), coalición de partidos y grupos de izquierda y centro, obtuvo el 39,2% de los votos emitidos, mientras que los partidos de derecha (Partido Nacional, Partido Colorado, Cabildo Abierto, Partido de la Gente) sumados alcanzaron el 53%.
Como ningún candidato a presidente alcanzó el 50% más uno de los votos emitidos, habrá segunda vuelta entre los dos más votados, Daniel Martínez del FA y Luis Lacalle del Partido Nacional (PN), el próximo 24 de noviembre. Los candidatos de los tres partidos de derecha restantes, junto con el candidato del Partido Independiente (PI, centro, 1% de los votos) ya anunciaron su apoyo a Lacalle. El candidato del Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI, 1,4% de los votos) anunció que anulará el voto, pero no descarta un acuerdo con el PN.
Asimismo, el nuevo parlamento se integrará con 42 diputados y 13 senadores del FA, 30 y 10 del PN, 13 y 4 del Partido Colorado (PC), 11 y 3 de Cabildo Abierto (CA), y el PERI, PI y Partido de la Gente (PG) tendrán un diputado cada uno, sin senadores. De esta forma, los partidos que apoyarán a Lacalle en el ballotage tendrán una clara mayoría en ambas cámaras. El FA, en caso de ganar el ballotage, tendrá seriamente comprometida la gobernabilidad.
Los tres partidos más votados (FA, PC y PN) y el PI obtuvieron peores votaciones que en las elecciones anteriores, y la novedad fue el surgimiento de CA, fundado por el ex comandante en jefe del Ejército, destituido por el presidente Tabaré Vázquez, e integrado por ex militares y políticos de extrema derecha provenientes del PC y PN.
La reforma constitucional que se plebiscitaba junto con la elección nacional, que entre otras cosas proponía habilitar a militares a cumplir tareas de seguridad interna, allanamientos nocturnos y prisión perpetua, no obtuvo los votos necesarios para ser aprobada.
Todo esto pasó en Uruguay. Pero la pregunta del título no refería a estas cuestiones. ¿Qué pasó? País progresista, leyes de avanzada, derechos laborales, sociales y de tercera generación. Regulación del cannabis, crecimiento económico sostenido, baja inflación, distribución de la riqueza, pobreza baja, indigencia prácticamente inexistente, promedio de renta media-alta, mayor PBI per cápita de la región, un cuarto puesto en el mundial de 2010, quinto en Rusia, campeones de América en 2011 (en Argentina). ¿Y entonces?
No hay explicaciones simples ni monocausales. Nadie puede tener una respuesta certera y si dice tenerla, desconfíen.
Empecemos de nuevo por lo simple: desgaste por 15 años de gobierno. El FA ganó con más del 50% de los votos en 2004, a la salida de una de las peores crisis de la historia del país. A los cinco años no ganó en primera vuelta, pero obtuvo mayoría parlamentaria y le faltó poco para superar el 50%. En la siguiente elección obtuvo poco más del 47% de los votos, manteniendo la mayoría parlamentaria por escaso margen.
El primer gobierno estuvo pautado por grandes transformaciones en la estructura del Estado, el segundo por el avance de la agenda de derechos, el tercero… En todo este tiempo el FA tuvo escasa renovación generacional en sus cuadros dirigenciales, tuvo (tiene) dificultades para construir un proyecto de futuro más allá de vanagloriarse por “lo hecho” en los años de gobierno y perdió capacidad militante tanto partidaria como en organizaciones sociales.
En todo este tiempo el FA tuvo escasa renovación generacional en sus cuadros dirigenciales, tuvo (tiene) dificultades para construir un proyecto de futuro más allá de vanagloriarse por “lo hecho” en los años de gobierno y perdió capacidad militante tanto partidaria como en organizaciones sociales
En el último mandato, varias acusaciones de corrupción y mal uso de fondos públicos cayeron sobre algunos dirigentes que habían ocupado cargos en el gobierno anterior (durante la presidencia de José Mujica). Esto llevó, por ejemplo, a la renuncia del vicepresidente, Raúl Sendic, por usar para fines personales la tarjeta corporativa de la petrolera estatal cuando ocupaba el cargo de presidente de la empresa.
La sensación de inseguridad tendió a aumentar, algo que es bastante palpable en algunos barrios de la zona metropolitana de Montevideo. Los precios internacionales de las materias primas descendieron y se estancaron, generando problemas serios a algunos de los principales rubros de exportación del país (lechería, arroz). Los avances en derechos de minorías generaron resistencias y discursos de odio (ideología de género, homosexualización obligatoria, etc.), particularmente fogoneados por algunos sectores que hoy pasan a formar la coalición de derecha.
Los ambientes estresados por el modelo de producción agroindustrial imperante dieron señales visibles para todo el mundo (episodios de floraciones de algas tóxicas en cursos de aguas que alimentan las redes de las grandes ciudades y sus playas). El nivel de vida en Montevideo y área metropolitana aumentó exponencialmente en 15 años; muchas regiones del interior la miran con la ñata contra el vidrio. “¡Demasiados empleados públicos! ¡La educación es un desastre! ¡Demasiados impuestos! ¡Déficit fiscal! ¡Despilfarro!”, completan el cuadro.
Con todas estas cuentas, los partidos de oposición han hecho un collar. El partido de gobierno ha elegido dos eslóganes para su campaña: “Vamos a hacerlo mejor” y “Hechos, no palabras”. Tibia autocrítica y reivindicación de lo hecho, que indudablemente ha sido muchísimo, pero que a mucha gente parece no conformar.
Más que un giro a la derecha creo (y como creencia debe ser tomado) que lo que sucedió el domingo fue la expresión de diversas disconformidades y odios, sumados a la base electoral de derecha tradicional.
Montevideo, donde el FA obtuvo casi el 50% de los votos, amaneció el lunes gris, silenciosa y vacía. En menos de un mes se define quién gobernará por los próximos cinco años. Sea quien sea, tendrá un panorama complejo.
En caso de ser Lacalle, deberá mantener una coalición parlamentaria inestable y con muchas partes no necesariamente compatibles, para llevar adelante un programa de gobierno de promesas ambiciosas. En caso de ser Martínez, no tendrá mayorías en el parlamento y cualquier propuesta tendrá factibilidad escasa.
En todo caso, la elección ha dejado muchas lecciones y elementos para analizar desde la izquierda. De la velocidad y puntería para entender puede depender el resultado del domingo 24, de la profundidad de análisis y construcción a futuro dependerá la elección dentro de cinco años.
* Antropólogo, Universidad de la República (Udelar, Uruguay)
Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.