El Mundo

17 octubre, 2019

La interna demócrata: ¿juego de dos o de tres?

La eterna previa de la primaria demócrata tuvo un nuevo episodio el martes en Westerville, Ohio, donde se dio el cuarto debate entre los ¡doce! candidatos y candidatas que siguen en carrera para enfrentar a Donald Trump en las elecciones presidenciales de noviembre de 2020.

Nicolás Zyssholtz

@likasisol

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La cita del Medio Oeste fue la prueba cabal de un cambio que se dio en las últimas semanas: Elizabeth Warren se convirtió en la candidata favorita a obtener la nominación por el partido Demócrata de EE.UU. para las presidenciales de 2020. Los ataques de los otros once candidatos se centraron en ella y ya no en el antiguo líder de las encuestas, Joe Biden.

También fue novedad el regreso a la arena política de Bernie Sanders, apenas dos semanas después de haber sufrido un infarto que lo obligó a suspender temporalmente su campaña.

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Queda un debate confirmado para este año: será el 20 de noviembre en Atlanta. Y aún habrá al menos uno más antes de que las primarias comiencen oficialmente en Iowa, el 3 de febrero.

Los participantes del debate del martes pueden dividirse en tres grupos. En el primero se ubican quienes tienen chances efectivas de ser nominados: Warren, Biden y Sanders, según el orden de favoritismo que les otorgan las últimas encuestas.

El segundo lo ocupan los jóvenes que, si bien no tendrán los votos para ser cabeza de lista, sí utilizan la primaria para posicionarse pensando en una posible vicepresidencia o una candidatura en 2024 o 2028. Ellos son la senadora por California, Kamala Harris, y el alcalde de South Bend, Indiana, Pete Buttigieg. Ambos tienen alrededor del 5% de las preferencias.

Por último, los aventureros: el senador por Nueva Jersey, Cory Booker; el excandidato a gobernador de Texas, Beto O’Rourke; el presidente de la ONG Venture for America (Arriesgarse por Estados Unidos), Andrew Yang; la senadora por Minnesota, Amy Klobuchar; la representante del segundo distrito de Hawaii, Tulsi Gabbard; el multimillonario Tom Steyer; y el exsecretario de Vivienda de Barack Obama, Julián Castro.

A no ilusionarse: aunque a muches nos divertiría ver a un Castro presidir EE.UU. no va a pasar en 2021. Todas las encuestas le dan menos de un punto de intención de voto.

Warren y Sanders: ¿#sonlomismo?

Los dos grandes candidatos de la izquierda demócrata estuvieron sin dudas en el centro de todos los flashes. Bernie Sanders, como decíamos, por su regreso a la acción luego del infarto de miocardio que sufrió; y Elizabeth Warren, por su nuevo carácter de favorita.

La tendencia favorable en las encuestas para la senadora por Massachusetts parece un camino sin retorno. La carrera hacia la candidatura demócrata todavía es un camino de tres, pero solamente por el símbolo en el que se convirtió Bernie. Su episodio cardíaco aumentó las dudas respecto a su edad (tiene 78 años, ocho más que Warren), y terminó agudizando un proceso que ya estaba en marcha. Aunque falta mucho tiempo, la cabeza de la boleta que rivalizará con Trump será Warren o Biden.

Más allá de que evidentemente ambos comparten un perfil de votante y se disputan el lugar de liderazgo de la tendencia progresista al interior del partido, en contra de los apparatchik como Biden, surge la pregunta: ¿realmente representan una misma línea? ¿Una eventual presidencia de Warren tendría las mismas características que una de Sanders?

Ambos tienen propuestas similares: una política fiscal progresiva, nuevas medidas antimonopolio y, muy especialmente, atención médica pública y universal, el llamado “Medicare for all”. Una suerte de regreso al New Deal en un socialismo que tiene más que ver con el sueco Olof Palme que con el ruso Vladimir Ilich.

Pero entre tantos puntos de contacto hay una diferencia que es central: Warren es la izquierda del Partido; Bernie representa un movimiento que lo excede. Aunque ninguno de los dos lo ponga en estos términos, la senadora por Massachusetts quiere ganar una interna: dar un giro progresista al interior de un espacio que quedó muy golpeado tras el fracaso de Hillary Clinton; Sanders, en cambio, busca darle voz a los movimientos sociales que se construyeron durante el gobierno de Obama y tomaron fuerza con Trump. Inmigrantes, negros, LGBTQ: sectores que votan demócrata pero que no tienen influencia dentro del partido.

Esta diferencia hace que Warren se vuelva más “moderada” a los ojos de la gran masa blanca con educación universitaria que representa hoy el núcleo demócrata; y más aceptable, por ende, para el establishment que igualmente sigue apostando por Biden.

The elephant in the room

La expresión en inglés (“el elefante en la habitación”) se refiere a algo que se busca ignorar pero es demasiado evidente. A ocuparse cuidadosamente del tema se dedicó el primer cuarto de hora del debate.

El elefante en la habitación, en este caso, es el probable impeachment que le espera a Trump por negarle ayuda militar a Ucrania si el presidente de ese país no investigaba los negocios de Hunter Biden, hijo del exvicepresidente y precandidato. Probable porque la mayoría demócrata de la Cámara de Representantes es la encargada de votar si el juicio se realiza o no, pero será el Senado -de mayoría republicana, quien se encargue de decidir si el presidente debe ser destituido-.

Aunque hubo relativo acuerdo en torno a la necesidad de seguir adelante con el proceso contra Trump (solamente dos candidatos menores, Andrew Yang y Tulsi Gabbard, se mostraron más reticentes), todos evitaron profundizar en torno al asunto. ¿Por qué? Porque hacerlo inevitablemente dispara la pregunta: ¿Hunter Biden cometió algún delito en Ucrania? Y ese cuestionamiento sería música para los oídos del presidente.

“Mi hijo no hizo nada malo. Yo no hice nada malo. Llevé adelante la política de EE.UU. centrada en eliminar la corrupción en Ucrania. En eso deberíamos enfocarnos”, dijo Joe Biden. Se refiere, claro, a la caída del gobierno prorruso de Viktor Yanuchenko y su reemplazo por el derechista proeuropeo Petro Poroshenko, uno de los protagonistas, junto con Mauricio Macri, de los Panama Papers.

Ausencias

La última media hora del debate estuvo dominada por una pregunta light a cargo del presentador Anderson Cooper, que hizo referencia a la amistad de la celebridad Ellen Degeneres, conocida por posiciones progresistas, y el ex presidente George W. Bush, conocido por destruir Afganistán e Irak. Cooper los utilizó como ejemplo para preguntarles a los candidatos, palabras más palabras menos, si tenían amigos republicanos.

“Tres horas y ninguna pregunta esta noche (por el martes) sobre clima, vivienda o inmigración. El cambio climático es una amenaza existencial. EE.UU. tiene una crisis de vivienda. Todavía hay niños en jaulas en la frontera. Pero claro, Ellen”, tuiteó Julián Castro apenas finalizado el debate.

Si bien el tono general de los debates se modificó en la medida en que la irrupción de Trump rompió con el consenso neoconservador que construyeron Ronald Reagan y los Bush, todavía subsiste la lógica acuerdista al interior del Partido Demócrata.

Warren y Sanders representan una radicalización a la altura del momento histórico de la política estadounidense, mientras que Biden es el aparato que se aferra con uñas y dientes a un mundo que se cae a pedazos.

Faltan más de tres meses para que las primarias comiencen oficialmente; más de un año para las elecciones generales. En un mes, en Atlanta, habrá más palabras, menos candidatos y, casi con seguridad, dos favoritos.

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