Batalla de Ideas

28 octubre, 2019

Se van ¿y ahora qué?

En un contexto regional convulsionado, llega al gobierno Alberto Fernández con el desafío de recomponer un panorama social y económico deteriorado y con el condicionamiento de la deuda externa en el marco de un frente de fuerzas heterogéneas que no estará exento de tensiones, disputas y debates sobre el rumbo a seguir en la etapa que se abre.

Nicolás Castelli y Florencia Trentini

COMPARTIR AHORA

Tras cuatro años de movilizaciones callejeras, resistencias en los puestos de trabajo, barrios y en cada lugar donde el pueblo argentino vio peligrar sus derechos básicos, se va del gobierno el macrismo, la fuerza que logró dar cauce político al último proyecto neoliberal que asumió el poder con la idea de lograr un amplio disciplinamiento social para sentar las bases de un orden desigual, excluyente y de largo alcance.

Sobran motivos para festejar, pero principalmente porque se logró que esta restauración neoliberal, conservadora, reaccionaria y retrógrada no se transforme en una gran derrota social duradera para las clases populares.

Una nueva etapa política

Llegan Alberto Fernández y Cristina Fernández con un frente que reúne a gran parte de los peronismos, como hace años no sucede, más fuerzas progresistas y de izquierda. El Frente de Todes asume el poder en un contexto regional particular donde el neoliberalismo tambalea y las derechas retroceden en Chile, Ecuador y Haití. Con Perú y Honduras en crisis, mientras que en Bolivia se consolida el proceso iniciado por Evo Morales hace más de una década. 

En el plano local los Fernández deberán asumir el gobierno de un país con un grave deterioro económico y social, con nueve millones de personas con problemas de empleo, un 21% de desocupación juvenil, 23% de pérdida del poder adquisitivo del salario, un 35% de empleo precarizado, casi un 40% de pobreza, con la industria funcionando con la mitad de su capacidad instalada y un endeudamiento externo que actuará como condicionante.

El blindaje mediático, el lawfare (guerra judicial) y las estrategias de marketing de corte duranbarbistas ya no alcanzan para sostener y lavar la cara a gobiernos que implementan políticas de hambre, saqueo de recursos y avasallamiento de derechos. Las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI) encontraron fuertes resistencias en los pueblos de América Latina y el Caribe con diversos grados de radicalidad. 

Apresuradamente se habló de fin de ciclo, pero lo que se abrió y todavía no se cerró es una etapa de disputa entre salidas populares y antipopulares a un capitalismo globalizado en crisis.

El enemigo es grande y poderoso por lo que sería prematuro y arriesgado hablar de una derrota estratégica de las fuerzas que sostienen este capitalismo rapaz que no quiere dejar ni el más mínimo rincón de nuestras vidas sin precio y ganancia. Y que ha demostrado una fuerte capacidad para reinventarse y adaptarse a nuestras resistencias. 

Por eso, cabe preguntarse qué hacer para que fuerzas que encarnan estos proyectos de privatización de lo que es de todos, de mercantilización de la vida y la naturaleza, de militarización de la protesta, en definitiva, que traen infelicidad, miseria y muerte a la mayoría no vuelvan nunca más a regir los destinos del país y el continente.

No existen fórmulas infalibles que funcionen para todo tiempo y lugar. Caer en eso es fosilizar y dogmatizar, con la suficiencia del iluminado, la creatividad de los pueblos. Repetir durante décadas políticas y medidas que resultaron en desastres -como ocurre con el neoliberalismo que hace cuatro décadas viene siendo el proyecto de las elites- solo sirve para los poderosos, los dueños de todas las cosas que tienen el poder de la comunicación para engañar y hacernos creer que lo que es bueno solo para ellos y unos pocos más es la felicidad para todes. Pero eso incluso tiene límites, aunque se perpetúe décadas como en Chile y continúe generando efectos de verdad en el sentido común de muches.

Sin embargo, la experiencia histórica demuestra que los gobiernos y procesos que mejor han resistido los embates del capital han sido los que se apoyaron en las organizaciones populares, en una sociedad movilizada y han fomentado el empoderamiento del pueblo. Un pueblo movilizado y consciente de que los derechos son conquistas colectivas ha demostrado ser el mejor anticuerpo contra las derechas y los proyectos de hambre y muerte.

Se abre una etapa colmada de expectativas donde millones de argentinos y argentinas depositan la esperanza de volver a recuperar un estándar de vida aceptable en el cual el fruto del trabajo permita proyectar un futuro y no hacer malabares para llegar a fin de mes. El sueño de un país que produzca, consuma y funcione. El sueño de una vida digna de vivir.

Un gobierno con casi todos los peronismos en sus filas enfrenta la difícil tarea de negociar con factores de poder para desactivar la bomba macrista de inflación, recesión y vencimientos de la deuda con riesgo de default, y a la vez cumplir con las expectativas depositadas en las urnas y arbitrar entre las distintas tensiones internas que surgirán en una coalición de fuerzas diversas y heterogéneas.

Alberto Fernández se construyó como una figura de consenso que viene demostrando una intencionalidad de “cerrar” la grieta con nuevos acuerdos más racionales y moderados. Una despolarización pragmática que combina progresismo con un nuevo contrato social responsable con más de negociación que enfrentamiento.

Una derecha al acecho

El tercio macrista va a sobrevivir a Macri porque existe antes que él. Restará ver si en la reconstrucción de este espacio priman los elementos más políticos y dialoguistas encarnados en Horacio Rodríguez Larreta y el radicalismo de Alfredo Cornejo y Martín Lousteau, o sectores más rancios y autoritarios que expresan un sentido común retrógrado presente en la base social de Cambiemos.

El surgimiento de figuras como José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión -aún con escasa intención de voto- muestran cómo la derecha se reconfigura y radicaliza. No debemos minimizar a este tipo de actores, después de todo, la llegada al poder de Jair Bolsonaro en Brasil es la muestra más clara de los peligros que conlleva el desarrollo de estos sectores. Son personajes que le dan voz a un fascismo social presente en nuestros países en un contexto de crisis de las democracias liberales representativas a nivel mundial. 

A todo esto se suma que el poder económico concentrado ha demostrado ser muy capaz de adaptarse y acomodarse a nuevas circunstancias. Muchos de estos sectores ya se han alineado detrás de la figura de Alberto Fernández. Demostrando cómo hay estructuras de poder que permanecen inalterables sin importar los gobiernos.

Los desafíos que vienen para la izquierda popular

¿Cuál es el desafío entonces para la izquierda popular? ¿Qué peligros tendrá que enfrentar en este escenario que se abre? Por un lado sería un error ver en el gobierno que viene una continuidad de derecha con otros ropajes, una lectura cara a cierta izquierda y que solo conduce al aislamiento. Y por otro lado, un grave desacierto sería acompañar acríticamente, dejando de intentar llevar adelante reformas estructurales necesarias para cambiar las correlaciones de fuerza, porque ante estos intentos inmediatamente se asume que estas posturas críticas son funcionales a la derecha. 

Hemos escuchado muchas veces que hay que conformarse con lo posible. Sin embargo, una izquierda popular que no quiere estar al margen del poder sino tomarlo y transformarlo jamás debería volverse posibilista, jamás debería aceptar subordinarse a una unidad compacta y homogénea. Una postura que resulta paralizante y que bloquea la necesidad de construir de algo nuevo.

Como sostuvo Álvaro García Linera en 2015 durante una conferencia magistral en Perú, “no puede haber izquierda revolucionaria que no opte por la toma del poder, es un falso debate, pero una izquierda revolucionaria entendiendo que el Estado, si bien es comunidad, es también ilusoria, es también monopolio, no puede contentarse con tomar el poder, está obligada -desde antes, en medio y como continuación del proceso- a transformar ese poder, democratizar ese poder, construir el poder; si solamente nos dedicamos a tomar el poder sin transformarlo, sin democratizarlo, sin construir poder social que democratice la toma de decisiones, a la larga, devendremos en una nueva élite”.

El escenario está sumamente abierto. Si algo está claro es que el gobierno de Alberto Fernández será una arena de disputa de diversos proyectos político estratégicos –aun dentro del propio peronismo- que tienen en común hoy la intención de derrotar al macrismo. La participación en una misma mesa de Syngenta y las organizaciones campesinas para construir un plan contra el hambre en la Argentina que se viene son la muestra de esa complejidad. Será la correlación de fuerzas que podamos construir la que terminará definiendo si los de arriba o los de abajo marcarán el rumbo de los próximos años. 

Mientras tanto, lo importante es que este domingo derrotamos el proyecto neoliberal de Cambiemos en solo cuatro años. Y que esa derrota fue el resultado de un pueblo que aprendió a defender sus derechos, en las calles y en las urnas.

@giusnicolas y @ositewok

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Batalla de Ideas