23 octubre, 2019
La revolución de las hijas pasó por el 34° Encuentro
Casi 600 pibas de distintos colegios secundarios viajaron al Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans en La Plata organizándose desde sus Centros de Estudiantes y en la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB).

La primera movilización de Ni Una Menos, hace cuatro años, fue el puntapié para que toda una generación de pibas y disidencias tomaran el control de lo que se convirtió en el movimiento que pasó a ocupar gran parte de la agenda política, social y cultural desde ese entonces. La marea verde que inundó las calles durante el 2018 confirmó que estábamos frente a una verdadera “revolución de las hijas”.
Fue ese mismo año que les estudiantes secundaries se organizaron para viajar por primera vez al Encuentro que se desarrolló en Trelew. Un año después, más de 500 estudiantes repitieron la experiencia y viajaron a La Plata organizándose desde sus centros de estudiantes y en la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB). Las pibas lo hicieron con la profunda convicción de que era necesario participar de un Encuentro histórico.
“Este encuentro nos representa, representa nuestras luchas como estudiantes secundaries, como mujeres y como disidencias. Porque este encuentro defiende nuestros mismos reclamos. Porque como estudiantes secundaries nos moviliza el saber y conocer, para poder cambiar todo aquello que debe ser cambiado, y la experiencia del encuentro nos nutre muchísimo”, explica Zoe Varela, de 14 años, delegada de la Escuela de Teatro “Nini Marshall”.
Las protagonistas de la revolución de las hijas vienen discutiendo de manera integral las demandas por derechos, y el Encuentro se les presentaba como un hito en ese recorrido. “Entendemos que de la mano de la Interrupción Voluntaria del Embarazo también va la educación sexual integral (ESI), los protocolos de género, un presupuesto educativo digno y distintos reclamos que todavía no llegan a tener respuestas claras”, sostiene Mora Torres, de 15 años, consejera de géneros del Mariano Acosta.
El asistir al Encuentro conlleva un proceso de organización previo que es, sin dudas, parte del aprendizaje colectivo que dejan esos días a todas las encuentreras. Un proceso atravesado de muchos debates y con el mayor de los desafíos: no separarnos del camino de construcción colectiva y sorora.
“Hubo caos a la hora de organizarnos, hubo diferencias, pero le sacamos prioridad y así craneamos muchísimas cosas, festis para juntar plata, autorizaciones, la comida, el botiquín. Tuvimos que estar al tanto de muchísimas cosas, porque movilizar a 600 pibas es todo un laburo”, recuerda Zoe.
En relación a esto, Abril Joseph, de 17 años, secretaria general del Centro de Estudiantes del Colegio Julio Cortázar, agrega: “Los debates más concretos, como por ejemplo el cómo nos plantamos frente a la discusión del cambio de nombre, fueron dándose en los espacios de base, las reuniones de comisión de género o espacios de mujeres y disidencias de cada colegio”.
“Lo más emocionante, de los tres días de Encuentro, es que sos consciente de que no estamos soles, que para lo que necesitáramos, iba haber una compañera para nosotras”, completa Zoe.
“Vivimos los tres días con mucha emoción y muchos nervios. Es la primera vez que llevamos una delegación tan grande de pibas al encuentro y eso implica una responsabilidad fuerte. Eso nos hizo estar colectivamente pendientes de que todes estuviésemos bien, que todes hayamos comido y dormido. Generamos una convivencia muy buena onda entre nosotres, tuvimos asambleas todos los días para ordenarnos y charlar los cronogramas, entre otras tareas de cuidado de la escuela y de nosotres mismes”, cuenta Mora.
Zoe, Abril y Mora fueron tres de las pibas que viajaron en los diez micros que llevaron a 580 estudiantes de distintos colegios secundarios de la Ciudad de Buenos Aires. Las tres coinciden en lo importante que era para su generación participar de este Encuentro, en la mayoría de los casos por primera vez, como fue incluso el caso de Abril y Zoe. “También es el seguir formándonos entre nosotres y seguir construyendo un feminismo joven y popular que es algo que nos llena de emoción siempre”, remarca Mora.
Suele decirse que nadie vuelve igual de un Encuentro y para las pibas esto no fue distinto.
“Sobre todo rescato lo que me dejaron mis compañeres, estar con ellas en este viaje me llenó muchísimo. Me llevo una gran convicción por lo que milito, porque en eso consiste, en reforzar nuestra militancia, día a día, en superarse, y sobre todo en no hacerlo soles”, afirma Zoe.
Para todas hay por delante un desafío fundamental: pelear para que haya más representatividad de las pibas y disidencias en el movimiento estudiantil, y entienden que para esto tienen que seguir formándose y nutriéndose de un conocimiento que es un privilegio que históricamente les fue negado. “Esta debe ser la base de nuestra revolución”, sostiene Zoe. “Reclamar por un Departamento de Orientación al Estudiante con perspectiva de género, por directivos que lleven adelante Protocolos contra la violencia de género en los colegios”, agrega.
Por su parte, Abril destaca que a ella el Encuentro le dejó muchísimos aprendizajes y ganas de seguir militando y escuchando a sus compañeres: “El feminismo es crecer y es avanzar, me entusiasma pensar que es algo que me va a acompañar toda la vida”.
Mora acuerda en que más allá de los talleres, en los que se aprende mucho, lo más enriquecedor del Encuentro es lo que te dejan tus propies compañeres. “Las opiniones entre mates sobre los talleres, la organización del Encuentro puesta al hombro, las caminatas larguísimas hasta las facultades, hablar, discutir con compañeras de otras provincias y países, el agite multitudinario, esas son las cosas que reafirman porque militamos y las que hacen a una construcción colectiva más grande”, dice.
Para las pibas hay un gran desafío por delante: que el próximo encuentro sea Plurinacional e incluya a las disidencias, pero además se proponen conquistar los derechos que históricamente les fueron negados para tomar un lugar protagónico en la agenda política donde no solo se hable de aborto y ESI, sino que también se les de un lugar para discutir otros temas que las atraviesan como juventud: el desempleo, la feminización de la pobreza, el presupuesto educativo, entre otros. Entendiendo que son las mujeres y las disidencias les más afectades por el ajuste neoliberal.
“Los desafíos siguen siendo los mismos que para cualquier pibæ militante. Creo que tenemos que seguir disputando aquellos espacios de dónde nos quieren correr y creo que solo nos queda seguir haciéndonos escuchar”, concluye Abril.
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